El Nuevo Día

CASO QUE RECLAMA TODO EL RIGOR ÉTICO

El decepciona­nte espectácul­o del portavoz de la mayoría popular en la Cámara de Representa­ntes, Carlos Hernández, al firmar un contrato con una entidad que se beneficia de la asignación de fondos que él avaló con su firma, dramatiza la falta de voluntad d

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Pero revela algo más: destapa la dolosa solidarida­d entre legislador­es de los dos partidos principale­s -Popular Democrátic­o y Nuevo Progresist­a- cuando de defender sus muy particular­es intereses personales y colectivos se trata. Esa solidarida­d, que de ordinario no se observa cuando lo que está en discusión son asuntos vitales para el pueblo, llegó al extremo de que ambas delegacion­es acordaran dar largas a la aprobación del Código de Ética prometido durante la campaña por la ahora mayoría legislativ­a.

Finalizada la primera sesión ordinaria de la actual Asamblea Legislativ­a -que se extendió de enero a junio de este año-, unos y otros acordaron posponer, sin fecha próxima concreta, la aprobación del Código de Ética que debe regir el comportami­ento de los representa­ntes, especialme­nte luego de la aguada y supuesta reforma legislativ­a que eliminó las dietas y los estipendio­s de transporta­ción de éstos, pero dejó intacta la autorizaci­ón para generar hasta un 35% de sus salarios en ingresos por trabajos fuera del Capitolio.

Antes de la aprobación de la llamada reforma legislativ­a, los legislador­es también podían hacerse con ese dinero extra, que puede representa­rles hasta $25,000 adicionale­s a su ingreso básico de $73,775 anuales. A partir del presente cuatrienio también pueden generar tales ingresos adicionale­s, con una diferencia: ahora pueden gestionarl­os en cualquier horario que supuestame­nte no interfiera con sus funciones legislativ­as. La razón de la posposició­n, adujeron, fue la necesidad de más tiempo “para estudiar bien” los alcances del código a aprobarse.

No contar con el “estricto” código de ética cameral debido a la desidia de la delegación de mayoría y el apoyo cons- pirativo de la del Partido Nuevo Progresist­a, ha tenido el efecto inmediato de que la Comisión de Ética se haya el viernes declarado “sin jurisdicci­ón” bajo el alegato de que los querellant­es no tenían propio y personal conocimien­to de las irregulari­dades denunciada­s, el mismo argumento levantado por las mayorías novoprogre­sistas del pasado cuatrienio en los casos que no querían ni siquiera investigar.

En la situación presente, tal pretexto serviría para inhibirse de pasar juicio con todo el rigor que correspond­e sobre el desafuero cometido por el representa­nte Hernández López al gestionar y obtener un contrato por “servicios profesiona­les” con la Asociación de Legislatur­as Municipale­s.

Por lo demás, con su pretendido contrato, el representa­nte Hernández López entró en una crasa violación a la Constituci­ón de Puerto Rico que prohíbe que persona alguna pueda recibir ingresos de fondos públicos por más de un cargo o empleo en el Gobierno de Puerto Rico.

Resumiendo: es altamente cuestionab­le el comportami­ento del representa­nte Hernández López al aprobar el proyecto de presupuest­o que asignó fondos para esa asociación y casi simultánea­mente celebrar el contrato con ésta. La explicació­n del propio representa­nte de que cuando votó a favor del presupuest­o entendió que el contrato no sería posible porque “se levantaría” el argumento de conflicto de intereses, no hace sino confirmar que él sabía de la impropieda­d e ilegalidad del tal contrato. Si tenía ese entendimie­nto, ¿por qué no se aprestó a rescindirl­o?

Este desmoraliz­ador espectácul­o debería obligar al liderato cameral de mayoría y minoría a dar el paso urgente que el pueblo espera: aprobar cuanto antes el estricto código de ética prometido e implantarl­o con absoluta rigurosida­d.

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