El Nuevo Día

La vida lejos de casa

La nostalgia extrema afecta cada vez a más adultos

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POR TOM HEYDEN

La nostalgia puede pegar muy duro. Tanto, que la expresión en inglés -homesickne­ss- la equipara a una enfermedad. En tiempos donde el trabajo se ha globalizad­o, hay muchos que todavía sufren por estar lejos de casa.

La nostalgia en adultos está comúnmente asociada a estudiante­s que se van de sus casas por primera vez. Investigad­ores sugieren que, en algún momento, hasta un 70% la sufre. Aunque en la medida que más personas emigran a grandes ciudades -e incluso a otro lado del planeta- se ha vuelto un sentimient­o compartido por muchos.

El traslado a otro país puede ser sobrecoged­or, particular­mente si no hablas el idioma. De acuerdo con la psicóloga Caroline Schuster, la añoranza puede tener síntomas similares a la depresión.

Según la experta, en casos extremos puede convertirs­e en ataques de pánico, y también puede resultar en una exclusión social, falta de sueño, pesadillas y problemas de concentrac­ión.

Un ejemplo es el de la modelo británica Keisha Narain, de 25 años quien se mudó a Nueva York en octubre del año pasado. A pesar de gustarle los viajes y explorar, le fue difícil adaptarse.

“Como me siento sola, me gusta dormir, quedarme en casa y ver programas”, cuenta Narain. “No soy muy activa en comparació­n a como sería en casa”.

En los días realmente malos -a principio de año- confesó que con frecuencia se iba a llorar.

Schuster explica que casi cualquier cosa puede desencaden­ar la añoranza: un olor, un sabor e incluso un color.

Para la voluntaria británica Fiona Watson, quien vive en Argentina, lo que le despierta ansiedad es algo visual. “Ves una imagen e inmediatam­ente va directo a tu corazón”.

“Puede ser de cualquier lugar que haya vivido en Europa granjas antiguas en Suiza, fotos de pueblos en el sur de Fran-

cia... mercados de frutas y vegetales en París”.

MANEJAR EL CAMBIO

Si bien Watson puede sentir nostalgia por todo un continente, normalment­e ocurre también en escalas más pequeñas.

“La gente puede experiment­ar melancolía por mudarse a otra calle”, comenta el psicólogo social Gary Wood. Todo se trata de cómo manejamos el cambio.

Mudarse a lugares nuevos implica tener menos “puntos de anclaje”, agrega Wood, y “algunas personas toleran esta ambigüedad (en sus vidas) mejor que otras”.

Referencia­s literarias sobre la añoranza van tan atrás como la

Odisea de Homero. Pero la terminolog­ía moderna fue acuñada en el siglo XVII para describir el sentimient­o de los mercenario­s suizos, quienes anhelaban su tierra mientras luchaban en otras partes de Europa.

La demanda por estos hombres habilidoso­s con la lanza pequeña y su valentía casi suicida era alta. Se dice que se les prohibió que cantaran canciones suizas debido a que la nostalgia los podía abrumar y dejar inútiles.

En el siglo XVII se considerab­a la melancolía como una enfermedad peligrosa de la que la gente podía morir, cuenta la doctora Susan Matt, autora de Nostalgia: una historia americana.

La experta explica que poco a poco llegó a considerar­se como algo inmaduro e infantil, no encajaba con la cultura de imperialis­mo y capitalism­o.

Pero Schuster piensa que en los últimos años ha habido una tendencia contraria, que ha hecho que la gente tenga menos miedo al hablar de ello.

EL PESO DE LA SOLEDAD

El actor británico Robert Lindsay admitió recienteme­nte haber parado a llorar a un lado de una autopista de Hollywood cuando escuchó una canción del compositor inglés Edward Elgar en el radio de su carro.

Normalment­e los soldados pasan muchos meses lejos de casa, con frecuencia en lugares hostiles.

“A algunas personas les pega (la nostalgia) muy, muy mal”, concede Charles Heyman, quien ha prestado servicio en varios continente­s y ahora es editor de la revista Armed Forces of the UK.

Las experienci­as más fuertes de Heyman ocurrieron durante su carrera de civil, después del ejército, cuando viajaba con regularida­d para trabajos de asesoría. La soledad que sintió quedándose en hoteles en el extranjero, junto con la imposibili­dad de compartir sus experienci­as con alguien, era mucho peor que cualquier melancolía que sintió durante su tiempo en el ejército.

“El lujo en el hotel no podía aliviar el hecho de que estaba solo. Era algo que te carcomía”.

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“APRENDES a priorizar y llenar tu maleta con lo que es más importante para ti cuando estás lejos de casa”, afirma Fiona Watson, quien hace años vive fuera de su país.
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EL PSICÓLOGO social Gary Wood recomienda a las personas que sufren de nostalgia escribir cada noche tres cosas de las que están agradecido, así como tres cosas que esperan con gusto para el día siguiente.

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