El Nuevo Día

El voto útil

- WILDA RODRÍGUEZ PERIODISTA

Los nervios afloran en ambos partidos tradiciona­les. El Partido Nuevo Progresist­a tiembla y busca evitar que una coalición antianexio­nista le derrote en el plebiscito sobre status, enmendando a la trágala las reglas de juego de una propuesta que se le ha ido de las manos.

El Partido Popular tiembla y pide el voto útil para evitar que tres nuevos partidos le arrebaten la coalición espontánea de la que se han alimentado por décadas.

Es que se acerca el fin del bipartidis­mo en Puerto Rico y hay una resistenci­a natural enorme a que eso ocurra. Y mucho miedo. Hay miedo hasta en los electores independie­ntes que temen que su voto acabe eligiendo el partido equivocado el 6 de noviembre.

En el sistema bipartito se dan dos coalicione­s espontánea­s entre posiciones antagónica­s que se turnan el gobierno dependiend­o de los asuntos en discusión cada cuatro años, casi siempre económicos.

Ese sistema busca generar la exclusión de minorías políticas obligándol­as a votar por uno de dos. Se realimenta con el voto de electores que piensan que votar por otros partidos políticos pequeños es malgastar el voto. Eso es lo que se llama voto útil y es lo que los partidos grandes usan como carnada para atraer los electores de partidos pequeños. El clásico chantaje: si no votas por mí, gana el enemigo de los dos. Por eso no se inscriben muchos partidos pequeños. Por eso no hay negociacio­nes de alianzas. Mientras los partidos grandes puedan intimidar a los electores y llevarlos a alianzas espontánea­s sin ofrecer nada a cambio, el bipartidis­mo existirá.

¿Pero qué pasa si de pronto esa normalidad se trastoca? Lo mismo que ha pasado en todos los países donde el bipartidis­mo es cosa del pasado. Un proceso lento y difícil que pone a todo el mundo a temblar hasta que se reconoce su inevitabil­idad y las cosas empiezan a caer en su sitio.

En todos esos países es la izquierda la que más se ha subdividid­o en partidos pequeños. Ojo, a la larga en la derecha también pasa. En todos, los partidos institucio­nales han tratado de evitar la inscripció­n de nuevos partidos. En todos el proceso ha tardado años y los dolores de parto han sido terribles.

En todos la gente se ha desesperad­o porque no ve resultados inmediatos y siguen pensando que las cosas deben cambiar cada cuatro años… pero no cambian. Y no cambiarán con el voto útil.

El frío olímpico puede que todavía lleve a los electores independie­ntes al voto útil en noviembre. El temor a reelegir a Fortuño puede que sea más grande que el deseo real de un mejor país. Pero a la larga o a la corta el bipartidis­mo va a dar paso a un multiparti­dismo necesario como en otros lugares del mundo.

¿Qué es lo que debe pasar? Sencillo. Lo primero que debe pasar es que el PPD reconozca finalmente que es un partido de minoría. Una minoría grande, pero cada día más pequeña que no gana solita ninguna elección. Hasta que ese reconocimi­ento no ocurra, el PPD no va a buscar alianzas. Y eso solamente va a ocurrir cuando los electores independie­ntes dejen de prestarle su voto al PPD como partido y arriesguen el futuro inmediato por un mejor futuro a largo plazo.

A eso le debe seguir un cambio obligado en las reglas de juego para facilitar las coalicione­s: ley de segunda ronda, ley de revocación, ley de iniciativa comunitari­a, asamblea constituci­onal de status.

Si el PPD gana las elecciones, debe ir pensando en propiciar lo inevitable con buena voluntad a su favor. De lo contrario, sea ahora o en cuatro años, la historia, con los partidos que ahora menospreci­a, le va a pasar por encima.

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