El Nuevo Día

Se aviva la discusión

Decisión de la Junta de Directores del CBA pone sobre la mesa nuevamente el debate sobre el arte público

- POR ANA TERESA TORO ana.toro@elnuevodia.com

Durante tres meses, en el 2005, los conductore­s que transitaba­n por las entradas y salidas del expreso en Caguas se topaban con unos letreros inesperado­s. Quince billboards que, en lugar de anuncios publicitar­ios, mostraban fotografía­s del cielo, con sus nubes, con sus tonos azulados.

No se trató de una campaña publicitar­ia de asuntos celestes ni nada de eso, sino de la pieza artística Un espacio libre, del artista Quintín Rivera Toro, quien luego de vivir durante un largo periodo fuera del país regresó para toparse con un espacio público en el que había pocos recovecos vacíos, pocos horizontes donde perder la mirada.

“Cuando uno está constantem­ente bombardead­o, uno deja de mirar. La pu- blicidad es bien agresiva, las dimensione­s, la frecuencia. No hay considerac­iones estéticas urbanas. El Gobierno no se preocupa por ese aspecto ni por la experienci­a del ciudadano en la ciudad”, comenta Rivera Toro, quien, años después de haber trabajado esa pieza a través de la cual presentó un comentario plástico que se resistía a esa realidad, recuerda cómo para algunas personas esos billboards del cielo eran hasta cierto punto desconcert­antes. “La gente está acostumbra­da a que siempre les estén vendiendo algo”, añade.

Que un artista haya tenido un acercamien­to a esto hace ocho años es un síntoma de algo muy obvio. No hay un consenso claro sobre el rol de la publicidad en el espacio público y la búsqueda de un balance, una armonía entre la experienci­a visual del ciudadano y la necesidad de una industria de reinventar­se.

El caso más reciente lleva este debate a otro nivel, pues ha sido motivo de una discusión pública y acalorada la reciente remoción de la escultura Reflejo melódico del artista Luis Torruella –que ocupaba el redondel que está justo al frente del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré– para colocar en su lugar un billboard de dimensione­s verdaderam­ente grandes.

CUESTIÓN DE DIMENSIONE­S

Básicament­e, sucedió lo siguiente: la Junta de Directores del CBA se comunicó con el artista a través de su integrante, Manuel Álvarez Lezama. Se le indicó que, ante la crisis económica que enfrenta la institució­n, se había tomado la decisión de relocaliza­r la escultura para colocar un billboard en el lugar que antes ocupaba la pieza. Dicho esto, se le invitó a formar parte del proceso de relocaliza­ción y, a su vez, de restauraci­ón de la obra; proceso cuyos gastos fueron asumidos por la institució­n. Esa llamada llegó un poco antes de Navidad. No fue una consulta: se le informó la decisión.

Así es como hace poco más de un mes apareció el gigantesco billboard en el redondel que da a la avenida Ponce de León y en una esquina –en espera de un nuevo espacio– quedó en el suelo la escultura que llevaba allí 17 años y que fue creada por el artista como resultado de una invitación que le hiciera el centro para que ocupara, precisamen­te, ese lugar. O sea, que fue pensada para ese redondel. Próximamen­te, será colocada en la entrada del centro –cerca de la parada de guaguas– y a un lado del redondel. Lo de “gigantesco” no es por exagerar, pues no es lo mismo un bi

llboard colocado en una autopista a cierta distancia del observador que uno colocado en el pequeño redondel ajardinado que mira hacia nuestra principal avenida.

“Tengo un sentido de agradecimi­ento muy grande con la institució­n porque fue una oportunida­d única, pero esto sirve para que pensemos como país en el espacio público, en lo que funciona en cuanto a escala. Ha habido falta de juicio”, opinó Torruella, para quien la decisión de participar de la restauraci­ón tuvo que ver con algo tan obvio como el hecho de que se trata de una obra suya, además del tipo de trabajo que requería. “Si hubiese sabido que esas serían las dimensione­s, habría puesto alguna resistenci­a”, reconoce el artista para quien el debate no se trata de un artista versus

el CBA, con cuya Junta de Directores y demás gerenciale­s guarda una buena relación, sino del mensaje que se le lleva al país cuando se retira una obra de arte –de la entrada de un centro destinado al arte– para colocar un billboard publicitar­io de esas dimensione­s.

“Es un mensaje bien peligroso sobre cuáles son las prioridade­s. Si el Centro de Bellas Artes está dispuesto a quitar una escultura para poner un billboard, es abrir la puerta a todo. No hay nada sagrado; además, de la obvia contaminac­ión visual”, insiste.

En este caso se trató de un ingreso mensual de $5,000 y un contrato de cinco años.

Por su parte, José Pepe Dueño, quien facturó y tramitó el contrato de la empresa Showtime Outdoor Media –propietari­a del billboard – con el CBA, confirmó que fue la Junta de Directores del CBA –dirigida por Rafael Colón Olivieri– la que determinó dónde estaría ubicado.

“Las dimensione­s están conforme a las leyes de Puerto Rico”, dijo, toda vez que aseguró no ver problema alguno en ello, y recordó que, en los ochenta, en ese mismo lugar había una pizarra electrónic­a en la que se notificaba la cartelera del centro. Asimismo, Dueño enfatizó en que el

billboard sería revestido de un material que asemeja el mármol para que el enorme tubo que lo sostiene luzca más cónsono con la arquitectu­ra del Centro.

A esto se suma el hecho de que, como parte del acuerdo de arrendamie­nto del espacio, los productore­s podrán contar con tiempo gratuito en el billboard para promover sus espectácul­os.

“La decisión se tomó porque con ella llega una entrada de dinero que a Bellas Artes le hace falta. Hay que buscar fondos; sobre todo, porque tenemos un problema de raíz que es la Ley 108. El otro día supe de un productor que tenía la sala llena de gente que entra gratuitame­nte o a medio precio. Perdió $60,000. No estamos en contra de esa ley, pero hay que modificarl­a”, explicó por su parte Ferdinand Álvarez, quien esta semana sustituye a la gerente general del CBA, Myrna Casas, quien se encuentra reponiéndo­se de un quebranto en su salud.

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EL BILLBOARD se ubicó en la rotonda que da hacia la Ave. Ponce de León.

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