70 AÑOS DE PASILLOS VIVOS
La histórica Facultad de Humanidades del recinto riopedrense de la Universidad de Puerto Rico inicia las conmemoraciones de su aniversario
to, así como los tránsitos migratorios de exiliados en el mundo Iberoamericano y estadounidense influyeron notablemente en que esta coyuntura particular se diera. Es una Facultad que además surge en medio de una gran crisis en la cultura occidental, en medio del fascismo, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial. “Su nacimiento viene con el pensamiento de la idea de la cultura como tabla de salvación para emerger a un nuevo mundo”, comenta el profesor Luis Agrait quien dirige el Departamento de Historia en dicha facultad.
ERA
DORADA
Han sido tantos los profesores que han entregado décadas de vida y labor a la facultad que sería injusto en estas líneas hacer un catálogo de nombres y, acabaría siendo irreal intentar contar con todas las voces indispensables. No obstante, y de cara al futuro, resulta necesario un diálogo interdisciplinario a partir de lo que esta efeméride representa. De manera que con eso en mente, ¡Ea! convocó a una mesa redonda con profesores activos de algunos de los distintos departamentos de la facultad, con el interés de suscitar un choque de ideas de cara al futuro. Sobre todo en momentos en los que en el mundo académico y fuera de él se debate con intensidad la llamada crisis actual de las humanidades; el resultado de un cambio de paradigma en el mundo universitario y del mercado laboral que ha volcado su enfoque en disciplinas como las ciencias y el empresarismo, de manera que respondan a las demandas del sistema capitalista que siempre fomentará la costo efectividad, el más por menos y la idea de la formación acadé- mica como algo práctico que se traducirá en creación de riqueza y no precisamente de las riquezas del espíritu.
“En el momento de su fundación se fraguaba una especie de tensión, debates y fricciones muy interesantes. Por un lado estaba la profesionalización y especialización con la creación de nuevas facultades (que surgieron de la fragmentación de la antigua Facultad de Artes y Ciencias) pero a su vez con un énfasis en la cultura general que llega en gran medida por la gestión de Jaime Benítez”, destaca por su parte el profesor Juan Gelpí, quien dirigirá a partir de este semestre el Seminario Federico De Onís, adscrito al Departamento de Estudios Hispánicos. A su juicio, una de las fortalezas de la institución es el que han logrado combinar con igual énfasis el enfoque de investigación y de creación artística.
En esa misma línea, la profesora María Luque, directora del Centro de Investigaciones Históricas destacó el que debido a que en sus inicios en la Isla no existía la posibilidad de realizar estudios graduados, la facultad se nutrió de visiones muy diversas pues quienes venían a impartir clases eran profesores formados tanto en universidades europeas, como latinoamericanas y estadounidenses.
Igualmente, Agrait recordó que “la profesionalización de las artes y las disciplinas artísticas en Puerto Rico desde donde surge es desde la universidad”.
Todo ello invita a plantearse: ¿En medio de todo este contexto, y ante la compleja situación en la que se encuentra sumida la Universidad de Puerto Rico hoy día, podemos hablar de una era dorada de la facultad?
A juicio de la mayoría de los profesores consultados, lo que sucedió es un momento histórico particular en el que confluyeron personas fruto de una circunstancia particular. Algo que propició una explosión intelectual y una promoción y divulgación de la UPR como institución. Naturalmente hablamos de la entrada al País de exiliados españoles y latinoamericanos. Así como intelectuales estadounidenses. A eso se sumó una efervescencia en términos de publicaciones desde La Editorial UPR, que hoy día, bien es sabido, está moribunda. Y es que bajo la dirección de Francisco Ayala nacieron las publicaciones de traducciones de clásicos como La Ilíada o El Príncipe de Maquiavelo, textos usados por décadas en las universidades latinoamericanas. O como la memorable traducción de la Obra en prosa de Edgar Allan Poe que La Editorial le comisionó a Julio Cortázar.
La decana interina de la Facultad, María de los Ángeles Castro señaló de otra parte que al pensar en esta fecha es importante recordar que fue en esta facultad donde por primera vez se ofreció un grado de maestría y doctoral en Puerto Rico. “El país se ha beneficiado”, afirma la decana interina para quien es clave celebrar los intelectuales puertorriqueños que han pasado por ahí. “Yo
empezaría por los del patio, por una Margot Arce, una Concha Meléndez, Luis Manuel Díaz Soler, Lidio Cruz Monclova, Luis Rafael Sánchez, Carlos Marichal, Dean Zayas, Luce y Mercedes López Baralt, Mayra Santos Febres... en fin, la lista es muy larga porque el quehacer cultural de este País está marcado por esta facultad”, abunda Castro acerca de esta facultad circundante al teatro que vio nacer al Festival Casals y vio presentarse a primerísimas figuras de las artes escénicas de calibre mundial.
“No tiene sentido ponernos a añorar lo que hubo y buscar repetirlo porque lo que vamos a lograr son cosas distintas y preferiblemente mejores. Sobre todo ante el enriquecimiento de la facultad puertorriqueña”, señala Agrait toda vez que comenta que en la llamada época dorada era impensable que un estudiante doctoral publicara un artículo en una revista académica y hoy día es la norma.
DE CARA
AL FUTURO
“Hoy día son nuevos retos, debemos pensar en lo que hemos hecho y en lo que vamos a hacer. Hay mucho menos dinero y recursos pero hay que ser más creativos. Sobre todo porque como está la sociedad, este es el momento de enriquecer a nuestros estudiantes con el estudio de las humanidades”, señala Carmen Acevedo Lucio, del Departamento de Música y directora del Coro UPR y Coralia.
Con ella coincide la profesora Laura Bravo, directora del Departamento de Historia del Arte, quien observa que el lugar de las humanidades en el mundo contemporáneo está llamado a defenderse. “Nos estamos convirtiendo en casi un adorno, en algo que los estudiantes toman por obligación y nuestro papel se tiene que concentrar en hacerle entender a los estudiantes y a la población general que no es así, sino que es algo propio del ser humano que enriquece no solo el intelecto sino la vida”, destaca Bravo para quien en un momento en el que se enfatizan en las carreras técnicas enfocadas hacia lo económico es momento de que, como facultad, enfaticen en que hay un campo muy rico de profesiones en las humanidades que la sociedad necesita.
La misma crisis es un motor. Incluso las internas como lo fue la pasada huelga universitaria que, entre otros saldos, dejó a la facultad y a toda la universidad con una disminución en la matrícula y nuevas estructuras. Los pasillos, más callados que antes, con estudiantes que ya no acampan en ellos sino que los recorren a toda prisa pues, seguramente, tienen que ir a trabajar. “Veo a los estudiantes más callados, resignados. Sí, después de la huelga son distintos. También antes estudiar era la prioridad, hoy día es el trabajo y ver cómo adaptan sus estudios a esos horarios”, señala Acevedo Lucio.
“Pero también las crisis fomentan la creatividad, obligan a una solidaridad, a imaginar otras maneras de hacer las cosas. No podemos lograrlo todo pero logramos algo y eso crea un sentido de comunidad”, señala por su parte la profesora Agnes Bosch, directora del Departamento de Lenguas Extranjeras.
Una manifestación concreta de la crisis -señala Gelpí- es que hoy día en lugar de 20 alumnos, tienen sobre 30 en un salón de clase. Algo que claramente dificulta la enseñanza y la atención que puedan prestar los profesores a cada uno de los alumnos. “Es una especie de cuantificación y un énfasis en el más por menos que, hay que decirlo, fue la visión del Partido Nuevo Progresista en relación a la universidad. Esperamos que eso cambie para que pueda mejorar la calidad”, dice Gelpí para quien del mismo modo las huelgas son también luchas por la democratización de la educación pública y representan pérdidas pero también ganancias.
UN PROPÓSITO
MAYOR
Un momento así también invita a plantearnos algo que, aunque simple, resulta revelador. ¿Para qué sirven las humanidades?
“Para describir las experiencias y evaluarlas críticamente. En esa descripción atisbamos los cambios que pueden ser. Hay ahí un proyecto contenido”, responde Agrait.
“Sirven para representar artísticamente toda una gama de experiencias históricas pero también de futuro. Es la dimensión de lo posible no solo lo existente o lo cuantificable. Se trata de la capacidad del ser humano de imaginar y de sensibilizarse, algo que no está reñido con el rigor. No es una aventura irracional, sino que todo músico, todo artista plás-
tico tiene que saber jugar con esa alternancia entre lo imaginativo y lo riguroso”, aporta Gelpí.
“Puede sonar como un cliché pero sirven para crear mejores seres humanos, no se invierte solo en profesores y estudiantes, se invierte en el País. Uno piensa en un país y piensa en sus artistas, escritores en todo lo que crea cultura y si no se enfatiza en eso estamos yendo para atrás”, finaliza Bravo con la misma certeza y compromiso con el que Luce López Baralt celebró su historia de amor con la Universidad de Puerto Rico en su memorable discurso de aceptación de su nombramiento como profesora distinguida en el 2010 titulado Una historia de amor en el que compartió varias anécdotas que ilustran ese amor. “Puedo compendiar la hondura de la felicidad que me han dado mis estudiantes con una sola anécdota: una vez, comentando a Quevedo en clase, se suscitó el tema de lo que nos espera tras la muerte. En aquel momento de intercambio académico apasionado, caí en cuenta —y así se lo confesé a mis alumnos— que si algún día yo hubiera de merecer el Paraíso, este no podía ser muy distinto de aquella tarde en la que me encontraba reflexionando con ellos sobre las letras del Siglo de Oro”. De eso se trata.