Piedras reescriben la historia
Las piezas que el padre Nazario excavó hace 136 años son foco de estudio
Desde que una anciana moribunda le contó al padre José María Nazario y Cancel dónde estaba guardada la “biblioteca de Agüeybaná” y este encontró una colección de 800 piedras con trazos muy peculiares, diversas teorías han surgido sobre su origen, significado y antigüedad, pero más importante aún, su posible relación con viajes transatlánticos previos a los del almirante Cristóbal Colón.
Corría el año 1880 y el padre Nazario era párroco en Guayanilla. La anciana, de origen indígena, conocía que el cura era aficionado de la historia y la arqueología, por lo que no dudó en decirle dónde estaban las piedras en agradecimiento por sus cuidados.
La anciana sabía de las piedras porque le había dicho su padre, quien, a su vez, supo a través del suyo. El padre Nazario recibió instrucciones que siguió al pie de la letra, dando con las piedras en un lugar que 136 años después sigue siendo un enigma, aunque algunos creen que fue cerca de la desembocadura del río Yauco, en el puerto de Guayanilla.
El padre Nazario, que tenía experiencia en el estudio de ciencias antiguas debido a su formación clerical en la Universidad de Salamanca, llegó a la conclusión de que las piedras contenían la escritura conocida como hebreo-caldaica y que estaban relacionadas con las 10 tribus perdidas de Israel. Pensaba que algunas ramificaciones de esas tribus se habían movido a las Américas, llegando a Puerto Rico y teniendo contacto con los indígenas de la Isla.
“Fue una interpretación con la que no mucha gente estuvo de acuerdo, pues hablaba de contactos entre el Viejo y el Nuevo Mundo antes de la llegada de Cristóbal Colón. Aceptar una interpretación como esa alteraría toda la noción existente sobre el descubri- miento (de América), aparte que le daría base a un planteamiento bíblico sobre los espacios a los que se dispersaron las tribus de Israel”, sostuvo el arqueólogo Reniel Rodríguez, de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Utuado, quien en 2012 inició una investigación sobre las piedras.
MÚLTIPLES VERSIONES.
La primera mención oficial de las piedras la hizo en 1890 el investigador francés Alphonse Pinart, quien se entrevistó con el padre Nazario y concluyó que las primeras piezas halladas eran auténticas. Destacó, empero, que gente del pueblo falsificaba piedras y se las llevaba al cura, a cambio de que este les diera regalos al aceptarlas.
Luego, en 1903, vino al País el arqueólogo estadounidense Jesse Walter Fewkes, quien le ofreció $800 al padre Nazario para que le vendiera su colección, pero no lo convenció. Fewkes estableció que las piedras eran falsas, siendo esa la percepción que se mantuvo –y se mantiene– entre la mayoría de los arqueólogos.
Entre 1911 y 1912, el padre Nazario enfermó y pasó de Guayanilla al obispado de San Juan. Se llevó las piedras consigo y allí lo visitaron importantes historiados locales, como Cayetano Coll y Toste y Adolfo de Hostos, hijo de Eugenio María de Hostos.
“Ambos historiadores entendían que las piedras eran de importancia para el País y que había que abordar el tema, pero no se hizo. No se sabe cómo, pero desde el obispado las piedras comenzaron a segregarse. De la colección original de 800 piedras, solo 200 terminaron en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), donde nunca se ha hecho una gestión específica para estudiarlas”, lamentó Rodríguez.
Tras la muerte del padre Nazario en 1919, quien retomó el estudio de las piedras, en la década de 1980, fue el ingeniero Aurelio Tió, entonces presidente de la Academia Puertorriqueña de la Historia.
Tió contactó al científico Barry Fell, profesor emérito de la Universidad de Harvard y estudioso de epigrafía, quien argumentó que la escritura en las piedras está relacionada con el silabario antiguo de los vascos, quienes se habrían movido por el océano Atlántico hasta las Américas.
“Tíó escribió más de 30 artículos sobre las piedras, pero la comunidad arqueológica no escribió ni uno en reacción a estos. Tió trató de establecer contactos colaborativos con instituciones dentro y fuera de la Isla, pero no se le prestó mucha atención”, contó Rodríguez.
NUEVOS HALLAZGOS.
Rodríguez, quien tiene un doctorado en el estudio de las herramientas de piedra de las sociedades indígenas del Caribe, se interesó en las piedras del padre Nazario, pues de comprobarse que son auténticas constituirían “el hallazgo arqueológico más importante” de las Américas.
“He tratado de estudiar las piedras usando métodos que son análogos a los que utilizo para estudiar cualquier pieza arqueológica asociada a las sociedades indígenas de Puerto Rico”, explicó.
Su investigación, agregó, comprende tres elementos principales: establecer el origen de las materias primas de las que están hechas las piedras, precisar las técnicas con las que se hicieron las inscripciones, y descifrar el tipo de escritura.
“He hecho algunos estudios preliminares, que me dan cierta información que puedo ir adelantando”, dijo Rodríguez.
En términos del estudio del origen de las materias primas, se estableció que se trata de peridotita y que ese tipo de roca probablemente fue obtenida de fuentes que se encuentran en el suroeste de la Isla.
“Lo que plantea esto, por lo tanto, es que la piedra que se trabajó es de origen local, o sea, que la escritura se
“Podría plantearse la posibilidad de que Cristóbal Colón supo de la ruta hacia el Caribe de personas que habían hecho ese viaje mucho antes”
RENIEL RODRÍGUEZ
Arqueólogo
hizo en Puerto Rico. Esto no fue que alguien lo trajo en barco desde Europa y la gente empezó a replicarla, sino que la materia prima es de aquí y la escritura se hizo aquí”, afirmó.
Sobre las técnicas con las que se hicieron las inscripciones, Rodríguez destacó que el tipo de “tradición tecnológica” que se observa en las piedras del padre Nazario es muy diferente al que se tiende a ver en objetos indígenas locales.
“Lo que parece indicar, por lo tanto, es que se emplearon métodos de hacer los trazos que no son originarios de la Isla, sino que fueron diseñados por personas que no eran indígenas de aquí”, expuso.
Y en cuanto al tipo de escritura, Rodríguez indicó que “todavía está por descifrarse”, pero estudios preliminares apuntan a que pudiera tratarse del alfabeto líbico-bereber, similar al identificado en las Islas Canarias de España.
“Esta es una escritura que se deriva del noroeste de África y tiene orígenes fenicios. De esto poder corroborarse, lo que plantearía es la posibilidad de que grupos de las Islas Canarias se movieron a través del océano Atlántico y arribaron al Caribe antes que Cristóbal Colón, entrando en contacto con las sociedades indígenas de aquí. Otra posibilidad es que las sociedades de aquí se movieron hacia allá, aprendieron la escritura y volvieron, pero eso me parece menos probable”, dijo el arqueólogo.
RECABA APOYO. Aunque ha conseguido que expertos de la Universidad del Turabo y la Universidad de Miami se involucren, Rodríguez afirmó que para poder completar su investigación “hace falta el apoyo de las instituciones locales”, como el ICP y la Oficina del Historiador Oficial de Puerto Rico, entre otras.
“Necesitamos su ayuda para poder concluir algunos de los estudios especializados, por ejemplo, el datado de algunas piezas que están quemadas usando una técnica que se conoce como termoluminiscencia. Otras piezas tienen carbón adherido y solo podemos datarlas usando la técnica de carbono 14. También hace falta el peritaje de expertos en epigrafía, que ayuden a establecer de manera concluyente cuál es el tipo de escritura en las piedras”, expresó.
Rodríguez concluyó recalcando que las implicaciones de su investigación “serían hemisféricas”, si se corrobora la autenticidad de las piedras.