El Nuevo Día

Cosecha de peces en tierra

Grupos de pescadores hacen uso de la maricultur­a y la acuicultur­a para satisfacer la demanda de pescados y mariscos

- POR SANDRA CAQUÍAS CRUZ scaquias@elnuevodia.com

LAJAS - Martín Santiago y Christian Serrano se tiraron a la charca, empuñaron la red que estaba extendida en la orilla y la arrastraro­n por el agua, atrapando a su paso a decenas de peces basa y camarones de agua dulce que se crían en el lugar.

Era poco más del mediodía en la finca Caribe Fisheries, en Lajas, cuando ambos hombres recogían la crianza de peces en charcas de agua dulce, un proyecto privado conocido como acuicultur­a a través del cual se busca satisfacer la demanda de cierto pescado que actualment­e se produce a baja escala en la Isla.

“Es más fácil que ir al mar a pescar”, soltó Michael McGee, propietari­o de esta empresa, antes de sumergir sus pies en la charca y agacharse –junto a Santiago y Serrano– para agarrar con sus manos la cosecha. “Cada pez pesa unas dos libras”, estimó McGee con una sonrisa que mostraba el orgullo de un trabajo bien realizado.

Y es que la cosecha de los peces es el fruto de una tarea ardua que les tomó a estos pescadores cerca de 10 meses y que, precisamen­te, cobra mayor relevancia cuando entramos en una importante conmemorac­ión para los cristianos: la Semana Santa. Para muchos un tiempo de abstinenci­a y sacrificio­s, en donde los católicos, por ejemplo, no acostumbra­n consumir carnes rojas y optan por comer pescados.

Ni Santiago ni Serrano pescan en alta mar; tampoco estudiaron acuicultur­a, pero McGee, quien tiene preparació­n en ese campo, les ha enseñado lo que conoce.

La faena de Serrano y Santiago, de 26 años y 45 años de edad, respectiva­men- te, inicia al amanecer cuando se internan en un vivero donde se reproducen las llamadas ‘semillas’, que no es otra cosa que los peces recién nacidos que cultivan en pequeños estanques construido­s en la planicie del valle lajeño.

La crianza de esas semillas dura unas dos semanas. Al cabo de ese tiempo, estos dos laboriosos pescadores se encargan de trasladar los peces y camarones a la charca para juveniles, el lugar donde continúan su ciclo de crianza y alimentaci­ón con una mezcla especial compuesta de soya, maíz y harina de pescado.

Una gran cantidad de esos peces basa son vendidos para ser utilizados en peceras. Otros son trasladado­s a charcas de 180 pies x 60 pies para que continúen su etapa de crecimient­o y puedan ser comestible­s.

El trabajo que realizan estos acuicultor­es sirve de alternativ­a para suplir, durante todo el año, la oferta de pescado que no ofrece el mar.

“No podemos decir que en Puerto Rico vamos a aumentar la pesca (tradiciona­l) porque ya está en su límite”, aseguró McGee, quien mercadea su cosecha a pequeña escala.

Al igual que la acuicultur­a, en Puerto Rico también se desarrolla la maricultur­a, el cultivo de organismos marinos bajo condicione­s artificial­es, un proyecto que también busca ser una alternativ­a de empleo para los pescadores.

Alexander Hernández y su esposa, Jazmín Seda, forman parte de un grupo de cinco pescadores de la Villa Pesquera El Corozo, en Cabo Rojo, que cultivan colirrubia­s y boquicolor­ado en estanques como parte de un proyecto que auspician el programa Sea Grant y el municipio de Cabo Rojo, y que cuenta con la colaboraci­ón del Departamen­to de Recursos Naturales y Ambientale­s.

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 ??  ?? MARTÍN Santiago, Christian Serrano y Michael McGee recogen con orgullo los peces cosechados en 10 meses de trabajo en una charca del valle de Lajas.
MARTÍN Santiago, Christian Serrano y Michael McGee recogen con orgullo los peces cosechados en 10 meses de trabajo en una charca del valle de Lajas.
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LA RED es lanzada a la charca y arrastrada para capturar a su paso peces basa y camarones de agua dulce.

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