Hacia el “default”
Desde el 2006, Puerto Rico inició un creciente proceso de deflación interna por sobreendeudamiento. Esto quiere decir que la (pequeña) economía real puertorriqueña (la que produce bienes y servicios y ofrece empleo) se está compactando progresivamente por pagos crecientes de deudas. A medida que aumenta el valor del crédito (por el costo creciente para pedir prestado y pagar intereses) disminuye el valor del trabajo (estrechándose los salarios) y el del capital industrial (contrayéndose la producción). El dinero que se extrae de la economía, y que podría utilizarse para inversión productiva y consumo en una empresa boricua, termina en el pago de una deuda que crece continuamente.
Así la proporción entre los ingresos netos del Gobierno y la deuda pública ha bajado de un 32.3% a un 21.4% del 2006 al 2012. La deuda pública ha crecido muchísimo más rápido que los ingresos del Gobierno. Si añadimos a esa deuda los pagos por importaciones y deudas privadas, y la comparamos con el “ingreso personal” (que es el Producto Nacional Bruto más los subsidios y transferencias federales menos la depreciación y los pagos de impuestos y del seguro social), notamos un incremento de un 179% a un 215% del 2003 a 2012. Actualmente, por cada dólar que tenemos a disposición, gastamos $2.15 para la importación de bienes de consumo (ropa, comida, gasolina, etc.) y pagos de deudas privada (hipotecas, tarjetas de crédito, etc.) y pública (impuestos al ingreso e IVU). La tasa de crecimiento del “ingreso personal”, acumulada del 2003 al 2012, ha sido de un 33%, y de un 144%, la suma de las importaciones y las deudas pública y privada. Estamos viviendo del financiamiento externo (deuda y fondos federales).
Cada vez que aumentan los impuestos, ese “ingreso personal” automáticamente baja, disminuyéndose la capacidad de recaudos, pero se incrementa la deuda porque el Gobierno se endeuda más para pagarla. Así que estamos en una espiral de baja de ingresos y aumento de la deuda.
La actual política fiscal de aumento de impuestos y mayores pagos al servicio de la deuda se dirige a un callejón sin salida. De hecho, la política fiscal del actual Gobierno, como la de los pasados, traslada los excedentes decrecientes de los trabajadores, consumidores y empresarios industriales para mantener la tasa de ganancia del capital financiero (o el “buen” crédito de ELA). Resultado: empobrecimiento del País, enflaquecimiento de su economía productiva y enriquecimiento de los tenedores de deudas crecientes.
La base del problema se encuentra en la lógica del modelo de desarrollo que, desde 1950, nunca ha podido mantener a los puertorriqueños: un modelo que expulsa (vía emigración) y somete a la dependencia al puertorriqueño y que, a través de exenciones de impuestos y subsidios, prioriza las tasas de ganancias al capital extranjero. Ahora el modelo es aún más incapaz para sostener a nuestra gente en virtud de que Puerto Rico perdió 219,000 empleos y emigraron 132,000 personas (el 3.5% de la po- blación del 2006) durante los últimos 7 años. Igualmente, la dependencia de fondos externos aumentó, de suerte de que ese 23% de incremento del “ingreso personal”, un 50% fue debido al aumento en fondos federales.
Pero el asunto ya no es si el ELA pagará o no. El Gobierno inevitablemente caerá en una especie de impago porque la deuda se come las bases para crear riqueza. Dado al déficit estructural que por 17 años ha tenido el ELA, y a la inexorable limitación al crédito que se aproxima, el asunto crítico será a quiénes les responderá la reestructuración que se avecina para todo el Estado. ¿A los intereses económicos foráneos y a la posición estructural mediadora de la clase política a favor de tales intereses? ¿O a la mayoría de la población isleña?
Se acercan decisiones políticas (de todos) que se encubrirán como técnicas (para algunos). Habrá una real (aunque dolorosa) oportunidad de cambio. Pero si somos meros espectadores, igual vendrá el dolor sólo para mantener la actual jerarquía de intereses.