Aburrirse es de aburridos
UN TIEMPO ATRÁS,
cuando no estaba completado el expreso de Arecibo a San Juan, cada viaje a visitar familiares de mi madre o ir de compras a Plaza Las Américas era...una experiencia diferente.
“¿Cuánto falta?, ¿falta mucho?, eran las grandes preguntas cada cierto tiempo en el camino. Llegar a San Juan, desde nuestra casa, podía tomar dos horas si había tapón. Eran dos horas eternas. Pero no había remedio. Ingeniárselas para pasar el tiempo de la forma más amena posible era una necesidad. Mis hermanos y yo jugábamos veo veo, contábamos los letreros, los carros azules, mirábamos las nubes, conversábamos y, por supuesto, nos molestábamos mutuamente. En fin, dejábamos correr la imaginación.
Ahora vivo en San Juan, pero mis padres y el resto de mi familia siguen en Arecibo. Así es que le toca a mi hija de seis años dar el viaje conmigo.
“Mamá, estoy aburrida”, me dice a veces cuando aún queda algún tiempo en el carro y ya hemos conversado, cantado, y jugado varios juegos inventados.
Entonces le digo una frase que ya conoce muy bien: “aburrirse es de aburridos”.
Al escucharla, ella casi nunca refuta. Por lo que puedo observar, parece haber entendido que, si se las ingenia, siempre tendrá algo que hacer. Sabe que, a veces, también es chévere- y necesario- compartir el silencio, observar alrededor, pensar en cualquier cosa, estar con ella misma.
Lo sé, porque la mayoría de las veces que se aburre en casa a los pocos minutos dejo de escuchar la queja. La sorprendo buscando en sus gavetas, escuchando música y bailando en su cuarto, escribiendo alguna carta, pintando o haciendo algún experimento. A veces me sorprende ella a mí al sacar sus marionetas para hacerme bromas o asustarme.
Recuerdo otro de esos viajes a Arecibo.
-“Mamá, estoy aburrida”. “Pues mira el paisaje. Mira ver qué cosa curiosa encuentras por ahí. Recuerda: aburrirse es de aburridos”. Hubo un silencio largo. Pensé que se había dormido, pero no. - “¡Mamá, mira el delfín!”. - “¿!Dónde!?. - “En las nubes”.