La razón escondida
De un tiempo a esta parte los colegios profesionales se han convertido en “enemigos” de varias fuerzas e intereses que los ven como obstáculos para sus agendas particulares. Ayer fueron los abogados. Hoy, son trabajadores sociales, mecánicos y técnicos automotrices. Sólo puedo presumir que las personas que simpatizan con la idea de disolver los colegios jamás han tenido un “chivero” rindiendo un servicio para luego vivir el infierno particular que eso acarrea y no tener dónde radicar una querella, reclamar una garantía o solicitar ayuda.
Las profesiones que se regulan, se regulan por una razón: la responsabilidad delicada de seguridad y de salud que acarrea para la gente a la que sirven. Es necesario que estos profesionales perfeccionen o incrementen sus conocimientos, que estén al tanto de innovaciones y reglamentos, que obtengan cursos de educación continua en beneficio de la comunidad. No lo hacen por diversión, lo hacen por su responsabilidad con los demás. El propósito de la ley que nos crea es reglamentar el ejercicio de la ingeniería y la agrimensura para proteger vida, salud, propiedad y bienestar público. ¿Le gustaría a alguien ser operado por un médico residente sin la supervisión de un interno? Claro que no.
¿Estos filtros no son necesarios? Las universidades en Puerto Rico nos gradúan con bachilleratos en ciencias de ingeniería, según la disciplina seleccionada, y con otro similar en agrimensura. Un alto número no pasa la reválida. Para poder ofrecer un servicio de excelencia hacen falta estos filtros para limitar la práctica a quienes no pasen el examen fundamental y profesional, además de cumplir con los años requeridos de experiencia para que el profesional esté capacitado en el servicio que ofrece.
La educación continua para ingenieros y agrimensores es un requisito en el Reglamento de la Junta Examinadora para que nos mantengamos al día en las innovaciones y tecnología moderna. El Colegio ofrece más de sesenta mil horas de contacto al año y existen otras organizaciones profesionales que tienen alianzas con nuestro centro para este servicio.
Pero mas allá de nuestros colegiados, que tienen esto claro, los que lo deben internalizar son el pueblo y el Gobierno. Los profesionales de la ingeniería y la agrimensura son sus aliados a la hora de invertir en su hogar, oficina, edificio o proyecto y que esas estructuras cumplan con las especificaciones para evitar desgracias que cobren vidas, como vemos constantemente en eventos naturales y otras instancias en diferentes países.
Me parece increíble el argumento, esgrimido por algunos sectores, de que en una economía como la nuestra “mientras menos restricciones de grupos profesionales, mejor” y que esas restricciones de los colegios “aguantan” la economía.
Me permito remitirles al informe reciente de la Wells Fargo Securities sobre Puerto Rico que tan atónitos nos ha dejado. Decir que el problema de la economía es por los colegios es como decir que el problema de un paciente de cáncer es que hay que quitarle los espejuelos.
Para que no quede duda, el modelo económico de Puerto Rico necesita una reingeniería radical: eliminar la absurda cantidad de permisos y obstáculos que existe para hacer negocios localmente, crear empleos fuera del sector público, mirar la falta de control sobre la creciente economía informal, y repensar sobre la reforma fiscal que no ha dado los resultados esperados. Los problemas son muchos y nada tienen que ver con la colegiación de grupo alguno.
Tenemos que apartar a un lado las gríngolas y las guerras chiquitas para unirnos en la tarea inmensa de levantar este País, y dejar de pensar ingenuamente que la calentura está en la sabana. Porque claramente no lo está.