Todo cambió en la BASTILLA
Hoy el pueblo francés conmemora la legendaria toma de la Bastilla de 1789, fecha clave para la Revolución Francesa
“¿Es una revuelta?”, preguntó el rey Luis XVI cuando la noticia llegó a Versalles. “No, Sire, es una revolución”, le contestó un ministro.
Había sucedido. La gente había salido a la calle el 14 de julio de 1789. Habían tomado la Bastilla, una antigua fortaleza medieval que en ese momento custodiaba siete prisioneros y era un símbolo clave del despotismo de la monarquía. Con la Bastilla en manos del pueblo nació la Revolución Francesa y la historia de Francia -y del mundocambió para siempre.
El suceso quedó enmarcado como la gran puerta que se abría hacia una nueva era de libertades civiles, de ideas entonces revolucionarias, en fin, de una nueva manera de habitar y ordenar el mundo. Nada de eso es exagerado, después de todo, estamos hablando del pueblo que le cortó la cabeza a sus reyes en nombre de sus ideales. Muchos de los cuales se fundamentaban en el pensamiento de figuras como Voltaire, Rousseau o Montesquieu quienes habían elaborado ampliamente alrededor de conceptos como libertad política, fraternidad e igualdad, así como un rechazo a la idea de una sociedad dividida y un creciente interés en las nuevas teorías sobre la separación de los poderes del Estado.
Creció entre las calles el clamor liberté, égalité, fraternité (libertad, igualdad y fraternidad en francés) y el Antiguo Régimen quedó atrás. Ha pasado el tiempo y el pueblo francés ha continuado conmemorando la efeméride que, desde el 1880, ha pasado a considerarse Día de la Fiesta Nacional en la que se celebra, no solo la toma de la Bastilla, sino la Fiesta de la Federación de 1790 que un año después del evento histórico se celebró como señal de reconciliación y unidad de todo el pueblo francés.
De manera que durante más de dos siglos, franceses y amantes de la cultura francesa -y las culturas francesas- se reúnen en
torno a la fecha para celebrar este evento y recordar los valores que representan. El epicentro, como es natural, es París donde se lleva a cabo un imponente despliegue militar con todo el rigor de una fecha que representa los más altos símbolos y valores que cimientan el estado nación.
Pero pasa el tiempo y cambia el país y sus fiestas adquieren nuevos significados. Sobre todo en una Francia cada vez más mestiza -debido a la importante inmigración del norte de África, entre otros flujos migratorios- y en medio -al igual que la mayor parte de Europa- de una crisis económica que ha sacudido la cotidianidad de los ciudadanos. De manera, que la fecha es además una oportunidad para reflexionar sobre el rol de esos valores en la actualidad, su vigencia, quién tiene acceso a ellos y quién no. ¿Cuánto se parece la Francia que cambió el curso de la historia a la Francia de hoy?
BOMBEROS Y BANDERINES
Desde la semana pasada la ciudad se ha ido llenando de adornos alusivos a la bandera francesa y han comenzado poco a poco los festejos que culminan con el acto oficial durante esta mañana y con una gran fiesta de pueblo en torno a la Torre Eiffel.
La profesora Liliana Duluc, quien dirige la institución École CLEF (Culturas, Lenguas y Enseñanza del Francés) y mantiene el programa Música Franca en Radio Universidad, hace más de veinte años viaja cada verano ya sea a París o a Francia, sola o con estudiantes, y ha visto la evolución de las conmemoraciones. Conversamos con ella el miércoles y nos contó que ya se empezaba a respirar en la ciudad el ambiente festivo con la colocación de gradas y banderines. Un par de días antes de la fecha oficial, los bomberos de París abren sus estaciones y reciben en uniforme a los visitantes con bailes típicos. “Ha si- do curioso que de un tiempo para acá, algunos, además de bailar, también hacen striptea
se”, cuenta Duluc vía telefónica desde París.
“Cuando empecé a venir nunca lograba estar entre los primeros, con el tiempo he ido aprendiendo que hay que salir súper temprano porque la seguridad es muy buena y van cerrando estaciones del metro a medida que pasan las horas y uno se va quedando atrás. Se vuelve más difícil el acceso. Comienza a eso de las nueve de la mañana y dura unas cuatro horas. Es un espectáculo militar impresionante, con los aviones y todo el desfile. Hay francotiradores en todas partes, está la plana mayor del Estado y de los países invitados. Es una gran expresión de identidad, de nacionalismo, de la historia del poder que tienen y que han tenido. Cada año veo que viene más gente, pero so- bre todo turistas porque los parisinos no están tan interesados en eso. Quizás una vez en la vida”, narra.
Ya al día siguiente se ve la gente regresando a casa de madrugada, en fin, pura fiesta. Igualmente, los diarios se llenan de artículos o columnas en las que se pone en cuestión la celebración de la fecha, así como temas derivados como: ¿Ser francés, qué cosa es eso? “Siempre se da esa discusión, se pone en duda si realmente se debe celebrar así esa festividad, con el despliegue militar. Desde mi punto de vista creo que eso es parte de la identidad del francés y es resultado de la revolución, es un acto necesario donde se renueva ese sentimiento”, reflexiona Duluc quien al igual que quienes lo viven acaba recordando qué pasó y por qué pasó. Después de todo, para eso se recuerda, para recordar que no se llega a ningún sitio sin punto de partida.