Ahora es el momento
Es fácil posar la vista sobre un grupo de jóvenes y darlos por perdidos. Observar cómo se rompen el cuello mirando el teléfono celular que cargan con cuidado como si perderlo o soltarlo fuera letal. Se piensa que esta generación está apagada, pero como joven quiero que entiendan nuestra posición. Vivimos rodeados de problemas, tanto externos como internos. La economía está fatal; reina la violencia en cada esquina y no hablemos de nuestros cambios emocionales que nos quitan el sueño. Sufrimos por presión social, nos paralizamos por el miedo a perder la vida y nos intimidamos por los retos de crecer. Nos sobran razones para caminar cabizbajos a nuestro destino. Pero, yo no quiero ser un joven que no observa su entorno. No quiero ser parte de una juventud egoísta que como autómata estudia, trabaja y se reproduce.
Aspiro a cambios. Quiero mentes radicales que acepten el gran reto de revivir a la juventud puertorriqueña sumida en la indiferencia y preocupada por asuntos artificiales.
Vivimos más pendientes a que una tienda cierre en Plaza, a que cierren escuelas, limitando así oportunidades de empleo y educación.
Nosotros, los jóvenes, poseemos más herramientas valiosas que generaciones pasadas, que aportaron grandes avances a la sociedad, sin tenerlas y, aun así, movilizaron masas.
La informática y la globalización nos permiten expandirnos por todo el mundo, y sin embargo nos quedamos mirando perfiles en las redes sociales.
Muchos jóvenes creen que la apor- tación a la sociedad comienza a partir de los dieciocho años. Un pensamiento incorrecto pues somos parte de la sociedad desde el instante en que nacemos. Simplemente no tenemos una mente alerta para procesar injusticias y desarrollar el pensamiento crítico.
Nos dicen que somos el futuro, pero somos el presente y estamos perdiendo el tiempo. El desinterés y la desconfianza ante una situación caótica en el país nos paraliza.
Creo que eso se puede mejorar con la presencia de la figura de un buen líder que no nos diga verdades a medias, que nos devuelva la fe en las instituciones y que provoque en nosotros los deseos de acudir a las urnas.
Precisamos de un líder transparente, capaz, un ente activo, con ideas novedosas que nos involucren.
Urgen líderes que nos guíen a un mejor país. Con fortaleza, que nos convenzan de que nuestro país puede mejorar. Que nos estimule a revivir la conciencia y que nos salve del marasmo y la indiferencia. ¿Qué estamos esperando? Ahora es el momento de reaccionar.