Puntería legislativa
Hemos de observar con mucho cuidado los estilos y los procesos analíticos que los legisladores de Puerto Rico utilizan para plantear ideas, para debatir, para rebatir y para manejar planteamientos contrarios. Una reforma legislativa profunda debe tomar en consideración el educar a los legisladores en protocolos congnitistas, de forma tal que la reflexión sobre las propuestas y la expresión de sus conceptos sea más clara, coherente, cristalina y original.
Cuando un legislador empieza a articular las razones por las cuales debe acuñarse una ley debería tomar el concepto general que va a tratar y dividirlo en categorías o grandes temas. Estos grandes temas pudiesen ser distribuidos en subtemas. Luego de ello el legislador en su análisis previo a la presentación, debe compulsar su pensamiento con legislaciones parecidas o relacionadas, tanto de Puerto Rico como de otras partes del mundo.
Ese legislador debe utilizar la información que está considerando para construir un hilo conductor que le permita a la hora de hablar no apartarse de la línea de pensamiento esencial y, si lo hace, que dicho hilo le permita regresar al análisis o a la exposición. Con frecuencia se observa a legisladores divagar y perderse en un marullo de ideas desconectadas, de retórica, de citas citables y de asuntos que ni siquiera tienen que ver con la esencia de la ley que pretende que se formule.
Estas exposiciones a veces parecen parte de conversaciones coloquiales de las que se escuchan en la plaza del mercado, carentes de rigor, lo cual que revela la falta de preparación, que debe ser requisito previo a la exposición de las ideas. Lo anterior es un planteamiento de buena fe para que la Legislatura incorpore estilos y procesos de análisis elegantes, coherentes, de alto nivel de pensamiento y de rechazo a los prejuicios que tanto contaminan el pensamiento.
Cuando un legislador quiera maximizar su turno cuando expone su punto de vista debe estar consciente del fenómeno que consiste en la ruptura de ideas, recomposición de ideas y recombinación de ideas. Estos procesos mentales, que dicho sea de paso, requieren adiestramiento, ayudan al legislador a refinar su pensamiento y a mirar dos focos muy importantes: el microfoco y el macrofoco.
Hay que añadir que el respeto se debe modelar en los debates legislativos de manera auténtica, porque en ocasiones se perciben griterías, insultos y desafíos de carácter físico cuando dos o más personas no están de acuerdo en los puntos que se plantean.
Una reforma legislativa que no está fundamentada en la reeducación no va a lograr grandes cosas porque es necesario tolerar ideas contrarias, mientras se salvaguarda el criterio propio y el legislador evita la rendición a los pedidos políticos partidistas que, en ocasiones, provocan que buenas intenciones sean rechazadas, aun cuando redundarían en el bien común, por el mero hecho de que dicha idea no es bien recibida en la "micro-mente" del partidismo político.
Esta reforma legislativa, planteada desde el punto de vista psicopedagógico, propone un cambio de imagen real, no una cirugía estética que deje a nivel superficial los cambios fundamentales que deben llevarse a cabo en nuestra Casa de las Leyes.
La presente Legislatura tiene una oportunidad única de cristalizar en la mente de los ciudadanos vías idóneas que permitan preservar los derechos de todos los puertorriqueños y que procuren crear leyes que marquen los límites, los deberes, los derechos y los privilegios que todos merecemos disfrutar.
La justicia es el centro del proceso legislativo y por ende las leyes tienen que ser transparentes, contundentes, inclusivas, reflexivas y promotoras de conductas apreciadas en nuestra sociedad al tiempo que disuaden las transgresiones. En resumen, la reforma legislativa no es sólo materia de dietas, de teléfonos celulares o de carros, sino materia de reeducación del pensamiento como parte de la práctica legislativa y de servicio real patriótico, auténtico, sensible y equitativo.