Una sonrisa que no se olvidará nunca
Amigos y familiares recuerdan a los dos jóvenes que perecieron el sábado
AMIGABLE, RESPETUOSO, solidario, protector y autodidacta. Así fue descrito ayer por amigos y familiares el joven de 17 años Edward Jadiel Caraballo Alvira, quien murió la madrugada del sábado junto a su amigo de 16, Albert Parrilla Rosario, en un choque relacionado con una fatídica cadena de eventos en el este del país.
Su sonrisa será imborrable para todos aquellos consultados por El Nuevo Día durante el último día de su velatorio. Muchos de los dolientes lo habían conocido poco tiempo, pero crearon lazos muy fuertes con él.
“Edward pa’ mí fue el hermano varón que nunca tuve”, detalló Luis Alberto Calderón, de 18 años. “Se convirtió en mi familia. Siempre estuvo conmigo en las buenas y en las malas. Nunca me decía que no, siempre era un sí pa’ mí. Era una persona amable, respetaba a todo el mundo”.
“Estamos sin palabras”, aseguró por su parte Carlos Suárez, vecino y padre de otro de sus amigos. “Un muchacho que dentro de un mes se graduaba de mecánica marina. ¡Y bueno que era!”.
“(Lo más que nos gozamos fue) La sonrisa... Si uno tenía un pensamiento (negativo) , él decía, ‘no pienses en eso, sonríele a la vida’. Para todo tenía un chiste”, agregó Suárez.
Su hijo Joshua, de 17 años, aún estaba consternado por lo ocurrido. “Voy a extrañar que todas las mañanas me llamaba. Todavía no lo puedo ni creer. Ahora mismo quisiera estar con él”, afirmó.
A su lado lloraba Wileika Pérez, de 18 años, y quien recientemente había descubierto que era prima de Edward. Recordó que se convirtió en su protector. “Le decía a los muchachos ‘esta es mi prima’. Me decía ‘cuando tengas problemas en la escuela tú me avisas que, ante quien sea, yo te defiendo’. Cuando yo estaba cansada me llevaba a caballito a mi casa”, contó la joven.
Los dos jóvenes perecieron el sábado, cuando el auto en el que viajaban fue impactado por una guagua Jeep Cherokee que rebasó una luz roja mientras transitaba en dirección a Fajardo. En ella viajaban familiares de dos de las víctimas de un incidente de violencia doméstica no relacionado y que resultó en otras tres muertes.
INTENTOS DE CONSUELO
Ayer en la Funeraria Frankie Memorial, en Río Grande, dos madres intentaban consolarse con recuerdos positivas de sus hijos.
Nydia Caraballo destacó la sed de aprender de su hijo, que a los 14 años se certificó como árbitro y anotador de la Federación Puertorriqueña de Voleibol. Poco después, quiso salir del sistema tradicional de educación para completar la escuela superior en estudios acelerados y entró a una institución postesecundaria donde estaba a punto de obtener un grado en mecánica marina.
Mientras hacía eso, tomó un curso de ‘handyman’ e hizo pininos en mecánica de auto junto a un vecino, que en el velatorio reveló a su madre cómo le ayudó a montar una transmisión de auto. “Él me lo contaba y yo me bebía las lágrimas de lo orgullosa que me sentía”, dijo Caraballo orgullosa.
Orgullo expresó también la progenitora de Albert, Carmen Rosario del Valle, quien descubrió en estos días los actos de desprendimiento que realizó su hijo en favor de una maestra y una adolescente. “Dios lo tuvo aquí como un ángel”, dijo la madre.
En un momento dado el ataúd del adolescente fue rodeado por unos 14 jóvenes, sus amigos, quienes abrazados lloraban la pérdida.
El cuerpo de Caraballo Alvira fue removido de la funeraria ayer pues sería cremado. El de Parrilla Rosario será sepultado hoy en Río Grande.