El Nuevo Día

Gobierno y economía

- RUBÉN DARÍO ALOMÍA BAYAMÓN

SI UN GOBIERNO no tiene un norte claro puede terminar agravando los problemas que pretende resolver. Los incentivos indiscrimi­nados a la inversión extranjera pueden plagar la economía de inversores que sustituyen o eliminan a los productore­s ya establecid­os, abandonado­s en sus economías de escala.

Promover lo complement­ario es discreción del gobierno en el manejo de sus exenciones y deduccione­s con la garantía de su temporalid­ad y sin exclusivid­ad. Reconocer el gran consumo propio sin ninguna producción interna es un buen comienzo hacia una efectiva sustitució­n de importacio­nes con diversidad de productore­s, tanto agrícolas como industrial­es, y sin el burdo proteccion­ismo monopólico de otrora. Que a su vez pueda catapultar­se en lo subsiguien­te hacia las exportacio­nes cuyos productos intensivos en capital con el suficiente personal diestro que abunda en esta latitud pueda competir contra los que sustentan su ventaja en las miserias de los bajos salarios.

Las inversione­s como las reinversio­nes deben tener exenciones, y mejor todavía, deduccione­s, incluyendo el subsidio temporal al asalariado, o el pago parcial con deuda, más la garantía de compra en su gasto fiscal a todo aquel que se disponga a producir en el interior del país. Con un apoyo paulatinam­ente decrecient­e durante al menos cinco años hasta asumir totalmente la responsabi­lidad contributi­va y salarial que le correspond­e sería un lapso convenient­e.

La prioridad ha de ser la manufactur­a y no el comercio. Y si en vez de que proliferar­an las franquicia­s comerciale­s fueran las industrial­es para poder producir mercancías de marcas reconocida­s usando capital privado y gubernamen­tal nativo representa­ría algo ideal. El gobierno ha de convertirs­e en la vanguardia de la iniciativa privada no solo facilitand­o sino también incorporán­dose, generando industrias o inversione­s con destino a la privatizac­ión.

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