El mejor sistema educativo del mundo
Dicen las malas lenguas que nuestro sistema de educación pública es el mejor del mundo porque cumple a cabalidad con lo que muchos creen es su propósito: crear una sociedad dócil, de seres sin criterio propio, y que, por lo tanto, estén a merced de las fantasías calenturientas que le venden baratas políticos inescrupulosos de antes, de ahora y del futuro.
Si hubiera un consenso en el mundo, uno solo, sería que un sistema de educación sólido sea la plataforma desde la cual las sociedades pueden crecer, transformarse y progresar.
Los problemas más graves que enfrentan las sociedades – la desigualdad económica, la falta de movilidad social, la violencia, la intolerancia y la ignorancia, entre otros – tienen raíz en un sistema educativo que no responde a sus necesidades.
Aquí venimos viendo por años este fenómeno en todo su sórdido esplendor. Durante los últimos 40 años, gobierno tras gobierno han dinamitado nuestro sistema de educación pública, cubriéndolo de una espesa costra de burocracia partidista que lo tiene maniatado, convirtiéndolo en fuente de financiamiento de partidos, atragantándolo de comisarios partidistas, volviéndolo una masa deforme que no sirve para nada.
A la par con eso, se ha dado la profunda degradación social que hemos visto en las últimas décadas, con el deterioro de nuestra sociedad a todos los niveles. La señal es clarísima para el que la quiera ver: a medida que se ha ido volviendo añicos el sistema de educación pública, se ha ido haciendo añicos el país.
Los gobiernos han tenido todas las oportunidades del mundo y han fallado. Todos los años tenemos los mismos problemas. La mayoría de las escuelas no cumple con los requisitos de desempeño mínimos. Los cientos de millones de dólares que recibe el sistema se quedan atascados en la densa burocracia.
Si esto sigue así, nadie nos salva. Pero ha surgido una esperanza.
Unos cuantos visionarios están proponiendo una ruta distinta: un plan decenal de educación que establezca una visión del tipo de sistema educativo que necesita el país. Proponen crear una ruta inmune a los venenosos vaivenes partidistas para lograrlo. Quieren establecer la zapata desde la cual enderecemos el rumbo torcido que lleva el país y se convierta en el embrión de una mejor sociedad.
Tamaña tarea, por supuesto. Si va a servir o no, no lo sabemos. Pero, en vista de que todo lo que se ha intentado hasta ahora ha fallado, lo menos que se puede hacer es darle una oportunidad y ver qué sale de ahí.
Otros países han emprendido gestas similares con resultados muy alentadores. Miremos al sur y se ven unos cuantos ejemplos de que estas miradas de largo alcance tienen el potencial de exterminar males muy profundos.
Ya hay gente sin oficio poniéndole peros a este plan - mas, por el momento - por nada que vaya a los méritos de la propuesta, sino por suspicacias sin base alguna.
Los más arrojados dicen que es un plan de la empresa que publica este periódico para “gobernar sin ir a elecciones”. Pero si se tomaran un minuto para ver de qué se trata la propuesta, verían que nació de la iniciativa ciudadana, y que hay cerca de 40 organizaciones comunitarias independientes y muy respetadas trabajando con esto.
Si se tomaran otro minuto, verían que las puertas del proceso están abiertas a todo el que quiera colaborar. Pueden entrar y, si tienen ideas mejores, pues bienvenidas sean. Si creen, por el contrario, que al sistema de educación no le hace falta más que otro cambio de gobierno de los que ha habido en ocho en los últimos 40 años, pues son parte del problema y no se puede contar con ellos.
Es natural el temor. El sistema de educación pública que tenemos ahora, que desde bien temprano inyecta a su matrícula el miedo a pensar por sí misma, le ha servido muy bien a esta espantosa clase política que tenemos. El Departamento de Educación es una mina de batatas políticas y contribuciones a partidos que ellos no van a soltar sin fajarse en la raya con quien quiera arrebatárselo.
Igual, si el plan decenal llega a buen término, si se logra la meta ansiada de desarrollar un verdadero sistema educativo que cree ciudadanos y ciudadanas con cultura y criterio propio, todos esos mediocres y charlatanes que ahora nos gobiernan van pa’ fuera que se las pelan. Es fácil advertir, si se mira bien, que eso debe causarles tremendos temblores, sudores y ansiedades.
Mas ya la semilla de que esto hay que arreglarlo sin ellos está sembrada y, poco a poco, florece. El tren que desembocará en un sistema de educación que transforme nuestra sociedad ya corre, y un tren que ya corre solo puede pararlo quien lo está manejando.
Apunten esa.