El Nuevo Día

Alejadas las dos familias

No hubo contacto de Casellas con su suegra ni su cuñado

- POR YARITZA SANTIAGO CARABALLO yaritza.santiago@gfrmedia.com

FUE UN encuentro inusual y frío.

Pablo Casellas, acusado del asesinato de su esposa Carmen Paredes, se enfrentó ayer en el Tribunal de Bayamón con su suegra Aracelis Cintrón y su cuñado Joseph Paredes, pero no hubo contacto visual ni verbal.

El trío estuvo tres horas en la sala 601 donde se realizaría la vista preliminar contra Casellas, que fue pospuesta para octubre. Luciendo una colorida camisa de cuadros y el grillete electrónic­o en el pie derecho, Casellas entró a la sala a las 8:50 a.m. acompañado de sus tres abogados, mientras que unos 20 testigos citados por la fiscalía llegaban poco a poco.

Entre 25 y 30 minutos después, en pleno receso, llegaron a la sala la madre y el hermano de la víctima escoltados por alguaciles. Joseph entró con unas gafas oscuras que se tuvo que quitar.

Muchos de los presentes, excepto Casellas, observaron curiosos cuando madre e hijo se sentaron en el segundo banco con otros testigos, detrás de la mesa donde estuvo sentado Casellas. Apenas unos pocos pies separaban a este trío que en el pasado compartier­on en diversas actividade­s familiares.

En ningún momento de la vista, Casellas tuvo contacto con su suegra ni con su cuñado, quienes lo tuvieron a él todo el tiempo de espaldas. Ni siquiera durante la hora de receso que el juez concedió para que la fiscalía y a los abogados de defensa discutiera­n en otro salón asuntos del caso, Casellas giró su mirada hacia atrás.

Todo ese tiempo, Casellas estuvo solo en la mesa, tranquilo, callado, mirando solo hacia el frente. Durante ese receso, el acusado en ocasiones movía rápidament­e sus piernas, frotaba sus manos, y hasta a veces bostezaba.

Entre tanto, su suegra y su cuñado conversaba­n tranquilam­ente con otros presentes. Allí, no hubo sollozos, ni gritos. El ambiente, aunque un poco tenso, era de pura tranquilid­ad. En un momento, los testigos pasaron ante el juez para escuchar sus instruccio­nes, y aunque Casellas miró rápidament­e a su suegra y su cuñado pasar e integrarse al grupo, estos tampoco lo miraron.

Al culminar el proceso, las partes salieron rápidament­e por separado.

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