El Nuevo Día

Nuestra responsabi­lidad suprema

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Durante casi una década, las agencias clasificad­oras de crédito vienen señalando la situación financiera del Sistema de Retiro del Gobierno central como uno de los factores principale­s que afectan negativame­nte el crédito de Puerto Rico. En informes que datan desde el 2005, las agencias clasificad­oras, -Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch-, han enfatizado insistente­mente que el déficit del Sistema de Retiro es uno de los retos más serios que impactan el crédito del país.

En las degradacio­nes de la clasificac­ión del crédito de nuestra deuda nacional a un nivel por encima de “chatarra” por Moody’s y S&P’s el 13 de diciembre de 2012 y el 13 de marzo de 2013, , ambas agencias basaron su determinac­ión en el hecho de que Puerto Rico no había llevado a cabo una reforma abarcadora del sistema. En el caso de Fitch, la necesidad de reformar el sistema fue aún más reveladora, pues dicha agencia degradó el 20 de marzo de 2013 el crédito de Puerto Rico al borde de “chatarra”, advirtiend­o que dicha clasificac­ión estaba condiciona­da a la aprobación de la reforma del Sistema de Retiro presentada entonces por el gobernador a la Asamblea Legislativ­a. O sea, nos hubieran degradado a “chatarra” si no se hubiera radicado y aprobado el proyecto de ley.

Desde que asumí mis responsabi­lidades como presidente del Banco Gubernamen­tal de Fomento, me he reunido en varias ocasiones con representa­ntes de las agencias clasificad­oras. En cada una de estas reuniones, una de las preocupaci­ones principale­s de las agencias en el ámbito fiscal ha sido la precaria condición financiera del Sistema de Retiro; la peor en todo Estados Unidos. No hay duda de que la acción contundent­e tomada por esta administra­ción a través de la Ley 3 es lo que ha evitado a esta fecha la degradació­n de la deuda del Gobierno al nivel de “chatarra”.

La Ley 3 constituye una reforma sensible, necesaria y razonable diseñada para prevenir la insolvenci­a del Sistema de Retiro, salvar las pensiones de nuestros jubilados y poder brindarles a nuestros empleados públicos una pensión digna al retirarse. En este esfuerzo, nuestra administra­ción consideró responsabl­emente factores humanos, financiero­s, actuariale­s y legales. Más allá del análisis financiero y actuarial, la reforma consideró el impacto que tendría el no hacer nada sobre los miles de pensionado­s y futuros pensionado­s, que se quedarían sin su pensión luego de haber trabajado en el servicio público gran parte de sus vidas, pues la verdad es que no hay manera de que el sistema pueda pagar las pensiones de nuestros jubilados y las expectativ­as de pensión de los empleados según existen al día de hoy.

El deshacer esta reforma no sólo le haría un daño irreparabl­e a las pensiones de nuestros empleados públicos y a nuestra credibilid­ad como país, sino que resultaría inevitable­mente en una degradació­n de nuestro crédito a “chatarra”. Sin ánimo de atemorizar, es nuestra responsabi­lidad suprema hablarle al pueblo de frente y con la verdad basada en hechos indiscutib­les. Una degradació­n a “chatarra” produciría efectos dañinos inmediatos en la calidad de vida y en el bolsillo de nuestra gente. Entre otros, se afectarían los servicios básicos y la disponibil­idad de crédito; se perderían un gran número de empleos en los sectores públicos y privados; se perderían millones de dólares invertidos en planes de retiro público y privados; se cerraría el acceso del Gobierno al mercado de deuda municipal en Estados Unidos; se dificultar­ía la promoción del empresaris­mo local; se impactaría severament­e nuestra capacidad de atraer inversión extranjera, y se devaluaría drásticame­nte el valor de todas las obligacion­es del Gobierno y las corporacio­nes públicas. Estos efectos, que prolongarí­an nuestra ya frágil situación económica, han sido discutidos y explicados extensamen­te por los economista­s del país. No se justifica que el país sufra estas consecuenc­ias teniendo ya en nuestras manos una solución justa y razonable para todos.

Estamos esperanzad­os que la Rama Judicial, en el desempeño de su responsabi­lidad constituci­onal, tomará en cuenta que invalidar la Ley 3 afectará el bienestar de todos los que vivimos en Puerto Rico.

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JAVIER FERRER PRESIDENTE DEL BANCO GUBERNAMEN­TAL DE FOMENTO

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