Ya el nene chocó el carro
La noche de las elecciones divulgué un comentario que corrió como pólvora en las redes sociales: “Ahora viene la parte ‘scary’. Le entregamos las llaves del carro al nene de la casa”. Pues ya el nene chocó el carro.
Le metió de frente a un “truck” mexicano en el Aeropuerto Internacional, se llevó la valla de Paseo Caribe y arrolló a Tito Kayak, y tiene todos los focos traseros rotos de tanto cantazo que le dan los bonistas y sus amigos para mantenerlo despierto en su carril. Ha cogido bien algunas curvas, pero el coche ya está que da pena. Y no podemos cambiar de chofer ni de vehículo hasta el 2016 aunque lleguemos en el chasis. Ése es el problema.
Mientras no cambiemos las reglas de juego estaremos condenados al círculo vicioso que nos impide hacer las cosas de manera diferente. Los que pueden revisarlas -los electos- prefieren ignorar su obsolescencia porque arriesgan su permanencia en el juego. Los que quie- ren entrar al juego están tan ocupados en sus propias agendas que ignoran que lo que urge es un consenso para obligar el cambio. Hay mucha crítica intrapartido, mucho arrepentimiento, pero a nadie se le ocurre tocar el nervio del problema.
Pregúntese por qué sabiendo que la Constitución nos obliga a estrangular a la población más vulnerable para mantener contentos a los bonistas, no se nos ocurre enmendar la Constitución para que el bienestar del pueblo sea la prioridad y aclarar eso de la deuda extraconstitucional.
Pregúntense por qué soportamos una Legislatura de dos partidos parecidos, cuando podemos tener una representación electoral proporcional que obligue acuerdos y balances.
Pregúntense por qué atacamos tanto a los partidos emergentes y la incapacidad de lograr coaliciones, cuando sabemos que todo se solucionaría con una segunda ronda eleccionaria que obligara las alianzas que estamos buscan- do.
Pregúntense por qué los gobernantes nos mienten descaradamente amparados en que son intocables por cuatro años, cuando eso se resuelve con una ley de revocación.
Pregúntense por qué los gobiernos se la pasan ignorando las alternativas a los problemas del país y lamentan falazmente que todos criticamos pero nadie presenta soluciones, cuando existe un mecanismo que se llama iniciativa ciudadana que nos permitiría legislar desde la calle por consenso de país.
Pregúntense por qué tenemos que plegarnos al “nos vemos de aquí a cuatro años”. Por qué tenemos que vivir atenidos a la voluntad voluble de los políticos de turno.
Los partidos que quedaron fuera del juego deben detenerse a pensar si no es momento de decretar un estado de necesidad, echar a un lado todo lo demás y meter cuerpo y alma juntos para obligar un cambio en las reglas del juego.
El propio Partido Popular –los sobe- ranistas y aliancistas dentro de ese partido al menos– deberían percatarse de que les conviene ese cambio. Sería estúpido pensar que el milagro de los panes y los peces se va a repetir cada cuatro año eternamente. Es más, para el 2016 puede que necesiten a gritos la segunda ronda, por ejemplo.
Los penepés que hubiesen dado cualquier cosa por revocar el mandato de Luis Fortuño, deben reconocer este estado de necesidad.
Los grupos de la sociedad civil deben convencerse que vale más unir fuerzas para cambiar las reglas de juego que esperar por unos políticos que le den la limosna de su empeño a cuentagotas.
Dalmau, Bernabe, Marilú, Carmen Yulín, Cox Alomar, González Cancel, Ricky Rosselló, Aníbal, Amárilis Pagán, Pedro Julio, Néstor Duprey, Díaz Olivo, Jay Fonseca y otros tantos que piensan el país: ¿no sería bueno unirnos en ésta? Cavilen antes de que nos quedemos en el chasis.