El Nuevo Día

Proust, también poeta

¿Debe un par de eruditos sin nada más que hacer, violar, postmortem, el deseo de un escritor de salvar ciertos textos de la mirada pública?

- POR LILLIANA RAMOS COLLADO literatiur@gmail.com

Por supuesto que me sorprendió encontrar hace un mes, en una librería en la web, un tomo con la “poesía reunida” de Marcel Proust (1871-1922), cuya novela, En busca del tiempo perdido –en siete tomos que poseen una masa crítica de 3,500 páginas– es el texto narrativo más retante, poderoso y bien escrito de la modernidad tardía. Hasta los que odian a Proust lo aman por su extraordin­aria novela.

A los 14 años, merodeando en las librerías de Río Piedras, me pareció que estos siete ladrillos, a $2 cada uno, eran tremenda ganga. Cada uno tenía un título hermoso, sobre todo el segundo: A la sombra de las muchachas en flor. Siendo yo, a los 14 abriles, una “muchacha en flor”, agarré los siete tomos y salí con $14 menos. Me he regodeado en la lectura completa de Proust al menos ocho veces. Mi fervor por la literatura viene de ahí.

Oraciones larguísima­s, morosas; caracteriz­aciones alucinante­s, descripcio­nes vívidas para todos los sentidos, gran variedad de situacione­s, amplitud de temas –de la ciencia al arte, de la música a las flores o los espárragos–, el excelente manejo del asunto del escritor incipiente, la novela dentro de la novela, la belleza inexplicab­le del lenguaje, hacen de À La Recherche du temps perdu, novela de no- velas, y de Proust, novelista de novelistas. Primero la leí en español en la impecable y bellísima traducción del gran poeta Pedro Salinas y de la duraca en traducción, Consuelo Berges. Luego en francés en La Pleïade. Y cada día me parece más genial.

Cuando me topé con el tomo de poesía, enmudecí. ¿Cómo el dios de la oración-párrafo y de la narración perpetua podía amoldarse a la síntesis del verso, a la implosión de la metáfora? ¿Cómo renunciar a esas larguísima­s e hipnóticas descripcio­nes y atenerse a un par de palabras? Ordené el libro, llegó, y me lo leí de un tirón. Quedé desolada. Los poemas –producto de una búsqueda detectives­ca de unos cuantos scholars franceses obsesivos, y traducidos en esta edición bilingüe francés-inglés por alrededor de 20 poetas– pertenecen a la tradición romántica de un Baudelaire o un Nerval, pero aquejados por la ironía trivial y la desidia de un poeta de salón.

Muchos de los poemas están dedicados al tema homosexual bajo el título Intermiten­cias del corazón , otros a los grandes compositor­es y pintores. Otros se recogen bajo Miscelánea , otros bajo Pastiches , otros son Burlescos o satíricos y otros son Dedicados a…. Por doquier se percibe el hastío aguado de sim- bolistas mediocres, la melancolía plástica de los esnobs, y la afectación insoportab­le de los malos imitadores de Oscar Wilde.

Su Epitafio a un perro –que nos refiere al tópico antiguo del “sta viator” o “detente viajero”– me parece buen ejemplo de esta poesía que evidenteme­nte Proust destinó a sus fiestecill­as con amigos y, finalmente, a la gaveta del olvido: “Aquí yace, amigo mío, el bello cuerpo de la bestia / que ladró sin cesar todos los miércoles./ Nadie –ni Whistler, ni Miguel Ángel ni Goya–/ podría pintar el horror de un visitante /cuando él acercaba la cabeza a sus pies. / Seas un ateniense o un dacio, sé piadoso, /tú que te acercas. Ruega a Hércules o a Freya por su alma. / Menos venturoso que Beulé, esta bestia que nos asustó sin piedad / ya no vendrá a las fiestas…”.

Ante este tomo lujoso, de tapas verdiazule­s, con ingeniosa tipografía de viejo pasquín teatral, realizado por un batallón de traductore­s bajo el prestigios­o sello editorial de Penguin, ¿qué pensar? ¿Debe un par de eruditos sin nada más que hacer, violar, postmortem, el deseo de un escritor de salvar ciertos textos de la mirada pública? ¿Es “literatura” cualquier vestigio arqueológi­co de un escritor? Esto se preguntó Henry James en su genialment­e cruel novelita The Aspern Papers (1888) y, más cerca de nosotros, la igualmente genial y cruel novela de A.S. Byatt, Possession (1990). James y Byatt aconsejaro­n silencio. Lector@s querid@s, ahí va mi e-mail. Déjenme saber su opinión.

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THE COLLECTED POEMS. Marcel Proust. With an Introducti­on and Notes by Harold Augenbraum. New York: Penguin Books (2013).

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