Un sombrero que cubre muchas necesidades
El club cívico de damas de Caguas lleva tres décadas aportando al bienestar social
CAGUAS- Convencidas de que los actos de solidaridad y el trabajo comunitario para alcanzar el bienestar social son responsabilidad de todos, las damas cívicas de Caguas asumen su parte en las múltiples iniciativas que han desarrollado por los pasados 33 años.
Cada año, la presidenta electa toma el cargo con la encomienda de crear y poner en acción un nuevo proyecto que atienda las necesidades de algún sector de la sociedad. Con sus propios
LUNES ingresos y los recaudos de su tradicional Desfile de Sombreros -por el que son más conocidas- dejan un legado que ha ayudado a adolescentes en riesgo de usar drogas, jóvenes embarazadas y víctimas de violencia doméstica, entre muchos otros.
“Estemos donde estemos el gobierno, y cualquier gobierno, necesita apoyo porque no da abastos para identificar las necesidades de la gente. Y nosotras somos un grupo de apoyo que cooperamos y ayudamos”, explica Carmen Camacho, una de cinco expresidentas que junto a la recién electa dirigente del capítulo de Caguas del Club Cívico de Damas de Puerto Rico compartió con El Nuevo Día los proyectos comunitarios que realizan.
Esta organización de mujeres, que hoy agrupa a cerca de mil socias en toda la Isla, se originó en 1921 por iniciativa de la entonces primera dama de Puerto Rico, Estill Lewis Yager. Motivada por la visita de una amiga estadounidense, Archibal Hopkins, Yager reunió a un grupo de mujeres de alto nivel económico para crear proyectos filantrópicos que ayudaran a mejorar la calidad de vida de los puertorriqueños.
“En nuestra Isla existían solo dos estratas sociales... cuando ellas se sumergen en esa pobreza de esas otras personas se dan cuenta de esa realidad que no conocían”, destacó Lillian Fonseca, quien durante su presidencia, entre 1985 y 1988, colaboró con la creación de un centro de ayuda a adolescentes embarazadas que eran rechazadas por sus familias.
Ese primer grupo de mujeres ayudó a establecer un Cuerpo de Trabajadores Sociales, creó una estación de leche para alimentar a los niños pobres de Santurce y sembró árboles en varias avenidas de San Juan.
“Ese grupo de mujeres... eran de en-
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JUEVES rrollarse mangas y hacer labor. Se dieron cuenta que había unas necesidades”, explicó Camacho, quien en 1990 promovió, como presidenta del club, la creación del primer hogar para mujeres maltratadas de Caguas.
Hoy día las damas cívicas se han multiplicado y diversificado. Existen siete capítulos en toda la Isla a los que pertenecen mujeres de todos los niveles económicos, profesionales activas, amas de casa y retiradas.
Mantienen el uso de sombreros, que usan solo en ciertas actividades, y que se ha convertido en el símbolo de la organización, como recuerdo de sus inicios en el servicio comunitario y la labor voluntaria.
Las seis damas cívicas entrevistadas coincidieron en que su labor supera la entrega de donativos para involucrarse directamente con los proyectos que desarrollan.
“El servicio no es recibir unos dineros, el servicio tiene que tener el contacto humano para que la persona tenga dentro de su realidad, la que sea, que tenga ese contacto de la sensibilidad que le da la fe y la esperanza para seguir... y por eso nosotros existimos”, explicó la actual presidenta de la organización Myrna Trinidad.