TIEMPO EN VERSO
cañaveral horneado a fuego lento,
soufflé de platanales sobre el viento,
piñón de flamboyanes en su tinta, o merienda playera de uveros y manglares en salmuera, para dejar la gula regulada al propio Saladín de la Ensalada.
( Menú )
Aun otra es la de relativizarlo, mirándolo con la distancia de la curiosidad intelectual en un amplio contexto geográfico. Así como quien mirase un globo terráqueo en la tranquilidad de su cómodo estudio:
Ved el tifón oblicuo y amarillo de China,
con su farolería de relámpagos
colándose a la vela de los jun cos.
Allá el monzón, a la indostana,
el pluvioso cabello perfumado de sándalo
y el yagatán de rayo entre los dientes, arroja sus elécticas bengalas contra el lujoso paquebote que riega por las playas del incienso y cinamomo
la peste anglosajona del turismo.
Sobre su pata única, vertiginosamente, gira y gira el tornado mordiéndose la cola
en trance de San Vito hasta caer redondo.
Le sigue el huracán loco del trópico
recién fugado de su celda de islas,
rasgándose con uñas de ráfagas cortantes
las camisas de fuerza que le ponen las nubes;
y detrás, el ciclón caliente y verde,
y sus desmelenadas mujeres de palmeras fusiladas al plátano y al coco. ( Canción de mar)
Naturalmente, queda otra al- ternativa, la mejor: coger al toro por los cuernos. Preparados con todos los hierros, mirar al huracán de frente, tanto el de viento como el de la vida misma. En otras palabras, de coger el timón se trata:
Bochinche de viento y agua... sobre el mar está la Antilla bailando - de aquí payá, de ayá pacá, menéalo, menéalo - en el huracán.
Le chorrea la melaza bajo su faldón de cañas; tiemblan en goce rumbero sus pechos de cocoteros, y vibrante coctelera de aquí payá las caderas preparan el ponche fiero de ron con murta y yerbiya para el gaznate extranjero. ¡Ay, que se quema mi Antilla!¡Ay, mulata, que me muero! Dale a la popa, chiquilla, y retiemble tu velero del mastelero a la quilla de la quilla al mastelero. ......................... En el raudo movimiento se despliega tu faldón como una vela en el viento; tus nalgas son el timón y tu pecho el tajamar; vamos, velera del mar, a correr este ciclón, que de tu diestro marear depende tu salvación. ¡A bailar! ( Plena del menéalo)