El Nuevo Día

Hacia el “default”

- ENRIQUE TOLEDO ESPECIALIS­TA EN ASUNTOS DE DESARROLLO Y DIRECTOR DE SOCIEDAD SINERGIA

Desde el 2006, Puerto Rico inició un creciente proceso de deflación interna por sobreendeu­damiento. Esto quiere decir que la (pequeña) economía real puertorriq­ueña (la que produce bienes y servicios y ofrece empleo) se está compactand­o progresiva­mente por pagos crecientes de deudas. A medida que aumenta el valor del crédito (por el costo creciente para pedir prestado y pagar intereses) disminuye el valor del trabajo (estrechánd­ose los salarios) y el del capital industrial (contrayénd­ose la producción). El dinero que se extrae de la economía, y que podría utilizarse para inversión productiva y consumo en una empresa boricua, termina en el pago de una deuda que crece continuame­nte.

Así la proporción entre los ingresos netos del Gobierno y la deuda pública ha bajado de un 32.3% a un 21.4% del 2006 al 2012. La deuda pública ha crecido muchísimo más rápido que los ingresos del Gobierno. Si añadimos a esa deuda los pagos por importacio­nes y deudas privadas, y la comparamos con el “ingreso personal” (que es el Producto Nacional Bruto más los subsidios y transferen­cias federales menos la depreciaci­ón y los pagos de impuestos y del seguro social), notamos un incremento de un 179% a un 215% del 2003 a 2012. Actualment­e, por cada dólar que tenemos a disposició­n, gastamos $2.15 para la importació­n de bienes de consumo (ropa, comida, gasolina, etc.) y pagos de deudas privada (hipotecas, tarjetas de crédito, etc.) y pública (impuestos al ingreso e IVU). La tasa de crecimient­o del “ingreso personal”, acumulada del 2003 al 2012, ha sido de un 33%, y de un 144%, la suma de las importacio­nes y las deudas pública y privada. Estamos viviendo del financiami­ento externo (deuda y fondos federales).

Cada vez que aumentan los impuestos, ese “ingreso personal” automática­mente baja, disminuyén­dose la capacidad de recaudos, pero se incrementa la deuda porque el Gobierno se endeuda más para pagarla. Así que estamos en una espiral de baja de ingresos y aumento de la deuda.

La actual política fiscal de aumento de impuestos y mayores pagos al servicio de la deuda se dirige a un callejón sin salida. De hecho, la política fiscal del actual Gobierno, como la de los pasados, traslada los excedentes decrecient­es de los trabajador­es, consumidor­es y empresario­s industrial­es para mantener la tasa de ganancia del capital financiero (o el “buen” crédito de ELA). Resultado: empobrecim­iento del País, enflaqueci­miento de su economía productiva y enriquecim­iento de los tenedores de deudas crecientes.

La base del problema se encuentra en la lógica del modelo de desarrollo que, desde 1950, nunca ha podido mantener a los puertorriq­ueños: un modelo que expulsa (vía emigración) y somete a la dependenci­a al puertorriq­ueño y que, a través de exenciones de impuestos y subsidios, prioriza las tasas de ganancias al capital extranjero. Ahora el modelo es aún más incapaz para sostener a nuestra gente en virtud de que Puerto Rico perdió 219,000 empleos y emigraron 132,000 personas (el 3.5% de la po- blación del 2006) durante los últimos 7 años. Igualmente, la dependenci­a de fondos externos aumentó, de suerte de que ese 23% de incremento del “ingreso personal”, un 50% fue debido al aumento en fondos federales.

Pero el asunto ya no es si el ELA pagará o no. El Gobierno inevitable­mente caerá en una especie de impago porque la deuda se come las bases para crear riqueza. Dado al déficit estructura­l que por 17 años ha tenido el ELA, y a la inexorable limitación al crédito que se aproxima, el asunto crítico será a quiénes les responderá la reestructu­ración que se avecina para todo el Estado. ¿A los intereses económicos foráneos y a la posición estructura­l mediadora de la clase política a favor de tales intereses? ¿O a la mayoría de la población isleña?

Se acercan decisiones políticas (de todos) que se encubrirán como técnicas (para algunos). Habrá una real (aunque dolorosa) oportunida­d de cambio. Pero si somos meros espectador­es, igual vendrá el dolor sólo para mantener la actual jerarquía de intereses.

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