> CHU GARCÍA chu chazo
Snombre es casi tan largo como el de la Duquesa de Alba, la octogenaria española de la fealdad más bella del mundo, que continúa acaparando la atención de la prensa rosada europea por su vida preñada siempre de romances y balbuceos frívolos.
Sin embargo, José Mário dos Santos Mourinho Félix, entrenador portugués del Real Madrid, es su contraparte en cuanto a odio generado por sus imbecilidades, particularmente con la prensa deportiva, árbitros y sus colegas, llegando a llamar ‘prostitutas intelectuales’ a los cronistas futbolistas de Italia cuando dirigía al Inter de Milán; y catalogar de necios a los cotizados coaches, Cancelotti, Spalletti y Ranieri, quienes no tuvieron más remedio que meterse en feudos con él para defender sus honras.
Ahora bien, su carácter de ogro no evita, aunque opaca, su maestría con la batuta, habiendo ganado varios cetros nacionales en Portugal, Inglaterra e Italia; y tres Copas de la UEFA, con Porto, dos veces, y el club milanés, en 2009.
Ahora mismo, Mou, que maña- na enfrenta al Barcelona en el Camp Nou, consciente de que una derrota le dejaría solamente con un punto de ventaja en la Liga de España, la más cotizada universalmente junto con la Premier de Inglaterra, continúa echándole hiel al Báyern de Munich, que le ganó 2-1 en la fase semifinal de la UEFA Championship, y ahora debe remontar en el Bernabeu la semana próxima, lo que no parece irreal, pero sí difícil y tortuoso por la calidad de los alemanes.
Causa sorpresa, y hasta estupor en cierta medida, que el Real Madrid, el equipo más prestigioso en el mapamundi, permita a Mou hacer y deshacer, sabiendo su directiva que sigue perdiendo popularidad allende océanos y mares, mientras él mantiene intacta su fama de aparatoso y necio, al revés de Pep Guardiola, elegante aun en la derrota del Barça contra Chelsea, 1-0, no empece a que jugó mejor a lo largo de los 90 minutos reglamentarios.
Mou, que habla seis idiomas: portugués, español, inglés, con fluidez; italiano, francés y catalán, es discípulo de Sir Bobby Robson, británico al que también sirvió de intérprete, pero no heredó su gentileza y don de gentes.
Ahora bien, no se dude de su talento y sus estrategias defensivas; así como su tarea de quitarle presión a sus jugadores y echarse encima cualquier maldición que surja en sus contras; o sea, que le fascina que se moulesten con él…