Presencia en la vida de nuestros hijos
SOY PADRE de tres hermosos niños y esposo de una grandiosa mujer. Tengo el alma destruida con la masacre sin sentido que sucedió hace unos días y como muchos de ustedes también he llorado al ver y leer cada detalle. Me he hecho multitud de preguntas a las cuales no encuentro respuestas. Hoy aunque sigo sin respuestas a esas interrogantes sí he comprendido algo. Mis hijos son un tesoro muy valioso y como custodio de ese tesoro es mi deber divino y fiduciario en la vida hacer que se conviertan en un legado para sus generaciones y las venideras. Es imperativo que nos convirtamos en protagonistas de la historia de nuestros hijos. Es con gran urgencia que necesitamos colocarnos en la posición correcta y asumir el lugar principal en la construcción del alma de nuestros hijos.
Es una responsabilidad indelegable. No le corresponde a los tíos, abuelos o maestros. Ni a la escuela ni a la iglesia. Me corres- ponde a mí, como papá o pamá. Sí, agradecemos la ayuda desprendida de todos aquellos que nos ayudan en la crianza de nuestros hijos. Pero, ya es tiempo que asumamos la posición protagónica en la vida de nuestros hijos.
El alma de nuestros hijos grita por nuestra presencia. Abracemos, disciplinemos, corrijamos, construyamos con nuestras manos sus destinos. Que cuando sean adultos y triunfen, veamos nuestras manos espirituales marcadas en sus almas como una huella.
Lloremos con el dolor de aquellos padres que perdieron en un instante a sus tesoros. Oremos por fortaleza y consuelo para sus almas. Nosotros que aún tenemos nuestros tesoros ya es momento de que nos levantemos de ese sueño, asumamos nuestro lugar, con amor, dedicación, esfuerzo y sin excusas nos convirtamos en los protagonistas de la historia de nuestros hijos.