Agridulce fin de temporada
Más allá del talento de los músicos, la crisis incide en el repertorio sinfónico
EL ÚLTIMO CONCIERTO de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR) se llevó a cabo el pasado sábado en la Sala Sinfónica del Centro de Bellas Artes de Santurce. La “Sinfonía núm. 7” de Mahler, originalmente pautada para esta noche, se canceló, según explicó antes de comenzar el concierto el director titular de la OSPR, Maximiano Valdés, por falta de fondos suficientes para contratar a los músicos adicionales que la obra requiere, entre otras razones. Con todo el dinero que se derrocha en este país (los adefesios en el lado sur del Capitolio dan fe de ello), que la Corporación de las Artes Musicales no cuente con fondos para contratación de músicos es una vergüenza, y dice mucho del compromiso cultural del actual gobierno.
A pesar de la desilusión, el nuevo programa francés resultó una buena propuesta, comenzando con el “Concertino para flauta y orquesta”, Op. 107 de Cécile Chaminade, interpretado por Jonathan Figueroa, asistente de la flauta principal de la OSPR. El joven flautista ponceño cautivó al público y a los miembros de la OSPR, quienes aplaudieron con ánimo la impecable actuación de su colega. No era para menos: Figueroa mostró un virtuosismo ágil, una musicalidad muy natural y un sonido excelente. Lo mismo vale decir de su interpretación de “Syrinx” de Claude Debussy, una de las mejores piezas del repertorio de flauta sola, que Figueroa ofreció como “encore”.
“El mar (tres bocetos sinfónicos)” de Debussy es una obra afamada tanto por su descripción musical como por sus dificultades de interpretación. Ningún compositor ha logrado plasmar la sensaciones que produce el mar con tanta originalidad como Debussy. La interpretación de Valdés y la OSPR no estuvo exenta de problemas -la afinación de los chelos en el “divisi” del primer movimiento, “Desde el alba hasta el mediodía en el mar” (pero es un pasaje notoriamente difícil); el comienzo demasiado fuerte en la cuerda en el segundo movimiento, “Juego de las olas”; el tema de la trompeta en el tercero, “Diálogo del viento y el mar”- pero al fin de cuentas la belleza de la partitura brilló. El resplandor del sol meridiano en el primer movimiento fue particularmente eficaz, así como la ebullición del vórtice marino al final de la obra.
El contraste de la última obra del programa, la “Sinfonía en re menor” de César Franck, con la complejidad y sutileza de Debussy, no fue muy favorable al compositor de origen belga. Franck es un gran melodista, y su popular sinfonía está colmada de tonadas memorables, pero después de Debussy sonó simplón, ingenuo. Valdés y la OSPR ofrecieron una lectura un tanto académica de la obra. El arpa y el corno se destacaron en el “Allegretto”, pero la orquesta no parecía convencida de la propuesta franckiana. Comoquiera, con sus altos y bajos, ha sido una buena temporada de la OSPR para los amantes de la música.