El Nuevo Día

A conectar con el pueblo

El alcalde de Naranjito recorre el municipio para conocer de primera mano las necesidade­s de su gente

- POR SANDRA CAQUÍAS CRUZ scaquias@elnuevodia.com

NARANJITO – La espesa nube gris se posaba sobre el casco urbano de este pueblo cuando el alcalde Orlando Ortiz Chevres comenzó a subir decenas de escalones que lo llevarían a las humildes viviendas de El Cerro, una populosa comunidad a pasos de la Casa Alcaldía.

En lo alto de las escalinata­s estaba la casa de Josefina “Josy” Serrano, quien junto a su esposo amarraban a la verja un pedazo de toldo que, además de protegerlo­s de la lluvia, les ayudaría a dis- minuir el reflejo de la luz para así poder ver mejor la televisión.

Ortiz Chevres detuvo la marcha para saludarlos. “Josy vamos a ver si pintamos esa plazoleta”, le expresó el alcalde. La gama de colores brillantes utilizados en la pequeña plaza fue el resultado de un proyecto de los niños del vecindario, pero se quedó a mitad. Los colores son similares a los utilizados en las casas levantadas en el cerro, algunas en cemento y otras en madera y zinc.

En el pedazo de terreno libre, entre la plazoleta y la casa de Josy habían dos casas deteriorad­as que hace poco el alcalde ordenó demoler para dar paso a una calle, un plan que no se pudo concretar ya que dos de las familias del lugar se oponen a ser reubicadas.

“Para bajar gente enferma tenemos que cargarlos y es bien difícil. Se nos han muerto bajándolos por ahí”, lamentó la mujer segundos antes de que un torrencial aguacero obligara al alcalde a buscar refugio. La lluvia lo mantuvo confinado por casi una hora en casa de Josy.

Ortiz Chevres vivió en carne propia lo que sufren cientos de familias de la comunidad El Cerro, cuyo único acceso a la vivienda son escalinata­s y callejones. Estos residentes tienen que dejar sus autos en las calles del casco urbano antes de subir las decenas de escalones, en algunos casos hasta un centenar, para poder llegar a sus hogares.

La lluvia perdió la fuerza y el alcalde intentó regresar a su guagua para cumplir a tiempo con el compromiso de asistir a una graduación. En su salida de la comunidad se tropezó con cinco niñas que jugaban felizmente con el torrente de agua que bajaba por las escalinata­s.

Una mujer le explicó que esa agua obedece a que un vecino tapó con cemento una cuneta, lo que provocó que las aguas de escorrentí­a se desvíen por las escaleras. “Me preocupa esa agua que baja por aquí”, dijo el alcalde.

Las lloviznas no cesaban. María Mercedes Morales, otra de las vecinas del lugar, alcanzó a ver al alcalde y salió a intercepta­rlo. Le pedía ayuda para una hija cuando un fuerte aguacero los interrumpi­ó.

Todos corrieron a refugiarse en la terraza cubierta con planchas de zinc donde Josy ve televisión. La camisa de manga larga que el alcalde llevaba puesta para ir a la graduación se mojó, al igual que sus zapatos.

Doña María Mercedes terminó de contarle al alcalde que su hija deseaba conseguir que un electricis­ta le certificar­a una conexión para que le instalaran el servicio de energía eléctrica para poder mudarse. El alcalde le dijo que pasara por la Casa Alcaldía.

LARGO EL RECORRIDO

El Cerro fue la última parada de un recorrido que el alcalde hizo por varias comunidade­s de Naranjito junto a El

Nuevo Día. La primera parada fue en el negocio Cafetería y Restaurant­e Papo, en el barrio Cedro Abajo.

El comerciant­e Mariano Rivera, dueño de la cafetería, interrumpi­ó por un instante su trabajo y salió a saludar al alcalde. “Los comerciant­es están asus- tados”, expresó el hombre en referencia a la criminalid­ad que en las pasadas semanas cobró la vida de al menos media decena de comerciant­es en otros pueblos del país.

El alcalde novoprogre­sista, quien se encuentra en su segundo cuatrienio, pasó desapercib­ido para una veintena de personas que entraban y salían de la cafetería. Un joven en muletas y un billetero se le acercaron a saludarlo. “De vez en cuando me compra billetes”, comentó el hombre que intentó en vano vendérselo­s ese día.

“Si no fuera por estos comercios la economía de Naranjito estuviera por el piso”, dijo el alcalde mientras recorría la carretera PR-152 camino al barrio Cedro Arriba. Estimó en sobre mil la cantidad de negocios registrado­s en ese municipio, los que le representa­n un recaudo de $1.1 millones al año en patentes.

“Cedro Arriba es el barrio que sostiene económicam­ente a Naranjito”, afirmó Ortiz Chevres. Esa es una de las comunidade­s más distantes del casco urbano de Naranjito.

A orillas de la carretera, Juan López vendía viandas y verduras en lo que una vez fue una parada de carros públicos. Él no era el único vendedor de verduras a orillas de la transitada PR-152.

El alcalde no tiene planes de construir una plaza del mercado en ese municipio. López dijo que si la construyen “se me cae el negocio”. Destacó que las mejoras que tiene esa antigua parada de guaguas se las hizo el municipio por lo que se siente afincado allí.

La ruta del alcalde continuó hacia la comunidad Anones. Tres brigadas de ornato, una de ellas de confinados, trabajaban a orillas de la carretera PR-814 que cruza el barrio.

Las brigadas se encargaban de limpiar de basura y hierbajo la orilla de la vía. También reparaban las vallas de seguridad. Una de ellas sacaba una barra de metal que serían rehusadas al otro extremo de la calle, donde la que había se cayó por un barranco.

La otra brigada, que tuvo la tarea de tumbar unas palmas a petición de un vecino, se mantenía a orillas de la carretera en espera de tornillos para colocar una barra de metal.

“Estamos esperando los tornillos que se nos acabaron. Nos los van a traer”, dijo José Nieves Robles, encargado del grupo. El alcalde asintió con la cabeza y prosiguió su camino hacia El Cerro.

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MARÍA MERCEDES Morales aprovechó la visita del alcalde Orlando Ortiz Chevres al barrio El Cerro, de Naranjito, para pedirle ayuda para una sobrina que necesitaba un electricis­ta.

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