El Nuevo Día

No es fácil perdonar

- Escribe a caramia@elnuevodia.com

Perdonar es un arte. Requiere paciencia, seguridad, excelente autoestima y, sobre todo, confianza. Me refiero al perdón que suplica quien, en una relación, se ha portado mal, comete diabluras y luego quiere cariño y aprecio a borbotones. Borrón y cuenta nueva le dicen.

En teoría es muy fácil eso de perdonar. Sobran frases que solo las creen quienes las pronuncian, porque son tan cursis e imbéciles que no creo que una chica en el universo que se respete, luego que la dejan por otra, se crea algo así como “perdóname, es todo lo que puedo ofrecerte junto con mil años de amor y sinceridad”. ¡Por favor!

Y qué me dicen de “perdono, pero no olvido”. Entonces, ¿qué rayos haces volviendo con quien picó fuera del hoyo sino vas a olvidar la ofensa? Luego se la pasan una vida cocinándos­e en sus caldos, sacando el trapito sucio cada vez que pueden. ¿Para qué torturarse?

No creo en perdones. Mi mantra es “una falta y estás fuera”. Así de sencillo. Puede sonar duro, pero es que no se puede andar por la vida cometiendo faltas, soltar dos o tres lágrimas de cocodrilo y volver a lo mismo. Porque el detalle es que te piden perdón, te prometen villas y castillos y no pasa una semana y ya te la están haciendo. (Peor la segunda vez pues pierden el miedo.)

Hace unos días me encontré con Denise, una amiga de la infancia con quien no comparto a menudo, pero me mantengo al tanto de su situación personal por mis tías, que son amigas de su madre, y conocen vida y milagro de la población puertorriq­ueña. Por ellas me enteré que el esposo de Denise la dejó por una chica que conoció en una red social. Esperó el susodicho un viernes por la noche que salieron para un cine muy ‘chic’, ubicado en el corazón de la Milla de Oro, y allí en plena película, de esas denominada­s ‘film noir’, le soltó que quería el divorcio, pues amaba a otra mujer. (Me pregunto cómo es que mis tías conocían del detalle del género cinematogr­áfico.) En fin, que Denise lloró ríos, cayó en una depresión severa por la que casi pierde el empleo, pero se recuperó. Ganó peso, hasta un ascenso recibió y me cuentan las tías (quiénes más) que anda de novia con un arquitecto muy famoso.

Pues resulta que ahora el que no la quería y disolvió el matrimonio por “diferencia­s irreconcil­iables” se dio cuenta que la ama, que no puede vivir sin ella y que lo sucedido fue un “desliz sin serias consecuenc­ias”, palabras textuales, dichas por ella.

Tan veloz como ‘flash’ le dije que imaginaba que no volvería con él porque era imposible que perdonara a una persona que la había hecho sufrir tanto. Su contestaci­ón casi me hace levitar... de horror.

“Fíjate Cara, lo estoy pensando. Estamos hablando. Ayer me envío un arreglo con 24 rosas rojas que me dejaron sin aliento. Bendito, el pobre ya no sabe qué más hacer. Se la pasa llorando. Creo que vuelvo con él”, expresó con una dulce sonrisa en su rostro. ¿Y yo? Con ganas de tirarle en la cara el ‘smoothie’ de guineo y papaya porque lo de tarada debe ser producto de la ola de calor y de los polvos del Oriente.

“¿Qué crees Cara?”, preguntó con su dulce sonrisa. Tomé un sorbo del ‘smoothie’. “Mira cuquita, haz lo que tu corazón te dicte, pero recuerda que “el perdón es solo una palabra que hace sentir mejor a la persona que lo necesita, pero de qué sirve si tu corazón aún sigue dañado”.

No es mía la frase, pero es buena... ¿verdad? Ciao! ¿Perdonaste?

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