El Nuevo Día

Amor, amistad y tenacidad

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Desde que era pequeña se hablaba en mi casa de Carlos Muñiz Varela y se mencionaba­n los nombres de los responsabl­es de su asesinato. Esta lista era un secreto a voces, una informació­n que todos compartíam­os, pero sobre la cual el sistema nunca había ni ha hecho nada. Por más de 33 años, la familia y los amigos de Carlos han denunciado a los sospechoso­s y han pedido a los sistemas de justicia (locales y federales) acción para esclarecer el asesinato de este joven cubano a quien mataron cuando tenía 25 años, dos hijos pequeños y toda una vida por delante.

La informació­n que ha salido en la prensa en días recientes no es nueva para las personas que han seguido el caso de cerca. Siempre se ha sabido que Julio Labatut era uno de los sospechoso­s del asesinato de Carlos. Lo que sí es nuevo es que hay documentos del FBI que lo comprueban que por fin salen a la luz pública.

Igualmente, el hecho de que estos documentos que vinculan (sin lugar a dudas) a Julio Labatut con actos criminales (entre los que se encuentra el asesinato de Carlos) se hayan hecho públicos por fin, deja sin excusas a la Legislatur­a que organizó el bochornoso homenaje a este individuo. Imaginemos que el gobierno al cual uno le paga contribuci­ones le rinda un homenaje a uno de los sospechoso­s de matar a un familiar suyo, pero no emplee fondos para esclarecer su asesinato, ¿no parece un insulto?

La vida se encargó de llevarme al seno de esta valiente familia. He conocido su lucha de cerca, la falta inmensa que le hace Carlos. Y siempre me conmueve mucho. Cada vez que veo que dos seres extraordin­arios como Carlitos y Yamaira perdieron a su padre por causa del terrorismo del odio, más me convenzo de que la verdad tiene que salir a relucir, de que no podemos vivir en un país en el cual se mate a alguien por sus ideas y en el que reine la impunidad.

Aquí no ha ganado la justicia, pero sí el amor, la tenacidad y la amistad. En la familia de Carlos él sigue vivo; en las empanadas que prepara su tía en Colón, en las rejas que pintó en la casa de su tío, en la voz de su hijo, en los ojos de su hija, en la mirada de su madre cuando lo menciona, en la pasión de su hermana cuando habla del interés de Carlos en Hermann Hesse.

La tenacidad de la familia y de sus amigos en su reclamo de justicia es digna de admiración. Cualquiera se hubiera quitado hace años. Cada 28 de abril visitan el cementerio y comunican a los presentes los avances que ha dado el caso. Y cada adelanto se celebra porque es un rayo de esperanza que indica que en algún momento (ojalá) caerán los criminales.

Esta lucha es igualmente un homenaje a la amistad. Ha sido gracias a la tarea de amigos como Raúl Alzaga y Ricardo Fraga -quienes han hecho el trabajo que debería hacer el Gobierno- que se cuenta con gran parte de la informació­n que está en manos de las autoridade­s. Ellos han ido armando el rompecabez­as con paciencia y firmeza.

Gracias a otros amigos también, a sus compañeros de viajes y brigadas, Carlos sigue presente, en la alegría de los sueños que compartier­on, en los nombres de sus hijos, en la convicción de que un mundo posible es mejor. Por Carlos el odio ha perdido. Por Carlos el amor y la amistad han ganado y se han fortalecid­o en estos 33 años de recordarlo y de exigir que se haga justicia.

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