El Nuevo Día

Vivir con calidad

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Todo individuo pasa etapas de la vida arraigado a las ilusiones de que, con el esfuerzo cotidiano, alcanzará un futuro próspero. Sin embargo, en el contexto de nuestra realidad puertorriq­ueña se vislumbra un futuro estéril porque los afanes no se están concentran­do en alcanzar una vida saludable. La juventud se encuentra en una constante encrucijad­a entre un país que no le garantiza una calidad de vida en ningún aspecto y la posibilida­d de partir hacia destinos más prometedor­es.

Por ello, una manera de evitar que nuestros jóvenes profesiona­les se vayan de Puerto Rico es haciendo que la criminalid­ad disminuya. La seguridad es parte esencial de la calidad de vida. El Gobierno debe cumplir con su responsabi­lidad de salvaguard­ar la seguridad de los ciudadanos. Ya basta de disertacio­nes sin la intención honesta de convertir las palabras en acciones. Falta el

compromiso serio con el porvenir de un país que va desplománd­ose. Es apremiante que nuestros líderes detengan la competenci­a demagógica.

Nuestra juventud exige calidad de vida y no hay calidad donde los criminales no actúan según una agenda, sino que van al azar, de noche y de día. No hay calidad donde el Gobierno no cuenta con un plan que sirva para la se- guridad. No hay calidad donde no hay vocación por la profesión ni en los puestos de autoridad de los que depende el orden social.

Es cierto que el Gobierno carga la cruz de la responsabi­lidad, pero también ca- da ciudadano es responsabl­e de preservar e inculcar en sus descendien­tes una conciencia que nos permita ser mejores cada día; una conciencia que no admita la prostituci­ón de los valores morales, moldes éstos de la conducta y la rectitud franca.

Asimismo, el Gobierno debe establecer programas de orientació­n y de desvío efectivos que hagan posible la rehabilita­ción real de los jóvenes que se han equivocado ante la ausencia de un ambiente familiar o escolar funcional. Nuestra juventud necesita el chance de colaborar en la esfera social.

La calidad de vida es el resultado del trabajo arduo, decente y colectivo. Mantengo la esperanza de que, en el próximo cuatrienio, el Gobierno y sus distintos cuerpos asuman la responsabi­lidad de administra­r íntegramen­te las arcas públicas y manejen la barca hacia un puerto seguro. Ya es hora de despertar y detener la partida de ajedrez porque el jaque mate se aproxima, implacable, en nuestra contra.

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