Doña Rosa celebra sus 100 años al son de mariachis
Se destacó por su ‘espíritu libre’ y su independencia
CONOCIDA POR ser una mujer vivaracha, independiente y alegre, aún a sus 100 años Rosa Medina Hernández sigue haciendo de las suyas.
Ayer, cuando sus familiares y allegados se aliaron para celebrarle su cumpleaños, doña Rosa decidió tomarse una siestecita y pasar parte de la fiesta en los brazos de Morfeo, conocido en la mitología griega como el dios de los sueños.
Temprano en la tarde de ayer doña Rosa, quien desde hace poco más de dos semanas reside en el hogar First Class Home Care, en Carolina, dormía plácidamente en un sillón de madera. Varios familiares y personal de la vivienda de ancianos intentaban despertarla, sin éxito.
Ni la visita del “gordito penepé” que mandó a buscar, que resultó ser el representante Johnny Méndez, o del mariachi Dioscoro Hernández, quien le cantó las canciones mexicanas que tanto le gustan, lograron despertarla.
Pero eso no impidió que su sobrina menor, Rosa Toraño, se encargara de dar a conocer los dotes de su tía favorita, oriunda de Jayuya.
“Ella guió hasta hace año y medio y vivió sola hasta febrero de este año, cuando se enfermó de hospital por primera vez con bronquitis, anemia y alta presión”, dijo Toraño, de 67 años, quien resaltó la fortaleza de su tía al recalcar que ya a los cinco días esta fue dada de alta del hospital.
Según relató, su tití fue maestra de quinto grado en un barrio de Caguas y luego laboró como secretaria de Jaime Benítez cuando este fungió como rector del recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Posteriormente fue secretaria en el Centro Nuclear de la UPR hasta que se retiró varios años antes de cumplir los 60.
“Siempre fue muy independiente. Ese ánimo de vivir siempre lo tuvo. Era el
“espíritu libre” de la familia, corrió caballos, nadó en los ríos. Era la tía alegre, creo que eso la ha ayudado a vivir tanto”, sostuvo sobre la hija de un profesor jayuyano y un ama de casa que administraba desde su hogar el cine y el hotel del pueblo.
Tras su retiro, doña Rosa, quien sobrevive a sus tres hermanos, a los dos esposos que tuvo y al hijo que adoptó, se ha mantenido activa entretenida con sus matas, tejiendo el frivolité (variedad de encaje) que tanto le gusta o resonando su güiro.
Ha sido en los últimos meses, cuando doña Rosa enfrentó un diagnóstico de demencia tipo Alzheimer, que ha requerido el cuidado de una enfermera las 24 horas del día, lo que la llevó, por decisión de los sobrinos que se encargan de cuidarla, a ser ingresada a un hogar de ancianos.
“Estas casi tres semanas que lleva con nosotros han sido de adaptación. Ella es superágil, conversadora y canta bien bonito. Se baña sola, come sola. Es bien activa”, dijo Abigail Acevedo, dueña del hogar de ancianos donde doña Rosa ahora reside.
La empatía del personal del hogar hacia doña Rosa era evidente ayer cuando las enfermeras que la cuidan allí la motivaban a pararse del sillón, cantar y bailar “hasta abajo”.
“Por la mañana, todos los días, ella siempre se pone su polvo, blush y lipstick y se peina. Es bien alegre y juguetona. Hace muchos chistes, baila y teje. Es un amor”, dijo la enfermera Miriani Rivera.
Antes de que los medios de comunicación que documentaban su cumpleaños número 100 se marcharan, la centenaria mujer dio unos pasitos de baile con la ayuda de la dueña del hogar y cantó varias líneas de las canciones que entonó el mariachi.
“Muchas gracias por haber venido”, dijo doña Rosa, quien sentada en el sillón de madera, ataviada con un conjunto de falda y blusa, sus uñas pintadas de rojo y luciendo un poco de maquillaje en su rostro, celebraba a su manera sus cien años de vida.