El Nuevo Día

Ahora es el momento

- SOANELL ESGUERRA KHALIL ■ EDAD: 17 AÑOS ■ CIUDAD: SAN JUAN ■ ESTUDIOS: CUARTO AÑO EN LA UNIVERSITY HIGH SCHOOL (UHS).

Es fácil posar la vista sobre un grupo de jóvenes y darlos por perdidos. Observar cómo se rompen el cuello mirando el teléfono celular que cargan con cuidado como si perderlo o soltarlo fuera letal. Se piensa que esta generación está apagada, pero como joven quiero que entiendan nuestra posición. Vivimos rodeados de problemas, tanto externos como internos. La economía está fatal; reina la violencia en cada esquina y no hablemos de nuestros cambios emocionale­s que nos quitan el sueño. Sufrimos por presión social, nos paralizamo­s por el miedo a perder la vida y nos intimidamo­s por los retos de crecer. Nos sobran razones para caminar cabizbajos a nuestro destino. Pero, yo no quiero ser un joven que no observa su entorno. No quiero ser parte de una juventud egoísta que como autómata estudia, trabaja y se reproduce.

Aspiro a cambios. Quiero mentes radicales que acepten el gran reto de revivir a la juventud puertorriq­ueña sumida en la indiferenc­ia y preocupada por asuntos artificial­es.

Vivimos más pendientes a que una tienda cierre en Plaza, a que cierren escuelas, limitando así oportunida­des de empleo y educación.

Nosotros, los jóvenes, poseemos más herramient­as valiosas que generacion­es pasadas, que aportaron grandes avances a la sociedad, sin tenerlas y, aun así, movilizaro­n masas.

La informátic­a y la globalizac­ión nos permiten expandirno­s por todo el mundo, y sin embargo nos quedamos mirando perfiles en las redes sociales.

Muchos jóvenes creen que la apor- tación a la sociedad comienza a partir de los dieciocho años. Un pensamient­o incorrecto pues somos parte de la sociedad desde el instante en que nacemos. Simplement­e no tenemos una mente alerta para procesar injusticia­s y desarrolla­r el pensamient­o crítico.

Nos dicen que somos el futuro, pero somos el presente y estamos perdiendo el tiempo. El desinterés y la desconfian­za ante una situación caótica en el país nos paraliza.

Creo que eso se puede mejorar con la presencia de la figura de un buen líder que no nos diga verdades a medias, que nos devuelva la fe en las institucio­nes y que provoque en nosotros los deseos de acudir a las urnas.

Precisamos de un líder transparen­te, capaz, un ente activo, con ideas novedosas que nos involucren.

Urgen líderes que nos guíen a un mejor país. Con fortaleza, que nos convenzan de que nuestro país puede mejorar. Que nos estimule a revivir la conciencia y que nos salve del marasmo y la indiferenc­ia. ¿Qué estamos esperando? Ahora es el momento de reaccionar.

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