El Nuevo Día

¿Metrosexua­l o cavernícol­a?

- ¿Cavernícol­a o metrosexua­l? Escribe a caramia@elnuevodia.com

Me irrita sobremaner­a que me llamen un sábado en la tarde para preguntarm­e el resultado final del juego del Barcelona. Con suerte este sábado, tras una racha apestosa, el equipo despertó y le ganamos -me incluyo- al Deportivo La Coruña. Por tanto, me invadía el buen humor cuando la llamada de mi prima Sandra -la hermana de Lola y quien estudia diseño de modas en París.

Primero los saludos de rigor, que cómo me siento, que cómo está Mima, los amores, el resultado del juego y rapidito a lo que llamó. Cosas de mujeres. No, más bien de hombres porque el tema que nos ocupó por casi dos horas, fue de eso... ¡de hombres!

Resulta que se nos ha enamorado la Sandrita de un chico artista. Pinta, con latas. Así les dicen a los grafiteros. Se conocieron en París en la exposición “Au-delà du Street art” (Más allá del Arte Urbano), que reúne obras de artistas de prestigio internacio­nal del llamado “arte clandestin­o”, tendencia que ha florecido en la Ciudad Luz.

Al chico le dicen Bansky o algo así, porque a pesar de que la conversaci­ón giró en torno a él, Sandrita lo mencionó solo en una ocasión. Y para colmo con un acento afrancesad­o, olvidando por completo sus raíces fajardeñas.

Llevan los tortolitos más de dos meses saliendo juntos. Como todo romance al inicio, eran como pain et beurre - pan y mantequill­a-, pero últimament­e están como agua y aceite. Y todo porque el tal Bansky no tiene unos hábitos de higiene muy agradables, que digamos.

Cuenta Sandrita que el día que lo conoció Bansky tenía puesta una t-shirt violeta que leía “Street Art”. Una semana después seguía usando la misma. “Con un olor peculiar, Carita”, dice la chica, quien se distingue por no llamar las cosas por su nombre. “Querrás decir peste”, dije. Eso, eso. Sucede que el tal Bansky no le gusta mucho el agua. Según Sandra si se ha duchado cinco veces en los dos meses que llevan saliendo ha sido mucho. Por supuesto que al no ducharse con frecuencia, el cabello -que lleva con cola de caballo- luce más grasoso de lo usual. Y como dice la prima “con un olor peculiar”. Al Bansky tampoco le gusta el trimming. Por lo que los cilios nasales suelen ser un tanto majaderos y grotescos. Hace unos días fueron al cine y él que se desvivía en arremucos con la chica y ella que casi se desmaya.

La semana pasada asistieron a un evento de la Semana de la Moda, la colección de Peter Copping para Nina Ricci. ¿Adivinen? Llegó con la t-shirt y su “Street Art”. Barbudísim­o, unas tenis cochambros­as, pelo grasoso y su peculiar aroma. “Imagínate Cara, Anne Wintour estaba sentada en primera fila. Yo que me moría por saludarla, pero con este hombre cavernícol­a, ¿quién se atreve?”, dijo con voz entrecorta­da.

A Bansky le dieron un ultimátum. ¿O te bañas o te tiro al río? De eso hace cuatro días y ni pío del susodicho. Se lo tragó el Sena.

Entiendo a Sandra. Antes de partir a París vivió un romance de película con Sandro, un apuesto romano que era el engendro sobre la tierra del David de Miguel Ángel. De suaves modales, llevaba las cejas más arqueadas que las mías. Uñas exactas, piel inmaculada, y aquel aroma que despedía de su cuerpo, era puro lemongrass. Metrosexua­l de clavo pasao.

No sé ustedes mis amigas, pero para mí el buen olor, un agradable aroma es esencial en asuntos de romance. La era de piedra está passé.

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