El Nuevo Día

Magnífico violín

Magistral interpreta­ción del violinista Guillermo Figueroa junto a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico

- POR LUIS HERNÁNDEZ MERGAL Especial El Nuevo Día

CUANDO BÉLA BARTÓK estaba trabajando en su “Concierto núm. 2 para violín y orquesta” en 1938 ya Hungría, su país natal, daba muestras de estar dispuesta a “rendirse a este sistema de ladrones y asesinos”, como llama el compositor a los nazis en una carta a un amigo. Aunque superficia­lmente el carácter lírico del concierto no parece reflejar el terrible estado de ansiedad en que se encontraba Bartók en ese momento, lo cierto es que una buena interpreta­ción de la partitura debería comunicar esa mezcla de lirismo contemplat­ivo y angustia desesperad­a que Bartók plasma en su magistral obra.

La interpreta­ción de este concierto ofrecida por el violinista Guillermo Figueroa, junto a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR) dirigida por Maximiano Valdés, en la primera parte del programa del pasado sábado, 14 de abril, en la Sala Sinfónica del Centro de Bellas Artes de Santurce, fue un magnífico ejemplo de lo dicho. La propuesta de Figueroa en el “Allegro non troppo” fue sobria, incluso sombría, pero siempre cantando los pasajes líricos, subrayando así los contrastes sonoros de la pieza. La orquesta, sin embargo, se mantuvo muy apagada en este movimiento. En el “Andante tranquillo”, Bartók, como suele hacer en muchos de sus tiempos lentos, creó una atmósfera casi ultramunda­na en las primeras variacione­s, con las sonoridade­s del arpa y la celesta, dando paso a unas variacione­s más brillantes, excelentem­ente ejecutadas por Figueroa. El violinista hizo gala de una sólida técnica en el “Allegro molto” final, y la orquesta respondió con la energía que le había faltado en el primer movimiento. El escaso público presente en la sala respondió con algún entusiasmo, aunque menos de lo que se merece este primerísim­o violinista puertorriq­ueño. Segurament­e responsabl­e de la pobre asistencia al concierto fue el súbito cambio de horario. Estos cambios se deben hacer con tiempo y planificac­ión; de lo contrario el resultado, como ya se vio, puede ser desastroso.

La sinfonía “Pastoral” de Beethoven, con sus doscientos tres años de edad, tiene la virtud de conservar su inigualabl­e frescura primaveral. La interpreta­ción presentada por Maximiano Valdés y la OSPR como segunda parte del programa fue satisfacto­ria en cuanto a los tempi -muy apropiado el paso ligero del “Andante molto mosso”-, las proporcion­es formales y el manejo de los matices. A pesar de que todavía la orquesta podría mejorar aspectos como la calidad e igualdad del sonido de las cuerdas, la coordinaci­ón en las entradas (primer violín y fagot en el primer movimiento) y el balance intrasecci­onal (maderas, pero muy hermoso el oboe en sus solos), fue un placer volver a escuchar esta inspirada partitura.

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EL VIOLINISTA hizo gala de una sólida técnica en el “Allegro molto”.

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