Regresión
Una máxima democrática aconseja usar el voto como castigo cuando se quiera cambio porque, sin miedo al castigo electoral, el poder jamás cederá su costumbre de abusar de él. En Puerto Rico se da el fenómeno de que el pueblo castiga dejando de votar y, los que votan, se abstienen del castigo por lealtad a un partido o ideal.
La consecuencia es desastrosa. En 1995 creamos la figura del legislador “a tiempo completo” asqueados por eventos de corrupción que se dieron a la sombra de legisladores de medio tiempo con licencia para usar el poder a beneficio propio.
No tardaron mucho los “full-timers” en seguir los pasos de los “part-timers”, acumulándose tanto descrédito legislativo como para que en 2005, el pueblo votara eliminar el sistema bicameral, quizá pensando que era menos traumático culpar al sistema que a la clase política del País.
Aquella tímida advertencia no dio resultado. Ni siquiera le hicieron caso. La investigación del destape legislativo realizada por este periódico, revela que unos y otros, rojos y azules, han proseguido sus andanzas sin chispa de preocupación al castigo electoral.
De hecho, hay exlegisladores en prisión por delitos que se detectaron auditando informes financieros que el pasado cuatrienio no permitieron investigar, porque dicho registro fue castrado.
Lo trágico es que, tras conocerse los turbios hallazgos de la investigación de El Nuevo Día, los implicados en ocultar o falsear información financiera siguen convencidos en salir reelectos y hasta ambicionando candidaturas más altas, y que hay, en sus respectivos partidos, gente que apuesta a ellos.
¿Y los partidos? Bien, gracias. No se dan por enterados. No adoptan códigos de ética. No se enmiendan. No se avergüenzan del pasado ni del futuro por venir.
No hay que hacerlo. Después de todo, en el 2016 el pueblo hará una sola cruz.