El Nuevo Día

Centro BÁVARO

Preciosa y apacible ciudad cercana a los Alpes que combina un rico pasado histórico y la pasión del Bayern München con el jugoso Oktoberfes­t y la alta tecnología de gigantes como BMW y Siemens

- POR MARIANA LAFONT ESPECIAL PARA DE VIAJE

Munich, la capital y ciudad más importante de Baviera al sur de Alemania es mundialmen­te conocida por el Oktoberfes­t, la gran fiesta que reúne a los amantes de la cerveza de todos los rincones del globo. La ciudad y sus alrededore­s constituye­n una de las regiones con mayor concentrac­ión de riqueza en el mundo. Aquí tienen sus casas matrices BMW (Bayerische Motoren Werke) y Siemens AG. y además el gobierno local fomenta el desarrollo de la industria de alta tecnología y los proyectos de investigac­ión de diversa índole.

Por otro lado, Munich es una destacada ciudad estudianti­l que alberga dos importante­s universida­des: la LMU (Ludwig-Maximilian­s-Universitä­t München) y la TUM (Technische Universitä­t München). Si bien es la tercera ciudad más grande de Alemania -después de Berlín y Hamburgo-, esta ciudad de cuento y moderno centro económico, es líder en calidad de vida. Basta caminarla para comprobarl­o. Edificacio­nes bajas y armónicas permiten la entrada del sol, el transporte público es excelente (como en todo el país), hay espacios verdes y predominan buenas dimensione­s – la ciudad no es ni gigantesca ni muy pequeña-, ideal para bicicletas que pueblan las calles incluso con muy bajas temperatur­as.

El río Isar atraviesa la ciudad y en su curso hay varias islas, como la Museumsins­el (Isla del Museo) así llamada por albergar el Deutsches Museum (museo de ciencia y tecnología alemana), uno de los más visitados de Europa. Además basta ir a los alrededore­s de Munich para estar en contacto con la naturaleza con numerosos lagos como el Ammersee, el Wörthsee y el Starnberge­r See y los Alpes al norte.

En pleno centro de la ciudad, el Englischer Garten es uno de los mayores parques públicos de Europa. En invierno tiene cierto encanto nostálgico al ver sus grandes praderas atravesada­s por un arroyo con muy poca gente, solitarios, algunos corredores y alguien que pasea a su perro. Aquí se encuentra la peculiar Torre China, reconstrui­da en 1952 luego de sufrir los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Erigida a fines del siglo XVIII, esta torre de 25 metros de alto -basada en la Gran Pagoda del Jardín Botánico de Londres- era un antiguo punto de encuentro para los estudiante­s de la ciudad. Hoy sigue siendo punto de reunión para disfrutar el aire libre y comer algo rico.

El territorio de la católica Baviera fue habitado, en sus orígenes y antes de ser llamada de ese modo, por celtas y romanos. Su denominaci­ón surgió a partir de la llegada de un pueblo germánico (Baiovarii) en los siglos V y VI y que luego perdió el dominio de la región ante los francos. Luego la dinastía de los Wittelsbac­h gobernó el territorio ininterrum­pidamente durante siglos hasta 1918 cuando fue proclamada la República de Weimar. En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, Munich fue gravemente dañada pero, durante las décadas posteriore­s, se fue reconstruy­endo cuidadosam­ente y, una vez finalizada la guerra, Baviera se integró a la República Federal de Alemania.

CORAZÓN DE MUNICH

El corazón de la ciudad es, desde los tiempos de su fundación, Marienplat­z (la Plaza de María) el centro geográfico y social por excelencia. En la antigüedad la plaza central era conocida como Schrannenm­arkt, el sitio donde los comerciant­es y agricultor­es vendían y compraban sus productos, entre ellos la preciada sal. Allí se encuentran el Nuevo Ayuntamien­to (Rathaus) de estilo neogótico y a unos pasos la Catedral de Nuestra Señora (Frauenkirc­he). Sus dos torres de 99 metros son bien visibles desde varios kilómetros a la redonda gracias a una ley que impide construir en el casco urbano edificios más altos que la catedral. Otro clásico de esta parte de la ciudad es Viktualien­markt, el pulcrísimo mercado de flores, frutas, verduras y alimentos que, en sus orígenes –hace doscientos años-, no fue más que un tradiciona­l mercado de campesinos. Sin embargo, hoy es una feria con 140 puestos muy popular y concurrida por los amantes de la buena comida y elegantes señoras acompañada­s por sus perros. De lunes a sábados aquí se puede conseguir lo que se le ocurra como tentadoras y exóticas frutas de todo el mundo y en cualquier estación del año. Y no faltan los puestos de comidas para hacer un alto y comer una buena bratwurst (salchicha) con mostaza y cerveza (o vino caliente en el gélido invierno).

Desde noviembre, en plena Marienplat­z, se celebra el más importante de los mercados navideños, una tradición sumamente arraigada en Alemania. Los orígenes de esta añeja feria datan del mercado de San Nicolás, en el siglo XIV. En 1806 pasó a llamarse Mercado de Jesús, y luego fue cambiando de ubicación hasta que en 1972 se estableció definitiva­mente en el centro de la ciudad con el nombre de Mercado del Niño Jesús de Munich. En el centro de la plaza se instala un gran abeto de 30 metros de altura con 2,500 bombillas encendidas. El mejor momento es a la noche, con el brillo de las luces y la música en vivo. Amigos y familiares se dan cita aquí para verse antes de las fiestas y hacen compras con una taza de glühwein (vino caliente) en una mano y

una deliciosa salchicha en la otra. Entre los artículos típicos para comprar se encuentran las tradiciona­les figuras y adornos de Navidad, ropa, antigüedad­es y sellos.

CERVECERA Y DEPORTIVA

Además del aclamado Bayern Munich -el club de fútbol más exitoso de Alemania y el que más veces ha ganado la Bundesliga- la ciudad alberga el Parque Olímpico construido para los Juegos de 1972. Este complejo deportivo tiene un diseño de vanguardia que, pese a su antigüedad, no pasa de moda. Ubicado en medio de un parque y pegado al Allianz Arena -estadio ultramoder­no construido para la Copa Mundial de Fútbol de 2006result­a un paseo familiar ideal. Muy cerca de allí vale la pena visitar el BMW Welt ubicado en una modernísim­a construcci­ón junto a las oficinas centrales, el museo y la planta de BMW. Aquí no sólo se entregan autos a clientes sino que es un sitio abierto a todo el mundo donde se vive “la experienci­a BMW”. Además de exhibir coches para subirse y tomarse fotos, hay eventos, restaurant­es, un café y una tienda de accesorios. Junto a él está el museo de 5 mil m², abierto desde 1973. Este museo circular no sólo cuenta la historia de la compañía sino que es una genial mues- tra interactiv­a de tecnología y diseño que explica el proceso de creación de un BMW. Una joyita imperdible.

La tradición cervecera de Alemania es muy antigua. Ya en 1487 el duque de Bauer Albrecht IV redactó el primer edicto de la historia sobre la fabricació­n de la cerveza para combatir las múltiples y malas elaboracio­nes. Así sentenció que la cerveza debía hacerse sólo con lúpulo, malta, y agua (la levadura se incorporó más tarde para acelerar la fermentaci­ón). Y hasta la actualidad, esta “Ley de Pureza” sigue vigente. Las marcas tradiciona­les de la ciudad son Löwenbräu, Paulaner, Spatenbräu, Augustiner, Hacker-Pschorr y Hofbräu. La cervecería de ésta última, Hofbräuhau­s am Platzl, es visita obligada, muy cerca de la concurrida Marienplat­z. El ruido y la música en vivo acompañan las grandes jarras que los camareros, uniformado­s al uso tradiciona­l, llevan mesa por mesa. Sus orígenes de remontan a 1589 cuando el Duque Guillermo V de Baviera la estableció como proveedora de dicha bebida a la familia Wittelsbac­h y tiempo después, en 1828, fue admitido el público en general. Este bullicioso y tradiciona­l lugar tiene un hall principal que alberga 1500 personas. Grandes sucesos históricos tuvieron lugar aquí ya que fue el centro de la vida política y popular muniquesa. Si bien fue totalmente destruida durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, se reconstruy­ó en 1958.

Los orígenes del Oktoberfes­t se remontan a 1810 como festejo de la boda de Ludovico I con Teresa de Sajonia que se celebró en el mes de octubre (de ahí su nombre). Sin embargo, luego se decidió adelantar el festejo a fines de setiembre para evitar la época de lluvia. Desde entonces se ha festejado ininterrum­pidamente, excepto durante las dos Guerras Mundiales y en 1923 y 1924 ya que una inflación desorbitad­a azotaba al país. Si bien en aquella boda la cerveza no fue la protagonis­ta principal (sino las carreras de caballos y la Feria Agrícola y Ganadera), con el tiempo esto fue cambiando y la bebida alcohólica pasó a ser la protagonis­ta principal. El festival dura poco más de dos semanas y comienza el primer sábado después del 15 de setiembre. Se celebra en el parque de Theresienw­iese, en los alrededore­s del centro de Munich, cerca de la Estación Central (Hauptbahnh­of ). Allí se instalan grandes carpas para que toquen bandas en vivo. Sin dudas se trata del mayor acontecimi­ento de la ciudad que recibe año a año hasta más de seis millones de personas de diversos rincones del mundo.

La apertura oficial tiene lugar cuando llegan los Wiesnwirte (los dueños de las cervecería­s) en un desfile donde se reunen el alcalde la ciudad, carros de caballos cargados con barriles de cerveza, carruajes de feriantes, cerveceros y bandas de música.

Y el gran momento ocurre cuando el propio alcalde se encarga de la apertura del primer barril de cerveza. La gran incógnita de cada año es adivinar cuántos golpes deberá dar el funcionari­o hasta abrir el barril. Y cuando lo logra, el Oktoberfes­t queda oficialmen­te inaugurado con el grito unánime de “O ‘zapft is!” que significa “Ya está abierto”.

Otro clásico de la fiesta es el desfile de trajes tradiciona­les donde miles de participan­tes se visten con los trajes de fiesta históricos. El líder de este desfile es el Münchner Kindl (niño de Munich en alemán) seguido por las autoridade­s municipale­s. Este personaje se encuentra en el escudo de la ciudad desde el siglo XIII. Originalme­nte representa­ba a un monje con un libro en la mano pero siglos después se popularizó la figura de un niño con una cerveza y un rábano. Esta imagen tan popular es la que ilustra vasos, jarros de cerveza y miles de souvenirs.

Más informació­n: http://www.muenchen.de

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Arriba, el BMW Welt, un museo circular que no solo cuenta la historia de la compañía sino que es una genial muestra interactiv­a de tecnología y diseño que explica el proceso de creación de un BMW. A la izquierda, edificio de la BMW.
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En Munich no puedes dejar de comerte una rica bratwurst (salchicha).
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Otro clásico de Munich, el pulcrísimo mercado de flores, frutas, verduras y alimentos
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La ciudad no es ni gigantesca ni muy pequeña-, ideal para bicicletas que pueblan las calles incluso con muy bajas temperatur­as. A la izquierda, la torre china.
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