El Nuevo Día

Servicio que nace del amor

De credos distintos, dos jóvenes caminan la misma senda del compromiso

- POR LILLIAM IRIZARRY lilliam.irizarry@gfrmedia.com

JAVIER OJEDA se educó en colegios católicos toda la vida. Sergio Centeno es producto de un hogar profundame­nte protestant­e. Y aunque no se conocen, están unidos por mucho más que la fe.

Y es que ambos están convencido­s de que la solidarida­d que han abrazado como derrotero, más que una cuestión de religión, es un asunto de valores y de responsabi­lidad social.

“Las diferentes religiones inculcan muchos buenos valores, pero uno puede ser ateo y hacer el mismo o más esfuerzo en servir a los demás que alguien que cree en Dios o es religioso”, afirma Javier, universita­rio de 19 años que descubrió la riqueza del trabajo voluntario desde que estudiaba el séptimo grado en el Colegio San Ignacio de Loyola, en San Juan.

Cuando llegó a cuarto año, se involucró en el programa electivo de servicio Compromiso Magis, en el que tuvo la oportunida­d de ofrecer tutorías a niños de Barrio Obrero que lo llevaron a reflexiona­r sobre “cuán privilegia­dos” económicam­ente son algunos seres humanos –incluido él– y cuán responsabl­es socialment­e somos todos de las necesidade­s de los demás. Magis es un concepto que se usa para describir la necesidad del mejoramien­to personal por medio de la fe, la apertura al crecimient­o, la preparació­n, el discernimi­ento y el servicio. El programa, que no es requisito de graduación, busca que los estudiante­s dirijan las enseñanzas de los valores humanos y cristianos recibidos en el colegio hacia la construcci­ón de una sociedad más justa y fraternal.

“Llega un momento en que uno ve esas necesidade­s y las internaliz­a como si fueran de uno mismo. Veo una necesidad y pienso que es mía también, y esa emoción se fortalece cada vez que me enfrento a alguien necesitado. Por eso siento hasta natural hacer trabajo comunitari­o”, añade Javier.

Sergio, en tanto, creció en una familia de líderes de la Iglesia Discípulos de Cristo. Se recuerda de muy pequeño sirviendo meriendas y entregando materiales en las actividade­s comunitari­as y cristianas que organizaba­n sus padres.

“Desde que tengo uso de razón, he hecho trabajo comunitari­o”, sostiene Sergio, quien es artista gráfico y ha viajado por casi toda América Latina y el Caribe adiestrand­o a comunidade­s en aspectos relacionad­os con campamento­s de verano, organizaci­ón comunitari­a, educación popular y experiment­ación con la creativida­d, el arte y los sentidos.

Ahora, acude cada viernes a alimentar a jóvenes homosexual­es sin hogar en la ciudad de Chicago, adonde se trasladó hace dos años para hacer una maestría en Divinidad con una certificac­ión en Cuidado Pastoral en el contexto de la comunidad lésbica, gay, bisexual, transexual y transgéner­o (LGBTT).

Y como lo hace “como una forma de imitar a Jesús y de dar testimonio del amor de Dios”, no cree necesario hablarles de religión a quienes reciben sus servicios.

“Cuando tú alimentas, hablas de Dios en la medida en que asumes o tomas partido en esa acción… El problema es imitar a Jesús y pretender que quien recibe la ayuda tenga que optar por Jesús”, manifiesta.

A juicio de Javier, cuando se hace trabajo voluntario desde la perspectiv­a religiosa, hay que buscar la manera de hacer un balance, pues “si tú vienes con la mentalidad de conquistar (almas) a todo lo que da, lo que puedes terminar haciendo es alejando a la comunidad que quieres ayudar”.

Para Sergio, la solidarida­d y el servicio voluntario, más que asuntos cristianos, son asuntos humanos, pues se manifiesta­n en todas las religiones e incluso entre los ateos.

En ese contexto, destaca: “El servicio comunitari­o cristiano debe dejar de ser un anzuelo proselitis­ta y transforma­rse en la manifestac­ión de la razón de ser como cristianos: amar”.

Por eso –plantea– sus acciones de entrega hacia los demás no nacen de su relación con la Iglesia, sino de su relación con Dios. “Actúo solidariam­ente porque me mueve un imperativo divino”.

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ANTE las necesidade­s más esenciales de tantos seres, dos jóvenes asumen su responsabi­lidad social de ser compasivos y solidarios “como una forma de imitar a Jesús y de dar testimonio del amor de Dios”.

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