Muertos en vida
El pasado 13 de enero de 2012 perdimos a uno de los tesoros de nuestra vida. Ese día comenzó la pesadilla más horrenda que cualquier padre o madre puede vivir. Y de la cual no hemos podido despertar. Nuestra hija se convirtió en una víctima inocente del crimen. En nuestro caso perdimos dos: Marangely y Gerardo (a quien también amamos como hijo nuestro). Los novios de Ponce.
La situación se complica al pasar los días. Los medios masivos de comunicación enfocan sus esfuerzos en casos de alto perfil y de personas adineradas. Los que no pertenecemos a esos círculos, sin voz, hemos de tragar la angustia de una justicia que en su espera, desespera. Promesas, desinformación y tratos irreverentes por encima de lo ya acaecido parece ser lo que las instituciones que se supone ayuden nos tienen continuamente almacenado.
Quienes nos prometen seguridad y colocan cámaras para combatir el crimen también quedan en evidencia. Pues los proyectos que un día fueron motivo de fanfarria se dejaron de pagar, por negligencia o por irresponsabilidad. Además, las retiraron del lugar preciso. Cámaras pudieron haber ayudado en la identificación de los asesinos de nuestros hijos. Parece ser que hoy nadie sabe dónde fueron a parar los equipos adquiridos con fondos federales. Pero, ¿quién lo va a investigar?
Todas estas situaciones, y otras más, complican nuestro dolor. Estamos muertos en vida. Y cada otro falso profeta nos hunde más el puñal. Estos padres, que aún esperamos cada día la llegada de nuestra hija, y todas las madres y padres de víctimas inocentes del crimen deseamos que nuestra situación sea tratada como la de aquellos que viven desde los privilegios que dan las conexiones con el poder político, o el acceso que da el dinero. Nuestro dolor no es menos y nos urge igual necesidad de justicia.