La sabiduría de las fracturas
Esta semana culmina, en el Museo del Antiguo Arsenal de la Marina Española, la exhibición No vamos a llegar, pero vamos a ir de Víctor Vázquez
¿REALMENTE VIAJAMOS hacia atrás cuando recordamos? ¿O es la memoria un ir que siempre se disfraza de un volver? Sí y no. No y sí.
No se trata de juegos de palabras con los que la filosofía ha tratado muchas veces, sino de pensar en que muchos elementos de nuestra identidad colectiva e individual se cimentan en cómo armamos la memoria del nosotros y del yo. ¿Soy lo que recuerdo, lo que he vivido, lo que aprendí? ¿O soy mi resistencia a todo ello? Las respuestas a estas preguntas han de ser igual de ambiguas que las anteriores, pero lo saludable es no parar de preguntárselo. La invitación más reciente a ello en la plástica puertorriqueña nos llega de la mano del artista Víctor Vázquez, quien a principios de febrero presentó la exhibición No vamos a llegar, pero vamos a ir en el Museo del Antiguo Arsenal de la Marina Española, en La Puntilla en el Viejo San Juan.
Esta, su vigesimoquinta exposición individual, presenta una serie de obras en formato variado, pero de corte totalmente contemporáneo (instalaciones, fotografías, objetos intervenidos) a través de las cuales presenta algo así como una mirada física, arquitectónica y corporal a las muchas capas de memoria que acumulamos como sociedad y co- mo personas privadas. En las capas sobre capas de nuestros recuerdos personales está la capa sobre capa de la memoria colectiva.
El pie forzado para esta reflexión, vinculada al tema de la identidad tan presente en su obra, fue un edificio abandonado en el Viejo San Juan. Así las cosas, durante alrededor de dos años, Vázquez se mantuvo visitando la estructura del siglo XVII, tomando fotografías (su modo de hacer bocetos), interviniendo el espacio con elementos y generando diálogos en las ruinas que le permiten hacer un comentario plástico sobre la ciudad, la estructura como un cuerpo y la ruina como reflejo del deterioro social, entre otras metáforas
posibles.
“Era como una meditación entrar al lugar. Los objetos que había allí me proveían la materia prima para empezar a soñar con lo que quiero decir, para resignificar el espacio”, comenta el artista mientras realizamos un recorrido por la exposición.
“Básicamente, reconstruí el edificio aquí”, explica Vázquez mientras vamos viendo cómo en una sala podemos apreciar una contundente pila de ladrillos, cada uno identificado y codificado com un número, como un archivo histórico vivo y lleno de fisuras.
“Lo contemporáneo es una fractura: construimos y deconstruimos lo que nos pertenece, lo impuesto; lo que somos es una huella sobre una huella... Hay una dicotomía entre la realidad, entre lo que soy y lo que no, y ahí se genera el conflicto. Está el blanco, el negro, la flaca, la gorda, el lindo, el feo. Son definiciones que vienen con la cultura y nos inhiben de ser personas completas”, propone el artista con relación al concepto de identidad como una gran fractura que se va reconstituyendo con cada vuelco de la memoria, algo así como esos bloques codificados que en cada movimiento reestructuran el archivo y dan paso a una nueva versión de la realidad.
Un tema central en la obra es el lenguaje y cómo nos vamos construyendo a través de él. Por ello, desde la entrada, nos topamos con palabras y frases como “I am” y otras igualmente provocadoras que nos invitan a escuchar a las paredes que hablan: la ciudad como un espejo del yo y viceversa. En fin, que deberíamos escuchar más atentamente los espacios que habitamos.
“Otra lectura es la belleza en ese estado de descomposición”, propone y destaca igualmente el concepto del palimpsesto, que se repite a lo largo de la muestra, esa imagen de esa tablilla antigua sobre la cual se podía borrar –siempre dejando marcas de lo anterior– para volver a escribir.
“Es algo que se remonta a la época medieval. Escribían sobre otra realidad, la nueva”, dice.
Hoyos negros, cajas vacías y la ruina como espacio de refugio son otras de las imágenes centrales y metáforas con las que trabaja el artista, cuyo lente se acerca a las fisuras de la estructura con una intención clara que, como describe el curador Simoné Madera: “Frente al lente del artista, la estructura decadente se nos revela como un testigo aparente que nos invita a reflexionar quiénes hemos sido y quiénes somos ante su presencia”.
Es un camino dual. “La ciudad se encuentra en ti y viceversa”, finaliza Vázquez dejando claro que reconstruir la memoria sin sus fracturas, sin la posibilidad de siempre reescribirse, es un intento fútil pero –siempre– humano.
La muestra permanecerá en el museo hasta la semana próxima y viajará a Miami en septiembre.