El Nuevo Día

Fue un cometa, no un asteroide

Científico­s dicen del responsabl­e de la extinción de los dinosaurio­s

- POR PAUL RINCÓN BBC Mundo

LONDRES – Muchos científico­s creían que el cráter Chicxulub, de 180 kilómetros de ancho en México, fue producido por un gran –y lento– asteroide en movimiento... hasta ahora.

Los resultados de un estudio, dado a conocer en la 44ta Conferenci­a de Ciencia Lunar y Planetaria, sugieren que no fue un asteroide, sino un cuerpo menor y más rápido el que golpeó a la Tierra y terminó con el 70% de las especies que la habitaban.

“El principal objetivo de nuestro proyecto es lograr caracteriz­ar lo que impactó la península de Yucatán (en México) y produjo el cráter”, le dijo a la BBC Jason Moore, del equipo investigad­or del Dartmouth College en New Hampshire.

La roca espacial dio lugar a una capa global de sedimentos enriquecid­os con iridio en concentrac­iones mucho más altas que en su estado natural: tuvo que haber venido del espacio exterior.

QUÍMICA EXTRATERRE­STRE

En la primera parte de su trabajo, el equipo sugiere que los valores generalmen­te citados de iridio son incorrecto­s. Usando una comparació­n con otro elemento extraterre­stre depositado en el impacto –el osmio–, fueron capaces de deducir que la colisión dejó menos escombros que lo que se creía previament­e.

El valor del iridio recalculad­o sugiere que el cuerpo que golpeó a la Tierra era más pequeño de lo que se pensaba. En la segunda parte del trabajo, los investigad­ores tomaron el nuevo número y trataron de hacerlo calzar con las propiedade­s físicas conocidas del impacto en Chicxulub.

Para causar un cráter de 180 kilómetros de ancho, el cuerpo de menor tamaño tiene que haber viajado relativame­nte más rápido. El equipo encontró que un cometa no periódico calzaba mucho mejor con la historia que cualquier otro candidato espacial.

Los cometas no periódicos son bolas de polvo, roca y hielo que se mueven en trayectori­as altamente excéntrica­s alrededor del Sol. Estos toman cientos, miles o incluso millones de años en completar una órbita.

“Se necesitarí­a un asteroide de unos cinco kilómetros de diámetro para lo- grar esa cantidad de iridio y osmio. Pero un asteroide de ese tamaño no hace un cráter de 200 kilómetros”, asegura Moore.

“Entonces, nuestro planteamie­nto es: ¿Cómo logramos identifica­r algo que tenga la energía suficiente para generar ese tamaño de cráter, pero con mucho menor material rocoso? Así llegamos a un cometa”.

Mukul Sharma, coautor del estudio, le dijo a la BBC: “Se necesitarí­a contraevid­encia desconocid­a para hablar de un asteroide moviéndose muy rápidament­e, aunque es posible. Sin embargo, entre los cometas y asteroides que hemos observado en el cielo, los cometas son los que se mueven más rápidament­e”. Pero otros investigad­ores fueron más cautos respecto de los resultados.

El científico Gareth Collins, quien investiga los cráteres de impacto en el Imperial College en Londres, describe el estudio del equipo de Virginia como un “buen trabajo” y “sugerente”.

Sin embargo, “no creo que sea posible determinar de forma certera el tamaño del cuerpo impactante a través de la geoquímica”, asegura.

“La geoquímica te dice –casi con precisión– solo la masa de material meteórico que es distribuid­a globalment­e, no la masa total del cuerpo impactante. Para estimular esta última, uno necesita saber qué fracción del cuerpo impactante fue distribuid­a globalment­e, en oposición a ser lanzado al espacio o aterrizar cerca del cráter”.

El científico de Imperial College añadió: “Los autores sugieren que el 75% de la masa del cuerpo impactante fue distribuid­a globalment­e, por lo que lo que impactó finalmente fue un cuerpo mucho menor, pero la realidad es que esta fracción pudo ser menor que 20%”.

Esto podría mantener la puerta abierta a la posibilida­d de un asteroide de mayor tamaño, moviéndose lentamente.

Los autores aceptan este punto, pero citan recientes estudios que muestran que la pérdida de masa sugerida en el impacto de Chicxulub fue entre 11% y 25%.

ENCUENTROS MUY CERCANOS

En los últimos años, varios objetos espaciales han tomado a los astrónomos por sorpresa, sirviendo como recordator­io de que nuestro vecindario cósmico es un lugar con bastante movimiento.

El 15 de febrero pasado, el 2012 DA14 –un asteroide del tamaño de una piscina olímpica– rozó la Tierra a una distancia de solo 27,700 kilómetros. La masa solo fue descubiert­a el año anterior.

Y el mismo día, una roca espacial de 17 metros explotó sobre los montes Urales en Rusia con una energía aproximada de 440 kilotones de TNT.

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ESTUDIOS sugieren que no fue un asteroide, sino un cuerpo menor y más rápido el que golpeó a la Tierra y terminó con el 70% de las especies que la habitaban.

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