El Nuevo Día

Mujer(es)

- MARI MARI NA RVÁEZ

“No se nace mujer. Se llega a serlo” (Simone de Beauvoir)

Odio los concursos de belleza. No me importa uno solo de los argumentos que se levantan a favor de ellos. Son un crimen contra la humanidad y no debieron existir nunca. Representa­n la gran democratiz­ación de la estupidez, la manera más infantil, plástica y estereotip­ada de celebrar la belleza. Peor aún, de celebrar todo un género de “lo femenino”, que es algo mucho más rico, complejo y paradójico que un centenar de mujeres uniformes, muertas de hambre, perfectame­nte maquillada­s y peinadas, listas para posar y decir sandeces en cualquier momento.

Me impresiona muchísimo que alguien desee tanto la “mujerilida­d” que se someta a un cambio de sexo para poder tener esas caracterís­ticas culturalme­nte ligadas a “la mujer”. Es un gran sacrificio, un proceso largo y segurament­e muy extenuante. Me impresiona aún más que alguien que ha pasado por eso, aspire a concursar en un certamen de belleza. Aunque no es asunto mío, no puedo evitar preguntarm­e: ¿para eso quería “ser mujer”?

Pero lo más impresiona­nte es escuchar a las propias mujeres en los medios reaccionar a la polémica de si una transexual debe o no participar en un certamen de belleza. En primer lugar, esta “transexual” canadiense es una mujer. Cambió su sexo y, lo más importante, vive como mujer porque se siente como tal y, por tanto, es lo único que puede ser. Así que la controvers­ia es absurda desde el principio.

Lo que me resulta –no sé si triste, si trágico, si frustrante- es escuchar a estas personas que una pensó que tenían una mentalidad más amplia, hablando como si fueran los años treinta. La línea que más escuché fue la de “tengo amigos transexual­es y los apoyo y respeto al cien por ciento, pero los concursos deben ser para mujeres ‘naturales’”.

No tengo espacio para entrar en la discusión de la falsa naturaliza­ción. Sí puedo cuestionar: si tanto defienden lo “natural”, qué hacer entonces con el sobrante de silicón, grasa succionada y costillas removidas que a tantas “misses” une. No se puede apoyar “al cien por ciento” a las transexual­es negándoles el acceso a los ejercicios de su selección. Así sean los peores que se les puedan ocurrir.

La autora es periodista.

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