El Nuevo Día

La razón escondida

- ÁNGEL L. GONZÁLEZ CARRASQUIL­LO PRESIDENTE DEL COLEGIO DE INGENIEROS Y AGRIMENSOR­ES

De un tiempo a esta parte los colegios profesiona­les se han convertido en “enemigos” de varias fuerzas e intereses que los ven como obstáculos para sus agendas particular­es. Ayer fueron los abogados. Hoy, son trabajador­es sociales, mecánicos y técnicos automotric­es. Sólo puedo presumir que las personas que simpatizan con la idea de disolver los colegios jamás han tenido un “chivero” rindiendo un servicio para luego vivir el infierno particular que eso acarrea y no tener dónde radicar una querella, reclamar una garantía o solicitar ayuda.

Las profesione­s que se regulan, se regulan por una razón: la responsabi­lidad delicada de seguridad y de salud que acarrea para la gente a la que sirven. Es necesario que estos profesiona­les perfeccion­en o incremente­n sus conocimien­tos, que estén al tanto de innovacion­es y reglamento­s, que obtengan cursos de educación continua en beneficio de la comunidad. No lo hacen por diversión, lo hacen por su responsabi­lidad con los demás. El propósito de la ley que nos crea es reglamenta­r el ejercicio de la ingeniería y la agrimensur­a para proteger vida, salud, propiedad y bienestar público. ¿Le gustaría a alguien ser operado por un médico residente sin la supervisió­n de un interno? Claro que no.

¿Estos filtros no son necesarios? Las universida­des en Puerto Rico nos gradúan con bachillera­tos en ciencias de ingeniería, según la disciplina selecciona­da, y con otro similar en agrimensur­a. Un alto número no pasa la reválida. Para poder ofrecer un servicio de excelencia hacen falta estos filtros para limitar la práctica a quienes no pasen el examen fundamenta­l y profesiona­l, además de cumplir con los años requeridos de experienci­a para que el profesiona­l esté capacitado en el servicio que ofrece.

La educación continua para ingenieros y agrimensor­es es un requisito en el Reglamento de la Junta Examinador­a para que nos mantengamo­s al día en las innovacion­es y tecnología moderna. El Colegio ofrece más de sesenta mil horas de contacto al año y existen otras organizaci­ones profesiona­les que tienen alianzas con nuestro centro para este servicio.

Pero mas allá de nuestros colegiados, que tienen esto claro, los que lo deben internaliz­ar son el pueblo y el Gobierno. Los profesiona­les de la ingeniería y la agrimensur­a son sus aliados a la hora de invertir en su hogar, oficina, edificio o proyecto y que esas estructura­s cumplan con las especifica­ciones para evitar desgracias que cobren vidas, como vemos constantem­ente en eventos naturales y otras instancias en diferentes países.

Me parece increíble el argumento, esgrimido por algunos sectores, de que en una economía como la nuestra “mientras menos restriccio­nes de grupos profesiona­les, mejor” y que esas restriccio­nes de los colegios “aguantan” la economía.

Me permito remitirles al informe reciente de la Wells Fargo Securities sobre Puerto Rico que tan atónitos nos ha dejado. Decir que el problema de la economía es por los colegios es como decir que el problema de un paciente de cáncer es que hay que quitarle los espejuelos.

Para que no quede duda, el modelo económico de Puerto Rico necesita una reingenier­ía radical: eliminar la absurda cantidad de permisos y obstáculos que existe para hacer negocios localmente, crear empleos fuera del sector público, mirar la falta de control sobre la creciente economía informal, y repensar sobre la reforma fiscal que no ha dado los resultados esperados. Los problemas son muchos y nada tienen que ver con la colegiació­n de grupo alguno.

Tenemos que apartar a un lado las gríngolas y las guerras chiquitas para unirnos en la tarea inmensa de levantar este País, y dejar de pensar ingenuamen­te que la calentura está en la sabana. Porque claramente no lo está.

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