Gobierno y economía
SI UN GOBIERNO no tiene un norte claro puede terminar agravando los problemas que pretende resolver. Los incentivos indiscriminados a la inversión extranjera pueden plagar la economía de inversores que sustituyen o eliminan a los productores ya establecidos, abandonados en sus economías de escala.
Promover lo complementario es discreción del gobierno en el manejo de sus exenciones y deducciones con la garantía de su temporalidad y sin exclusividad. Reconocer el gran consumo propio sin ninguna producción interna es un buen comienzo hacia una efectiva sustitución de importaciones con diversidad de productores, tanto agrícolas como industriales, y sin el burdo proteccionismo monopólico de otrora. Que a su vez pueda catapultarse en lo subsiguiente hacia las exportaciones cuyos productos intensivos en capital con el suficiente personal diestro que abunda en esta latitud pueda competir contra los que sustentan su ventaja en las miserias de los bajos salarios.
Las inversiones como las reinversiones deben tener exenciones, y mejor todavía, deducciones, incluyendo el subsidio temporal al asalariado, o el pago parcial con deuda, más la garantía de compra en su gasto fiscal a todo aquel que se disponga a producir en el interior del país. Con un apoyo paulatinamente decreciente durante al menos cinco años hasta asumir totalmente la responsabilidad contributiva y salarial que le corresponde sería un lapso conveniente.
La prioridad ha de ser la manufactura y no el comercio. Y si en vez de que proliferaran las franquicias comerciales fueran las industriales para poder producir mercancías de marcas reconocidas usando capital privado y gubernamental nativo representaría algo ideal. El gobierno ha de convertirse en la vanguardia de la iniciativa privada no solo facilitando sino también incorporándose, generando industrias o inversiones con destino a la privatización.