Amiguitas... ¡a volar!
La Monín me tiene una tripa hinchá. Creo que les comenté que anda de novia con un dentista y que me tiró al río -como al monstrito de Yaris. Ni caso me hacía.
Pues ahora, es todo lo contrario. Me llama para cada tontería. Que si está con el novio en Piñones comiendo alcapurrias, llama para preguntarme si las que prepara mi tía Tina son de yautía o plátano. Si andan de compras por Nueva York, llama para preguntarme en dónde fue que compré el perfume Chanel No. 5, ¿Bloomingdales o Saks? En Plaza, Monín.
Pero eso es bobería, ahora me acosa con las constantes fotos. “Acurrucaditos en Times Square”; “De pretzel en Central Park”; “Dieta del colesterol en Piñones”... ¡Estoy harta! Suficiente con que postee su vida en Facebook, ¿pero que me la envíe? Por favor.
Hace unos días nos reunimos, Monín -porque el jevis andaba de convención-; Raquelita, la prima Lola y yo. Con la primera margarita, Monín monopolizó la conversación. ¿El tema? Su novio, su dentista. Habló del efecto del ácido en los dientes, de los dientes amarillos, del tratamiento que cuesta un ojo de la cara... A todo esto, las otras chicas pegadas al celular. Como avestruces en el nido. Con el cuello doblado, enviando textos, chequeando el Facebook, tuiteando. En su único monólogo móvil, risita por aquí, risita por allá.
¿Y yo? Pintada en la pared, tragando hondo, cocinándome en mi caldo, hasta que no pude más y les solté la perorata. Las increpé, con coraje y con razón. “¡Qué caramba hacen aquí! Esto es una falta de respeto. Cada una pegada del celular y tú Monín que no te callas, hablando solo del novio. Eso no se hace, quién las ve cuando necesitan apoyo, un hombro donde llorar, llaman mil veces”.
Como era de esperarse, se ofendieron. Pidieron la cuenta y se fueron. Me dejaron sola. Bueno, ni tanto. Al cabo de media hora llegó un chico de lo más agradable, del que luego les contaré.
Puede que me haya quedado sin amigas -ninguna me contesta las llamadas. Pero, no es correcto. Las amigas son como los novios, se creen que te tienen segura y te obvian cuando les viene en gana. Pues no.
Si es noche de chicas, los ‘celus’ se guardan en el fondo de la cartera. No sin antes quitarle el timbre. ¿La atención? ¡Para todas! Esto es “quid pro quo”... dando y dando, pajarito volando.