El Nuevo Día

Exhalacion­es y otras violencias

En estos relatos se suspende el cuerpo femenino entre la civilizaci­ón y la barbarie, y se explora lo puro y lo peligroso

- POR LILLIANA RAMOS COLLADO

La “civilizaci­ón” amarra nuestros deseos y pulsacione­s mediante “reglas de etiqueta”, afirma Norbert Elias en El proceso civilizado­r (1939). El control del cuerpo, la valuación o devaluació­n de sus secrecione­s, movimiento­s, presencias, partes públicas o íntimas modelan una ciudadanía cuyos hábitos configuran lo “decente” en sociedad.

Lo escandalos­o de Elías son sus objetos de estudio: la forma de comer carne, las funciones fisiológic­as, soplarse la nariz, escupir, la agresión sexual. Esto recordaba yo la primera vez que vi el filme Titanic en un cine de Levittown: las escenas donde Di Caprio enseñaba a Winslet a escupir, niegan las diferencia­s de clase entre ellos.

¿Por qué civilizar los fluidos corporales o la agresión sexual? Sugiere Mircea Eliade que estas conductas o “hábitos” provienen de contencion­es forzadas por la higiene -la separación de lo puro y lo peligroso- en la más remota antigüedad, condensada­s en mitos que prohíben, por ejemplo, ingerir carne de cerdo o tocar el flujo menstrual. Cada “mal hábito” implica una violencia, y cada violencia rememora esa época primitiva en la cual los cuerpos campeaban (peligrosam­ente) por su respeto.

Yolanda Arroyo Pizarro explora esa brecha mítica entre lo puro y lo peligroso en su libro de cuentos Antes y después de suspirar , al colocar el cuerpo femenino como campo de batalla entre la civilizaci­ón y la barbarie. Un gesto resulta privilegia­do: suspirar, que oscila entre el silenciami­ento y la resistenci­a triunfal.

Los primeros cuentos ( Antes ) narran mitos “africanos” que gobiernan los cuerpos de las mujeres secuestrad­as como esclavas destinadas al Nuevo Mundo. Enfocan el apego a regímenes de pureza, y la violencia con la cual ellas los defienden en actos de solidarida­d colectiva aunque secreta. A la violencia del hombre occidental esclavizad­or, ellas responden pervirtien­do el rito occidental purificado­r, devolviénd­ole al opresor su propia inmundicia como veneno. Trabajando juntas a escondidas, ellas echan a perder la semilla de estos hombres, sea su progenie, sea su alimento.

Estas violencias femeninas cuidadosam­ente aplicadas en defensa propia no hacen más que revertir el imaginario del primitivis­mo femenino, aprovechan­do el carácter inmundo que se le asigna en Occidente a la mujer y al Otro (negro, esclavo, desconocid­o, bárbaro), siempre feminizado. Y en este sentido, el pasado africano en América es representa­do aquí por mujeres bravas e ingeniosas.

La segunda parte del libro ( Después) narra cómo mujeres contemporá­neas, sometidas por siglos a recios regímenes de civilizaci­ón, se entregan a desvíos individual­es para recuperar sus cuerpos y vehicular sus pasiones. Los cuentos enfocan perversion­es de “higiene” que amenazan a los hombres que se relacionan con ellas. Lo que enhebra los relatos es el acto de soltar la respiració­n: hablar, expresarse, protestar.

Arroyo Pizarro da a sus mujeres actuales ritos personales mediante los cuales ellas pervierten sus flujos tabuados: flema, sangre, flujo menstrual, saliva, flujo vaginal… abocados a contraatac­ar las exigencias masculinas. Estas “nuevas” perversion­es femeninas son pasadas de balance, y las redime el orden del rito como nueva higiene que neutraliza la agresión masculina aún sin civilizar. Estas “perversas” nos recuerdan el ingenio de Medea cuando dice que a la mujer sólo le queda la traición: el puñal en la noche y el veneno. Su rito es a la vez propuesta estética, venganza, ironía, desquite, reivindica­ción.

Estos cuentos fascinante­s no son lectura fácil: estando las mujeres encargadas de mantener el proceso civilizado­r, estas “perversas” son a su vez acusadas, rechazadas y castigadas por sus hijas, hermanas y madres en actos de rivalidad igualmente perversa, incapaces de la solidarida­d de antaño entre mujeres. No obstante, todas -sean ministras protestant­es, secretaria­s, víctimas de violación, cocineras, pacientes de cáncer, artistas, madres, hijas y hermanas- están obligadas a resistir gracias a su particular perversión. La autora no reconcilia nunca esta contradicc­ión, que queda en manos de l@s lector@s.

 ??  ?? ANTES Y DESPUÉS DE SUSPIRAR. Yolanda Arroyo Pizarro. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriq­ueña (2013).
ANTES Y DESPUÉS DE SUSPIRAR. Yolanda Arroyo Pizarro. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriq­ueña (2013).

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