El Nuevo Día

Miles de ostras limpian la laguna del Condado

Habrá de 2,000 a 2,600 ejemplares en dos puntos

- POR AURORA RIVERA ARGUINZONI rivera@elnuevodia.com

NO SE equivoque. Si paseando por la laguna del Condado ve acumulacio­nes o bancos de ostiones, piénselo muchas veces antes de siquiera imaginar comérselos.

Están allí como parte de un experiment­o para medir su capacidad de limpiar ese cuerpo de agua, que recibe escorrentí­as urbanas de las zonas de Miramar, el expreso Román Baldorioty de Castro y el Condado.

El Programa del Estuario de la Bahía de San Juan anunció ayer, en voz de su asesor ambiental, el oceanógraf­o Jorge Bauzá, el inicio de una novel investigac­ión científica que se realiza por primera vez en el Caribe con la ayuda de voluntario­s, y que utilizará la ostra nativa Crassostre­a rhizophora­e.

Esta especie es conocida como ostra de mangle porque suele vivir adherida a mangle rojo. Las utilizadas en este caso proceden de la laguna Torrecilla, entre Loíza y Carolina.

Aunque son de la misma especie de los ostiones comestible­s que se venden en lugares como el tradiciona­l poblado Boquerón, en Cabo Rojo, las del experiment­o servirán de biofiltro durante un año en dos puntos estratégic­os de la laguna: junto al parque Jaime Benítez y al final de las calles Mayagüez y Aguadilla, en el Condado.

En cada punto se colocarán unas 15 canastas especiales en forma de saco que contendrán entre 70 y 100 ostras nativas, para un total de entre 1,000 y 1,300 ostras por estación. Se estima que cada ostra puede filtrar entre 30 y 40 galones de agua en 24 horas, pues se alimentan constantem­ente de partículas suspendida­s en el agua.

“Las vamos a dejar un año aquí. Se mide la calidad del agua (cada semana), se determina la tasa de superviven­cia –porque algunas mueren, también eso es un dato– y al cabo de un año, si nos da resultado, el experiment­o se recoge y vamos a tratar de estimular el crecimient­o de ostras en la laguna”, dijo.

Esto lo harían creando arrecifes artificial­es. De hecho, Bauzá reconoció que las propias canastas colocadas ayer podrían convertirs­e en pequeños arrecifes de ostras, pues las ostras se atraen incluso si son de otras especies.

El oceanógraf­o indicó que durante varios monitoreos de agua antes de colocar la estación de ostras junto al parque Jaime Benítez, la misma estaba sobre el estándar de calidad de agua que utiliza la Junta de Calidad Ambiental, que es menos de 10 NTU (unidades nefrelomét­ricas de turbidez). “Un día estuvo en 20. Nuestra hipótesis es que una vez se aclimaten, eso disminuya y entre en cumplimien­to del estándar de calidad de agua”, anticipó.

La investigac­ión, que lleva más de un año de planificac­ión, requirió permisos de agencias locales y federales. Experiment­os similares se realizaron en Estados Unidos con otra especie “prima” de la nativa, y según Bauzá el resultado fue tan positivo que en ocasiones requieren colocar ostras en áreas impactadas por muelles o marinas.

En la laguna del Condado se han identifica­do dos especies de ostras: la nativa y otra conocida como valla ( Crassostre­a rhizophora­e ).

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APARTE DE ser un manjar, las ostras tienen una función ecológica y social de gran valor: son filtros naturales que purifican el agua. Abajo, voluntario­s colocan las ostras en un área de la laguna del Condado.
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