MERCANCíA DE RECUERDOS
El viaje avanza, la maleta se llena vertiginosamente -¿tendré que sentarme encima para que cierre?, se habrá preguntado alguno- y sin el suvenir, el regreso puede ser extraño. El llavero para uno, la camiseta para ella, el marco para otro, el prendedor y un imán para la otra.
El souvenir (en francés) encierra una memoria, un símbolo de algo vivido o la curiosidad de ese destino que se quiere compartir o se adquiere para sonreír por el recuerdo que supone.
De modo que pensar en el suvenir de Puerto Rico, el artículo “elegante” o “kitsch” por el que los turistas se encandilan, aquel que el puertorriqueño le envía a algún familiar o amigo en la distancia o que puede ser requerido por el boricua de la diáspora, puede remitir a una gama de imágenes en una gran variedad de estilos y temáticas.
Que si el coquí, camisetas de Puerto Rico y la bandera como diseño de toallas, trajes de baño o hasta guantes de boxeo. Tampoco faltan símbolos como flamboyanes, cotorras, palmas, garitas y el Viejo San Juan.
Entonces vale preguntarse cómo se maneja la nostalgia en “ese objeto que sirve como recuerdo de la visita a algún lugar determinado”, como lo define el Diccionario de la Real Academia Española, que cifra memorias de vacaciones, del viaje usualmente efímero, de la idealización que se refleja en mercancía como alguna pos
tcard con cuerpos de infarto y en una esquina se lee: Puerto Rico.
Una exposición hace unos años en el Disseny Hub Barcelona, Efecto
souvenir, analizó los temas y el folclore en estos objetos que el curador Oscar Guayabero catalogó como “una suma de fetichismo y nostalgia”. Según la muestra, ese artículo reduce un espacio o experiencia en un ícono que reconstruye la experiencia del viaje, de los momentos vividos fuera de la rutina. Las memorias de un país -en este caso,
Puerto Rico- pueden concentrarse en esos objetos que el turista o visitante cree representativos de la identidad y cultura del lugar.
Entrar a una tienda de suvenires es ser testigo de clientes que, más allá de su trasfondo, buscan un guiño del país o, como señaló el profesor de antropología social Fernando Estévez González en su escrito
Souvenirs' y turistas, “hacer tangibles las experiencias intangibles del viaje”.
“QUE DIGA PUERTO RICO”
María Nieves rebusca entre los racks de camisetas de la tienda EcuaImport en la calle Tanca en el Viejo San Juan. La me- xicana vive aquí hace 17 años y cuenta que, dado que trae con frecuencia a sus familiares, suele buscar artículos que les puedan gustar. Cuando ellos llegan, comparte que “casi siempre buscan cositas que digan Puerto Rico o que sean como tradicionales de Puerto Rico”.
Las camisetas que lean Puerto Rico, en infinidad de diseños, son las más que buscan sus familiares como otros turistas, según confirman dueños y administradores de tres tiendas de suvenires que cargan el ojo de imágenes coloridas a borbotones. Todo se vale, desde instrumentos musicales, bultos, bolígrafos, dominó, collares, chanclas, toallas con paisajes playeros, trajes de baño y tablillas.
“Los turistas buscan cosas de Puerto Rico, que digan Puerto Rico, siempre es lo mismo: camisetas, güiros, maracas, cosas típicas, caracoles que preparamos porque tenemos al artesano Bobby Capa que los diseña (que además prepara botellas de arena y decora pilones)”, dice Fernando Cordero, dueño de Luquillo Beach T-Shirts que lleva cerca de 30 años en el balneario de ese municipio.
Sonia Durán, administradora durante 15 años de The Tourist Trap en la calle Fortaleza en Viejo San Juan, reconoce que la mayoría de los artículos producidos en masa no son fabricados en Puerto Rico. “Un suvenir es todo lo que sea un recuerdo. Con la diferencia de que hay recuerdos producidos en Puerto Rico y otros que digan Puerto Rico. Hay gente que dice, ‘yo no quiero que esto diga Made in China ’, y les digo, ‘bueno, todo dirá Made in China u otro país pero se lleva un recuerdo porque lo compró en Puerto Rico’”, cuenta la costarricense al informar que muchos objetos vienen de países como Ecuador.
José A. Almeida Cedeño, dueño de EcuaImport, tienda que sus padres naturales de Ecuador abrieron hace 20 años, explica que en su inventario casi no tiene productos creados en el país. “La gente no quiere pagar lo que cuesta un producto hecho aquí y pues, no hay otra alternativa”, indica quien comenta que los turistas tienden a procurar artículos para regalar y para su uso, como una familia que estaba por la tienda y el nene decía: “I want this shirt!”.
Cerca de la caja resaltaban guantes de boxeo con la bandera de Puerto Rico; el deporte también es memoria. “Cuando Tito (Trinidad) fue reconocido mundialmente, la gente empezó a pedir cosas de él, y los proveedores empezaron a sacar esos guantes”, relata Almeida, quien coincide con Cordero en que no han visto grandes cambios en el tipo de suvenir que se encuentra en el mercado.
MEMORIAS Y DESEOS
En la tesis The Museum of the Personal: the souvenir and nostalgia, Tracey Benson analiza que pese a lo genérico de la producción masiva, estos artefactos se transforman en pertenencias que se atesoran porque a través
de ellos su dueño “crea historias y narrativas sobre el pasado”. La perspectiva del fetichismo interviene en dicha noción por ese cruce entre consumismo, mito, memorias y deseos.
“Los puertorriqueños que viven en Estados Unidos y que vienen acá, o sus hijos, tienen la nostalgia muy presente y eso se manifiesta en un tipo de suvenir que raya o está a medio camino entre arte y artesanía: los santos de palo”, menciona el sociólogo Ángel “Chuco” Quintero sobre ese tipo de imaginería popular que, entre otras figuras, la favorita es la de los Reyes Magos hechos por artesanos locales.
Sonia Durán resalta que, precisamente, los Reyes son de los pocos suvenires hechos aquí y que el público solicita durante el año en The Tourist Trap. “Son lo primero que busca el puertorriqueño que vive fuera. A esos no los ha podido copiar nadie”, asegura.
Quintero subraya que en la simbología de los Reyes, la convivencia racial entre los tres y en la que el rey negro suele tener un aspecto distintivo respecto a los otros como el caballo blanco o la bandera, resuena para los boricuas en Estados Unidos. En el discurso de esa imagen, hay “una afirmación sociológica muy profunda”, ilustra.
Otros símbolos que pueden apelar a los recuerdos y resaltan en este tipo de mercancía son el coquí -el que los entrevistados distinguen, junto a la bandera, como una de las imágenes más buscadas- y el flamboyán.
El coquí con sus implicaciones simbólicas e identitarias -pero en una gama de colores, maneras y escenarios desde el más cercano a su naturaleza hasta aquel con un traje de baño, en una hamaca con una pava o en un rol de piragüero o músico-, es curioso para Quintero porque aparece como referente de suvenir aunque usualmente esté escondido.
“Normalmente uno lo oye y no lo ve y a nivel de suvenir habría un ángulo a explorar que se puede remontar a la historia de la cimarronería que tiene que esconderse para vivir en paz, y es interesante que el coquí que no se ve usualmente se convierte en el símbolo más importante de representar acciones humanas”, destaca Quintero quien observa, de otra parte, que mientras el flamboyán representa “la nostalgia por el mundo campesino”, este árbol no solo está aquí sino en otros países.
“Es interesante que tanto el flamboyán, el coquí y los Reyes son elementos nostálgicos pero que, a la vez, manifiestan su presencia contemporánea”, sostiene de los símbolos que, a su juicio, reafirman su presencia nacional porque no se han perdido a diferencia de otros.
Será que, como traza, Estévez González en Souvenirs y turis
tas, esos objetos -elegantes, kitsch, de esfuerzo artesanal o producción masiva- son vestigios que, pese a su naturaleza, hacen presente algo ausente. Es lo que está para saciar la nostalgia del turista que se aferra a una memoria o del puertorriqueño que extraña ciertas imágenes y cuentos de su tierra, de su repertorio nacional.