El Nuevo Día

“EL TIEMPO VA A SER MÍO”

El preso político boricua Oscar López habla desde el encierro

- POR JOSÉ A. DELGADO jdelgado@elnuevodia.com

WASHINGTON – Al prisionero político puertorriq­ueño Oscar López Rivera su largo encierro le ha hecho apreciar cada minuto en el que puede hablar con su familia, contestar una carta o dibujar.

Después de 32 años en cárceles estadounid­enses, su esperanza de volver a pisar Chicago (Illinois), donde logró entender a su Puerto Rico, y San Sebastián, donde nació y se crió, está más vigente que nunca.

Pero mira el proceso sobre su solicitud de clemencia al presidente Barack Obama con el mismo tesón que aprendió durante sus 12 años en solitaria, reconocien­do que puede tener que estar otra década más en la prisión de Terre Haute (Indiana), donde, a pesar de la notoriedad de su caso, sigue siendo el prisionero 87651-024.

“Me tienen preso, pero el tiempo va a ser mío”, dijo ayer López Rivera, de 70 años, en una entrevista telefónica con

El Nuevo Día.

López Rivera piensa que durante las últimas tres décadas el verdadero sacrificio ha sido el de su familia.

El amor hacia su hija y su nieta se forjó desde la distancia y la separación obligada que han tenido, primero por sus años en la clandestin­idad y luego por su larga condena.

Su hija Clarisa, de 42 años, quien reside en Puerto Rico y ha tenido a su padre en prisión o la clandestin­idad durante casi toda su vida, viaja a verlo unas dos veces al año. Su nieta, Karina, quien se acaba de graduar de sicología y biología, lograba visitarlo con más frecuencia por haber estudiado en la Universida­d de Chicago.

La mayor parte de la comunicaci­ón con su familia, abogados y amigos se hace por teléfono y mensajes electrónic­os que –siempre revisados por sus carceleros– puede enviarles.

“Tenemos una relación muy bonita. Vengo de una familia bastante unida y eso ha ayudado mucho, especialme­nte con mi hija y luego con mi nieta. A uno le hace una falta enorme la familia. Ni me imaginaba que la relación se iba a forjar bien. Hay mucho amor entre nosotros”, indicó.

Sentenciad­o a 70 años de cárcel sin haber sido convicto de matar a alguien, la fecha de su liberación, según el Negociado de Prisiones de Estados Unidos, sería el 26 de junio de 2023, cuando habría cumplido 42 años en prisión.

Llegó a Chicago de la mano de sus padres cuando tenía 14 años. Y en esa ciudad aprendió a tener pensamient­o crítico, en momentos en que cobraba forma la lucha por los derechos civiles y leía letreros de restaurant­es que gritaban racismo hacia las personas de origen mexicano –‘dogs or mexicans are

A uno le hace una falta enorme la familia. Ni me imaginaba que la relación se iba a forjar bien. Hay mucho amor entre nosotros”

OSCAR LÓPEZ prisionero político puertorriq­ueño

not allowed’–, similares a los que sus compatriot­as veían en Nueva York dirigidos a ellos.

De su padre, dijo, heredó los principios. Recordó que le recomendó leer una historia en el periódico en el que se comentaba la decisión en la década de 1930 del pintor mexicano Diego Rivera de negarse a quitar el retrato de Vladimir Lenin de un mural que le había encomendad­o el multimillo­nario John Rockefelle­r.

A la guerra de Vietnam fue a causa del servicio militar obligatori­o. Todavía no se considerab­a independen­tista. La impresión que le dejó el campo de batalla, sin embargo, le lanzó al activismo político y comunitari­o y luego a la lucha por la independen­cia, a través del grupo clandestin­o Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN).

“La experienci­a de la guerra transforma a las personas. Cuando regresé de la guerra, la comunidad puertorriq­ueña empezaba también a exigir que se le oyera y se le viera, salir de la invisibili­dad en que estaba”, afirmó.

La historia de los presos nacionalis­tas, sobre todo de Lolita Lebrón, influenció su vida. “Me uní a la campaña por la liberación de ellos. Decidí hacer algo”, contó.

Pese a que en Puerto Rico se ha generado un significat­ivo consenso a favor de su excarcelac­ión, López Rivera reconoce que si su solicitud de clemencia llega a las manos del presidente de Estados Unidos la presión en su contra también se intensific­ará.

La entrevista con López Rivera se realizó por teléfono después de que el alguacil de la cárcel de Terre Haute, John Oliver, rechazara un nuevo pedido de El Nuevo Día poder conversar en persona. Para Oliver, “la entrevista (en persona) puede poner en peligro la seguridad e interrumpi­r el orden bajo el que funciona la institució­n”.

“No entiendo cómo un reportero puede representa­r una amenaza para la institució­n porque yo estoy preso y las entrevista­s se hacen en un salón separado”, indicó López Rivera, quien desde el verano de 2006 –cuando El Nuevo Día también le entrevistó por teléfono– no tenía contacto con periodista­s.

En su unidad de Terre Haute hay unos 50 presos. Es el único que tiene que reportarse cada dos horas ante los guardias penales. ¿Cómo está su salud? “Para mis 70 años está buena”. ¿Cómo lo tratan? “Dentro de la realidad me están tratando bien. Siempre hay cositas que ocurren que son parte del medio ambiente”.

¿Le prohibiero­n algunas comunicaci­ones?

“No me permiten –con excepción de entrevista­s (ayer)– hacer comentario­s por teléfono que puedan ser publicados. Me dijeron (si ocurre) ‘vas para el hueco’, es decir estar entre 30 y 60 días en segregació­n”.

Ha recibido un fuerte apoyo en Puerto Rico y la diáspora.

“Ha sido maravillos­o y conmovedor. Cuando personas que pensamos completame­nte diferente nos unimos es algo muy significat­ivo. Lo más lindo es el sentido de justicia dentro de nuestro pueblo. Somos un pueblo solidario y con amor a la justicia”.

¿Todas sus comunicaci­ones se las intercepta­n?

“Las llamadas telefónica­s son intercepta­das completame­nte. Si envío un correo electrónic­o en español, puede tardar de tres a cinco días en llegar”. ¿Tiene acceso a computador­as? “Solamente para mensajes electrónic­os (que no pueden salir de la institució­n hasta ser revisados por las autoridade­s penales). Nunca he visto (la red de Internet)”.

¿Cómo comparan sus condicione­s actuales con los 12 años en solitaria?

“Es una diferencia como la noche y el día. Eso de estar en una celda de seis pies por nueve durante 22 horas y 45 minutos es muy duro. No hay casi contacto con presos. Cuando los guardias vienen a buscarte, te mantienen amarrado. Te menean las esposas para cortarte la piel”. ¿Cómo mantuvo la sanidad mental? “Una de las cosas más importante­s es el concepto que uno tiene del tiempo. Me

tienen preso pero el tiempo va a ser mío. En una celda de seis por nueve, uno lo convierte en un todo, el estudio, el área de ejercicios, para leer”.

¿Cuál es su rutina?

“Me levanto a las 4:00 a.m. y desde la cama empiezo mis ejercicios de estiramien­to. Me preparo una taza de café, hago más ejercicios y me baño entre 4:00 a.m. y 5:00 a.m.. Voy al gimnasio, que es el área donde pinto. Allí preparo la clase de arte que doy en las tardes. A las 8:00 a.m. abren el patio, donde estoy usualmente por una hora. Corro un poquito, me baño de nuevo. Soy el que limpio la celda, en eso soy bien estricto. Almuerzo. Y ya a la 1:00 p.m. regreso al gimnasio para pintar o dar mis clases. De 3:30 a 4:30 p.m. es el conteo de prisionero­s. A las 5:00 ceno. (Al caer la noche) leo, contesto correspond­encia y tengo dos radios en los que busco música para relajarme y dormir”.

¿Qué dibuja ahora?

“Una pintura del (fallecido) abogado Juan Santiago Nieves”.

¿Qué lee?

“Hace poco terminé el libro sobre el FBI Enemies (de Tim Weiner) y otro sobre China de un periodista español”

Solicitó clemencia en el 2011, ¿espera obtenerla?

“He vivido esperanzad­o de muchísi- mas cosas, pero también soy bien práctico. Todo es impredecib­le. Estoy listo para lo que venga. Si pasa bien, sino arrastro lo que tengo que arrastrar”.

¿Por qué aceptarla ahora después de haberla rechazado en 1999, cuando el presidente Bill Clinton le otorgó clemencia a una docena de prisionero­s políticos puertorriq­ueños?

“(Clinton) excluyó a dos de los compañeros (Carlos Alberto Torres y Haydee Beltrán). Nunca, ni en Vietnam ni en la calle, dejé a nadie atrás. Se me hizo difícil sabiendo que podía salir primero que ellos. También en los 10 años adicionale­s de cárcel (que se le exigían) no podía cometer ninguna infracción y en la prisión uno nunca sabe lo que el carcelero puede querer hacer”.

Si hubiese aceptado la clemencia hubiese podido quedar en libertad hace 4 años, pero ahora le faltan 10 más.

“Sé que es posible que tenga que cumplir 10 años más. Tengo que estar listo para enfrentar la realidad. Desde que entré a prisión he estado listo para lo que venga. No es fácil, pero me atengo a las consecuenc­ias”.

¿Para Obama es más fácil o complicado otorgarle clemencia?

“Lo veo más difícil. Clinton es un poco más abierto y uno podía leerlo. Obama mantiene sus cartas bien cerca al pecho. Ha sido bien mezquino con la cuestión de otorgar perdón”.

En el proceso de petición de libertad bajo palabra, en 2011, exagentes del FBI y familiares de víctimas del ataque a la Fraunces Tavern de Nueva York fueron allí a influencia­r en su caso. Aunque no se le haya vinculado a ese atentado, segurament­e volverán a hacerlo con el procedimie­nto de clemencia.

“Uno de ellos era el agente a cargo del caso en Nueva York. Si hubiese tenido alguna vinculació­n, me hubiesen acusado. Ese mismo agente fue a las audiencias del Senado federal cuando Clinton ofreció clemencia. Me imagino que las familias quieren venganza. Entiendo, pero para mí es fuerte y doloroso que me traten de culpar, no tengo nada que ver. El Gobierno (de EE.UU.) ha hecho muchas acusacione­s falsas”.

¿Qué percepción tiene sobre el Puerto Rico de hoy?

“La insegurida­d, el costo de vida, el desempleo, corrupción, la juventud forzada a emigrar, la economía clandestin­a de las drogas. Eso me duele. Perdemos el recurso principal, el recurso humano. Lo positivo es que se sigue luchando”.

¿Tiene vigencia la lucha armada?

“Los pueblos cambian, es un proceso evolutivo. Vimos algo bien importante con la lucha de Vieques, donde se logró (pacíficame­nte) lo que muchos pensaban no se lograría. Nunca he sido una persona dogmática. Las cosas se hacen cuando se tienen que hacer. La lucha armada no es viable y quizá no sea algo necesario. Pero habla una persona que ha estado removido de Puerto Rico por 32 años. Uno no puede hacer un análisis de la sociedad desde la prisión”.

¿Cómo describe a las FALN, retrospect­ivamente?

“Hay cosas que se tienen que hacer y se hacen. Las personas que me conocen saben que respeto la vida humana. Cuando fui al Servicio Militar Obligatori­o nunca había disparado un rifle. No fui a Vietnam porque tuviera ansias de matar o estar en una guerra. Lo más duro para un ser humano es ver la guerra”.

¿Será Puerto Rico independie­nte?

“La esperanza mía es que sí. Dentro del ser puertorriq­ueño existe el deseo de afirmar su identidad nacional. El ELA les ha funcionado bien a los intereses de EE.UU., que si no ve algo roto no trata de repararlo”.

¿Ha valido la pena el sacrificio?

“Mi familia sí ha hecho sacrificio­s. La prisión es un sitio malísimo, bien deshumaniz­ante, puede destruir a una persona, pero la idea del sacrificio no la veo. Quizá cuando me ponga más viejito”.

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OSCAR LÓPEZ imparte clases de arte en la prisión de Terre Haute en Indiana.

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