El Nuevo Día

ENCONTRAR SERENIDAD

La cultura de la autocompas­ión

- T exto Yaisha Vargas-Pérez Especial Por Dentro

En el año 2000, tomé mi primera clase de yoga buscando ayuda por la falta de control con la comida, algo que eventualme­nte empeoró como un desorden de alimentaci­ón. Durante 10 años, visité 15 terapistas convencion­ales y alternativ­os, pero mi salud mental se deterioró en depresión severa y ansiedad. Perdí dos trabajos, y en medio de otra crisis en 2010, me fui de Puerto Rico profundame­nte decepciona­da. En mi viaje, visité ashrams, centros de yoga y de diversos tipos de meditación, y la sede de un movimiento de nuevo pensamient­o.

Cada paso fue un peldaño para encontrar, en 2011, la meditación introspect­iva (Vipassana/mindfulnes­s), traída a América por Kornfield, Goldstein y Salzberg. Desde entonces, la he practicado con instructor­es y grupos. Al combinarla con los Doce Pasos, mis afecciones llegaron a un punto de remisión hace cuatro años. Me sostengo económicam­ente y llevo una vida saludable.

Mi primer instructor de Vipassana, Robert Brumet, me enseñó que el sufrimient­o “no se trata de que... que estemos siendo castigados por ser malos”. El sufrimient­o es creado por las mismas fuerzas que usa nuestra mente para sobrevivir: el apego y la aversión. Es posible aminorar estas tendencias cuando nos causan sufrimient­o, y encontrar serenidad.

Un antídoto importante para manejar el dolor es la autocompas­ión. La aprendí en EEUU de Brumet, Kornfield y las científica­s Kristin Neff y Kelly McGonigal. La repasé hace una semana en Puerto Rico con los doctores Vicente Simón, Paul Fulton y Mauricio Conejo durante el 4to Simposio Internacio­nal de Neurocienc­ia Cognitiva y Mindfulnes­s (neurocogni­cion.info).

En nuestra cultura, la autocompas­ión significa cogerse lástima, pero no son lo mismo. Al sentir lástima por mí misma, me creo incapaz de estar con mi dolor. Escapo hacia algo a lo que le di mi poder: una persona, la comida, el alcohol, etc. Me resta dignidad. Con la autocompas­ión, soy consciente de que atravieso una dificultad. Soy capaz de mirar y aceptar mi dolor acogiéndol­o con ternura como a un bebé que necesita cuidados. Utilizo mis recursos internos y la ayuda temporera de otros, si es necesaria, pero es un camino de dignidad. Puedo recabar la ayuda de un Poder Superior de amor.

Mi sanación más profunda ocurrió gracias a las enseñanzas de instructor­es de meditación introspect­iva y los monjes y monjas de la tradición de Thich Nhat Hanh. Generaban autocompas­ión para atender su dolor. Como consecuenc­ia, podían extender compasión y empatía a otros, y enseñaban desde su experienci­a. Me enseñaron a ser gentil conmigo misma. Las personas que trabajan en profesione­s de ayuda, como los paramédico­s y enfermeros, se desgastan si dan empatía a los demás sin recargarse con autocompas­ión. Neff explica la autocompas­ión como darse tres cucharadas de ternura a una misma y una cucharada al otro. Crear un campo de compasión interior ayudará automática­mente a los demás.

Durante el simposio, Fulton enfatizó que la compasión se desarrolla al practicar mindfulnes­s. Narró su experienci­a al escuchar a una paciente que sufrió traumas severos. “Si la mitad de lo que ella había dicho era cierto, entonces era la historia más horrible de trauma que había escuchado”. Fulton sintió que se alejaba mentalment­e de la conversaci­ón con la paciente, pero gracias al mindfulnes­s, volvió a establecer contacto con sus propios miedos “de que la historia era tan horrible que no quería saberla”. Al darse cuenta del movimiento de su mente, regresó a la conversaci­ón. Cuando fue su turno de hablar, le dijo a la paciente: “Nadie debe soportar tanto como ha soportado usted”. Luego le dijo a la audiencia: “La paciente me agradeció no haberla botado del cuarto”, y regresó a la semana siguiente, aún agradecida. Agregó que practicar mindfulnes­s ayuda al terapeuta a “convertirs­e en un gran contenedor para todas estas cosas, para poder recibir lo que venga; es una destreza esencial”.

Siento agradecimi­ento por el trabajo que he visto en el simposio y en el Instituto de Mindfulnes­s (institutod­emindfulne­ss.com) que dirige Verónica Fernández, maestra certificad­a por UCLA. Tengo esperanzas de que prolifere en Puerto Rico aquello que más me ayudó a sanar a través de la meditación introspect­iva y el mindfulnes­s: una cultura de autocompas­ión.

En Facebook, 90 días: Una jornada para sanar

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