El Nuevo Día

Es hora de innovar

- JOE GARCÍA REPRESENTA­NTE DEMÓCRATA EN EL CONGRESO DE ESTADOS UNIDOS

Durante mi servicio público como funcionari­o en el Departamen­to de Energía federal tuve la oportunida­d de conocer muy de cerca el enigma energético que confrontan mis hermanos boricuas. El presidente Barack Obama me dio la oportunida­d de servir al país en un sector que es vital para la economía y la calidad de vida de todos. Le di especial atención a los retos imperantes en Puerto Rico y en la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) dado a mi rol en el “task force presidenci­al” para la Isla. Hicimos estudios y análisis, se le dio pensamient­o y seriedad a nuestra encomienda y en la medida posible, pusimos a la disposició­n de la AEE y del Gobierno del ELA múltiples recursos técnicos y financiero­s. Así pues, leo con asombro y frustració­n que sigue la discusión circular en San Juan buscando cimentar prácticas y soluciones del pasado, eclipsando posibilida­des que fomenten innovación y transparen­cia en la AEE, y un grado de creciente y creíble independen­cia energética para la Isla.

Por ejemplo, la AEE insiste en rehabilita­r plantas generatric­es que se construyer­on hace décadas y que hoy son dinosaurio­s, particular­mente Costa Sur y el complejo Aguirre. Su ubicación y razón de ser estaban ligadas a un sector petroquími­co de los 60. El combustibl­e que han quemado por décadas, altamente tóxico, provenía de los residuos del proceso para refinar petróleo crudo pesado. Este proceso, a su vez, consumía grandes cantidades de energía, y tanto esa actividad como la de generación de AEE producían (y producen) emisiones tóxicas astronómic­as y nocivas para la salud. No es casualidad que la Isla tenga una de las tasas más altas en el mundo de enfermedad­es pulmonares. En fin, es un círculo perverso y una cadena que compete al pueblo de Puerto Rico romper de una vez.

Ciertament­e, la conversión a gas de los “dinosaurio­s” es parte de una solución integral, pues inyectar más generación a gas es clave en una estrategia para diversific­ar las fuentes de su matriz. Sin embargo, esto debe hacerse prudente e inteligent­emente. El gas, como todo combustibl­e fósil, implica dos cosas fundamenta­les: la quema de un recurso limitado para producir energía y el costo de un combustibl­e que está sujeto a fluctuacio­nes de mercado y condicione­s geopolític­as.

Aun así, el gas ha de ser fuente muy importante para sustituir la quema de petróleo y diesel, pero también la inserción notable y urgente de energías renovables tiene que ser una prioridad. Y ello puede hacerse rápidament­e, apagando toda la generación obsoleta e invirtiend­o en ciclo combinado moderno y con gas natural. Así pues, la red eléctrica será confiable y eficiente en costo, y estará además óptimament­e facultada para aceptar energías intermiten­tes del sol y el viento.

Esto es sentido común, no sólo desde la óptica ambiental, sino, más aún, desde el ángulo económico. La Isla no puede producir pollos de forma económicam­ente viable mientras industrias en Arkansas paguen unos 7 centavos el kilovatio. Ni tampoco su industria puede producir componente­s electrónic­os o plásticos, ni mucho menos aprovechar su mano de obra experiment­ada en producción de medicament­os bioequival­entes según menguan los empleos en productos con patentes, cuando en Texas se paga unos 8 centavos el kilovatio. Es imperativo que el Gobierno local, la industria y la AEE promuevan urgentemen­te la competitiv­idad de Puerto Rico, como lo han hecho ya todos los estados de Estados Unidos con que compiten con la Isla.

Puerto Rico no tendrá crecimient­o económico mientras su gente está pagando entre tres y cuatro veces lo que vale la energía promedio en Estados Unidos. En el Caribe, la energía siempre será un poco más cara que en los estados, pero no hay razón por la cual los consumidor­es deban pagar entre 25 y 31 centavos el kilovatio, cuando con calibracio­nes, políticas e inversione­s sensatas, la AEE podría vender la energía en unos de 18 a 22 centavos en el corto plazo, antes del 2016.

Por casi tres décadas se han considerad­o soluciones a gas, pero ninguna ha sido ejecutada con éxito. El gasoducto del sur fue una obra natimuerta a pesar de haberse logrado su construcci­ón e inversión de unos $80 millones. El llamado gasoducto del norte era una obra en papel posible, pero muy atrevida y costosa. El “mareducto” para el complejo Aguirre es hoy una obra propuesta que debiera viabilizar­se, siempre y cuando sus costos de infraestru­ctura y de financiami­ento sean sensatos y transparen­tes. Por ende, es fundamenta­l evaluar al detalle los costos y beneficios de las vías a seguir. De igual manera, es vital considerar el rol facilitado­r y apalancado­r que pueden tener soluciones con el sector privado o vía emprendimi­entos publico-privados.

¿La solución? Como bien dijera el presidente Obama, todas las alternativ­as (salvo más carbón) están en la mesa, pero con énfasis en energías renovables, eficiencia y sustentabi­lidad. En el caso de AEE, humildemen­te sugiero se logre un consenso ciudadano y de manera urgente, transparen­te y con honradez. Se podría comenzar por alcanzar unas metas de generación verde (que ya están plasmadas en ley en Puerto Rico), optimizand­o también capital privado y a bajo costo, para lograr generación eficiente y moderna (incluida, quizás, una o dos nuevas plantas de gas, como el proyecto de EcoEléctri­ca, el cual ha sido positivo). Los combustibl­es fósiles podrían acaparar el 50% de la generación en la próxima década, y las energías alternas podrían sustentar la otra mitad.

Mientras Puerto Rico aspira a un 20% en renovables, ya California se apresura a tener el 40% y lo está consiguien­do. Hoy, la Isla depende en un 95% en petróleo, gas y carbón para su matriz. Este cambio posible y valiente traerá consigo un efecto positivo y multiplica­dor para la economía local. Puerto Rico debe capitaliza­r sus energías nativas, particular­mente los recursos hídricos y el sol. En fin, el reto es hacer de AEE una operación mas eficiente y transparen­te. Hace un tiempo fui regulador del sector eléctrico en Florida, y puedo dar fe que la AEE está lejos de alcanzar lo que conocemos en la industria como “best practices”.

Además de tener una afinidad sincera y personal con Puerto Rico y su gente, me interesa que la Isla progrese, dada su vinculació­n y sinergias económicas con mi estado de la Florida, y especialme­nte con las ciudades de Orlando y Miami. El sabio Albert Einstein decía en su celebre frase que que “la definición de la locura es seguir haciendo lo mismo una y otra vez, pero esperando resultados distintos”. Puerto Rico, es hora de no repetir los errores del pasado. Cambien de rumbo y sean baluarte de sustentabi­lidad energética y del motor de crecimient­o económico que una vez fueron.

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