El Nuevo Día

¡Me cae mal mi hemana!

La relación fraternal es una de las más complejas y puede convertirs­e en una muy tóxica

- POR EL MERCURIO GDA/ Chile

Son escasas las veces en que uno escucha a una persona expresarse con rabia, enojo y desagrado respecto de su hermano. Se sabe de anécdotas infantiles donde más de algún zapato o lápiz voló por la cabeza de uno a otro. En la adultez es poco habitual, pero sí posible.

La relación filial entre hermanos es algo que se da por sentado, pero no necesariam­ente está destinada al éxito.

A pesar de las obligacion­es que imponen los padres para que la relación sea cariñosa, compartir tiempo, amigos y hasta ayudarse mutuamente, las cosas no siempre son como ellos sueñan.

“En una familia sana, lo que se hace es fomentar tanto la fraternida­d entre los hermanos como a su vez la individual­idad de cada uno, respetando espacios privados, en la medida de lo posible, gustos, estilos, actividade­s y preferenci­as”, expone Diana Loi psicóloga clínica UC (www.planetacon­sciente.org)

Pero claro, ese es el ideal. Lo que sucede, afirma, es que los padres temen que los hijos crezcan egoístas o carentes de valores y proyectan aquel temor en la relación con los hermanos.

“Llegan, incluso al extremo de no permitir ninguna expresión de individual­idad, diferencia e incluso conflicto entre ellos, coartando el desarrollo natural entre los mismos y el despliegue de la personalid­ad de cada uno”, advierte. Esa sería una fatal decisión, porque poco a poco irían dañando la libertad e independen­cia con que se irán relacionan­do con los años.

“El amor y la relación entre los hermanos debería ser un pequeño gran ensayo de lo que será la vida adulta en la sociedad, y en la sociedad uno no ve a todo el mundo llevándose bien, compartien­do gustos y haciendo todo en conjunto”, subraya Loi.

Por lo tanto, expone la especialis­ta, la relación entre hermanos debería ser una oportunida­d para aprender a relacionar­nos con otro, desde el amor y al mismo tiempo, desde la libertad, independen­cia y creativida­d propia.

Sin embargo, agrega la psicóloga Jessica Piña, de Clínica Vespucio, la tendencia natural es que exista un amor impuesto por el hecho de contener un lazo sanguíneo.

“El amor tácitament­e existe porque son hermanos, pero qué tan importante se vuelva en tu vida, depende del grado de tolerancia que te hayan inculcado en tu familia. Ahí la labor de los padres es fundamenta­l para que intervenga­n y abran diálogos a pesar de las diferencia­s porque eso es el amor fraternal”, detalla.

RELACIONES FORZADAS

El problema se incrementa cuando ambos hermanos son completame­nte diferentes y por más que se fuerce la relación, la armonía no llega y se cae en conductas que agradan o desagradan de acuerdo a si transgrede­n o no los límites de cada uno.

Lo peor sucederá cuando se proviene de familias autoritari­as, donde por imitar en forma inconscien­te las estructura­s de poder aprendidas, comenzarán a competir o abusar del poder entre ellos.

“Por modelaje imitan la única estructura y estilo que está permitida en la familia. Generalmen­te crean lazos donde el vínculo sanguíneo predomina por sobre el emocional o la afinidad espontánea”, señala Diana Loi.

Este tipo de relación los obligaría a que en la edad adulta se sigan relacionan­do con lealtades invisibles pero inquebrant­ables, que llegarían a conflictos y transgresi­ones realmente graves, como por ejemplo propone Loi, cuando un hermano estafa a otro, le miente, le oculta informació­n familiar o lo difama, entre muchas otras cosas.

“Si no me llevo bien con un hermano o una hermana, algo está sucediendo ahí, que es legítimo para ambos, y que es digno de ser visto, validado y aceptado”, anota.

En ese sentido, Loi dice que lo mejor que podemos hacer es, en primer lugar, permitirse el espacio y la distancia que necesita el uno del otro, “porque es solo desde la legitimida­d y la validación que podemos crecer, madurar o hacer cambios positivos”.

La psicológa Jessica Piña propone que cada persona debe trabajar su capacidad de tolerancia, comunicaci­ón y de relacionar­se, desde la diferencia cuando no hay agresivida­des extremas, para encontrar un punto de encuentro y no desechar ese amor impercepti­ble entre los hermanos que se lleva a pesar de las distancias.

“Si estás demasiado distante nunca te vas a juntar en una idea, pero esa lejanía puede ser una manifestac­ión que en tu vida en general no haces esfuerzos por compartir con otros”, afirma.

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