Las Zonas de Oportunidad dentro de un plan integral
La acogida del gobierno de Puerto Rico a la propuesta del sector privado para, mediante legislación, eximir las ganancias de capital del pago de impuestos locales abre vías de inversión que inyecten dinero y estabilidad a la recuperación económica de Puer
Aprovechar el mecanismo de las Zonas de Oportunidad, contenido en la reforma contributiva federal, constituye un acierto. Pero es una pieza más de lo que debe ser un plan claro e integrado de desarrollo económico y social que maximice dichos beneficios, tanto como los paquetes de fondos federales asignados a la isla para la reconstrucción.
Las Zonas de Oportunidad dispuestas en la reforma tributaria federal ayudarían a compensar el impacto de la reforma tributaria local que finalmente se apruebe. El propósito es reducir significativamente la tasa corporativa estatutaria mientras que individuos y empresas reinvierten sus ganancias en áreas de contracción económica y pobreza. A cambio, quedarían exentos de impuestos por al menos diez años. En el caso de Puerto Rico, la definición de Zona de Oportunidad abarca prácticamente a la isla entera.
Medidas así apremian más ahora, cuando previsiones emitidas por el Fondo Monetario Internacional anticipan que la economía local caerá en un 2.3% este año y todavía un 1.1% en 2019. La misma entidad pronostica que el desempleo en 2018 y 2019 alcanzará el 11%.
Juega en favor de Puerto Rico el compromiso expreso del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin. El funcionario se ha ofrecido a atraer la inversión por vía de las Zonas de Oportunidad, al punto de coordinar la visita de potenciales socios. El gobierno cuenta también con el respaldo de la diáspora. Seguirá siendo necesario ejercer presión concertada en Washington D.C., para facilitar la implantación de la legislación federal en la isla.
Aprovechar las Zonas de Oportunidad permitiría la integración de la isla a un sistema de incentivos estables porque forma parte del plan de desarrollo económico de Estados Unidos. Las gestiones locales en esa dirección merecen respaldo y espacio de evolución.
Pero hará falta más para que enmarcar esta pieza valiosa en una visión que dé forma al Puerto Rico en evolución.
La proactividad, la planificación ordenada y la credibilidad de la isla como destino idóneo para hacer negocios son indispensables en la búsqueda de inversionistas de aquí y del exterior. En competencia están destinos como Washington D.C. y Colorado, que ya tienen definidas las áreas geográficas y los mercados elegibles para desarrollo. Dicha estructuración contrasta con el ofrecimiento local, que deja abierta a discreción de los inversionistas las oportunidades posibles. La definición puede reducir los riesgos de errar en los tipos de inversiones que mejor convienen a Puerto Rico.
Como parte de los preparativos y la planificación, corresponde al gobierno, junto al sector privado y otros actores, identificar las áreas de interés a desarrollar, así como el tipo de recursos y apoyo que requieren. Conviene también eslabonar a los inversores potenciales con la cadena de suplidores locales, en la meta de generar decenas de miles de empleos y miles de millones en ventas anuales.
La construcción de un país adaptable a los cambios globales acelerados, incluso a los que impone el clima, conlleva armonizar en una sola visión mecanismos como las Zonas de Oportunidad con políticas medulares, como la energética, de desarrollo urbano, de transporte, la educativa y la social. Conlleva, además, diversificar la actividad productiva y generar mecanismos locales que dependan cada vez menos de la arbitrariedad del Congreso.
El conjunto de acciones, planificadas de forma estratégica y con instrumentos como las Zonas de Oportunidad, tiene el potencial de convertir las demarcaciones de mayor necesidad en áreas de progreso e innovación. Ello permitiría una distribución más equitativa de los beneficios a través de toda la isla.