El Nuevo Día

SÍMBOLOS Y CÓDIGOS

- Por Ana Teresa Toro

Solo cambia el nombre del país o de la ciudad. Son camisetas o bolsos, libretas o gorras, da igual. “I love NY”, “Yo amo Madrid”, “I love Puerto Rico” y así a través del mundo. Son genéricas pero son, a su vez, una manera sencilla de decir: estuve ahí. ¿Qué memoria guardan sobre su lugar de procedenci­a? ¿Qué dice este tipo de suvenir masivo sobre la cultura del lugar? Quizás poco, pero son un elemento clave en la construcci­ón de la nostalgia y la memoria hecha objeto.

Junto a éstos también están aquellos que responden a los códigos e imaginario­s que un turista puede tener de un lugar. Como decir que España es toros, bailarinas de flamenco, abanicos y figuras de Don Quijote o que Puerto Rico es playa, garita y coquí.

“Son los marcos de expectativ­a y reflexión que están instalados en una persona. La identidad del lugar se piensa entonces como algo no histórico y con un anclaje temporal específico. Se piensa como una esencia y lo que más se parezca a esa esencia es lo que el turista va a comprar”, observa la experta en estudios culturales y catedrátic­a de la Universida­d de Puerto Rico, Silvia Álvarez Curberlo.

En el caso de Puerto Rico, este imaginario se modifica de lugar en lugar. En el Viejo San Juan observamos objetos que nos remiten a la idea del Caribe isleño como un todo, con figuras de piratas, palmeras y figurines de los fuertes. Si se quiere ser más específico no falta el coquí, aunque aparezca erróneamen­te pintado de verde. No importa lo genuino, importa acercarse a la idea que se tiene del Caribe. Ahora bien, si se va a Ponce o a Guavate, la cosa cambia. Los objetos y la especifici­dad apelan a la nostalgia de la diáspora y a la vida del campo. Lo mismo en Boquerón o Luquillo, donde la Isla es sinónimo de vida marina. Porque cuando la memoria se vuelve objeto, también, como en la mente, cambia de significad­os.

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