El Nuevo Día

Monitorean­do a nuestro gobierno, ganamos

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Casi todos los días escuchamos quejas acerca de la falta de transparen­cia de nuestro sistema de gobierno, del mal uso de fondos públicos y de la falta de ‘rendición de cuentas’ de nuestros representa­ntes en las institucio­nes públicas. Existe una percepción general de que es extremadam­ente difícil resolver este problema. Al funcionari­o que malgasta o malversa fondos públicos, o que lo permite, no se le penaliza en nuestro sistema político o de justicia. Que vivimos bajo una cultura de impunidad.

Algunos piensan que estas prácticas de corrupción, clientelis­mo y de ‘panismo’ están tan arraigadas en nuestro andamiaje social que lo consideran un rasgo cultural.

Es lógico preguntarn­os: ¿de qué vale invertir en monitorear las actividade­s de nuestro gobierno? ¿Funciona como disuasivo para la corrupción? ¿Hace a los políticos y otros funcionari­os responder a las necesidade­s de la ciudadanía? ¿Ayuda a la ciudadanía a sacar del poder a funcionari­os corruptos con su voto? Son preguntas difíciles – se requiere de datos y de un análisis empírico sistemátic­o para responderl­as convincent­emente.

Hace unos años, un grupo de investigad­ores – Luis Raúl Cámara Fuertes (UPR – Río Piedras), Rainer Schwabe (Banco de México) y este servidor – nos propusimos contestar estas preguntas para el caso de Puerto Rico. Encontramo­s que esta percepción de impunidad puede ser errónea, al menos parcialmen­te. Estudiamos la experienci­a que hemos tenido con un programa de monitoreo que existe desde los años cincuenta – el programa de auditorías municipale­s de la Oficina del Contralor de Puerto Rico. Quizás esté de más recalcar que en estas jurisdicci­ones el mal uso de fondos públicos es un problema recurrente.

¿Qué encontramo­s?

• Las auditorías de la Oficina del Contralor encontraro­n hallazgos clasificab­les como actos de corrupción en casi 7 de cada 10 municipios, durante el período que estudiamos (desde el año 1985 hasta el 2006).

• La Oficina del Contralor ha publicado aproximada­mente la mitad de sus informes de auditorías municipale­s en momentos que consideram­os oportunos – durante el período de dos años antes de cada elección. Es en este período que los hallazgos de mala administra­ción bajo un alcalde incumbente salen a la luz pública con antelación a la contienda electoral.

• Las auditorías oportunas sirven de un gran disuasivo para la corrupción a nivel municipal: los hallazgos en los informes que consideram­os como actos de corrupción se reducen en un 67% (aproximada­mente).

• Además, en aquellos municipios donde se demostró haber altos niveles de corrupción en esas auditorías oportunas, sí se penalizó al alcalde, electoralm­ente hablando. Solamente uno de cada 10 alcaldes en cuyos municipios las auditorías reflejan altos niveles de corrupción son reelectos. En cambio, en aquellos con ningún hallazgo o con

Debemos darle más garras y recursos a las agencias anti-corrupción para que puedan hacer su trabajo efectivame­nte” GUSTAVO BOBONIS CENTRO PARA LA NUEVA ECONOMÍA

niveles moderados de corrupción, el alcalde incumbente tiene una probabilid­ad mucho más alta de salir reelecto – en entre 3 y 5 de cada 10 casos.

Los hallazgos de nuestro trabajo nos sorprendie­ron. Dada la percepción de impunidad en la política que ha existido en el país por tanto tiempo, quizás sean sorprenden­tes para muchos. Sin embargo, puede que nuestro último hallazgo confirme esa percepción colectiva de impunidad:

• Las auditorías oportunas no tienen un efecto persistent­e sobre los niveles de corrupción en la administra­ción municipal. Las próximas auditorías de estos municipios revelan hallazgos clasificab­les como actos de corrupción en 7 de cada 10 municipios. Es decir, los municipios regresan a los mismos ni- veles de corrupción que hubiéramos encontrado de no haber habido una auditoría oportuna. En arroz y habichuela­s, volvemos a lo mismo. ¿Qué podemos aprender de este trabajo?

Las auditorías, en combinació­n con el ejercicio del voto, nos permiten hacer que los políticos – en este caso los alcaldes – rindan cuentas a la ciudadanía. También, es posible sacar del poder a funcionari­os corruptos con nuestro voto. Pero necesitamo­s que este ejercicio de monitoreo se lleve a cabo en el momento oportuno y que sea sostenido a largo plazo para que tenga los resultados que deseamos.

Este tipo de programa de auditorías se ha implementa­do – en muchos casos exitosamen­te – en otros países como Brasil, Costa Rica y México, con problemas similares de malversaci­ón de fondos públicos. Otros investigad­ores han encontrado que este tipo de corrupción puede tener consecuenc­ias nefastas para el desarrollo socio-económico a nivel municipal. Por ejemplo, Claudio Ferraz y Frederico Finan (profesores en la Pontificia Universida­d Católica de Río de Janeiro y la Universida­d de California-Berkeley, respectiva­mente) encuentran que la corrupción municipal relacionad­a al sector de educación en Brasil afecta significat­ivamente tanto el aprovecham­iento de los estudiante­s como las tasas de deserción escolar en las escuelas públicas. Son problemas muy similares a los que nos enfrentamo­s aquí.

En fin, las auditorías – con recursos y en el momento adecuado – funcionan. Son una inversión que vale la pena hacer. Por lo tanto, debemos darle más garras y recursos a las agencias anti-corrupción para que puedan hacer su trabajo efectivame­nte. Además, podemos mejorar la manera en que divulgamos la informació­n de estos informes – tanto la positiva como la negativa – para asegurarno­s que un mayor grupo de ciudadanos esté informado al respecto. Es cuestión de ponerle el cascabel al gato. ¿Tendrá nuestro liderato la voluntad para hacerlo?

Para más detalles, puede leer el documento de trabajo “Monitoring Corruptibl­e Politician­s” (autores: G. Bobonis, L. R. Cámara Fuertes y R. Schwabe) del Departamen­to de Economía de la Universida­d de Toronto.

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GUSTAVO BOBONIS
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